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Los tres padrinos, de Peter B. Kyne

Los tres padrinos, de Peter B. Kyne

Peter B. Kyne publicó The Three Godfathers (Los tres padrinos) en la revista Saturday Evening Post en el número correspondiente al 23 de noviembre de 1912, con ilustraciones de N. C. Wyeth. Posteriormente fue editada como libro de pasta dura en 1913 por George H. Doran, en Nueva York, con cuatro ilustraciones en color de Maynard Dixon (1875-1946) y reeditada en 1923 por Cosmopolitan Books Corporation, con un dibujo de portada en color obra de Dean Cornwell (1892-1960). Años más tarde, Los tres padrinos serviría de inspiración a John Ford.

En Zenda publicamos el prólogo escrito por Eduardo Torres-Dulce para esta nueva edición a cargo de Hatari! Books.

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LOS TRES REYES MAGOS EN EL OESTE

UN ESCRITOR CALIFORNIANO

El nombre de Peter B. Kyne (1880–1957) dice poco o nada al lector actual y sin embargo este californiano de nacimiento y condición encabezó las listas de éxitos editoriales desde mediados de la primera década del siglo pasado hasta los albores de la Segunda Guerra Mundial. Kyne es un narrador nato para el que la trama o el género en el que escribe, generalmente relatos aventureros satinados de melodrama, sirven para la construcción  de personajes para los que la vida sin valores no tiene sentido. Empresarios, marinos mercantes como Cappy Ricks, una muy popular serie de novelas que en España las publicó la editorial Juventud, le granjeó una legión de admiradores por todo el mundo, cowboys o bandidos, se nos ofrecen como cumplidos profesionales que se rigen por códigos de honor que no necesitan ser pronunciados sino vividos. Kyne es, además, un enardecido defensor de las riquezas naturales, tan exuberantes en su California natal, adelantándose a su tiempo en las denuncias contra un capitalismo rampante maderero capaz de destruir la salvaje belleza de los bosques de sequoias como hizo en su novela El valle de los gigantes.

Unas historias que por lo general describían personajes, lugares, parajes, tipos muy californianos, y en especial del área de San Francisco. Una devoción por California que le emparenta con novelistas como Bret Harte, Mark Twain, y posteriormente con otro tipo de escritores como Raymond Chandler, Ross Macdonald o John Fante, envueltos en todo tipo de intrigas, en muchos casos participando en conflictos de negocios, madereros, marítimos.

Peter B. Kyne. Dibujo de J. Sáinz de Vicuña, para la edición de Los tres padrinos en Hatari! Books

Peter B. Kyne, como tantos escritores de su tiempo, se forjó en la imbatible cantera de las revistas populares como la Saturday Evening Post  o Collier´s. Scott Fitzgerald, Faulkner, Hemingway, Hammett o Chandler escribieron algunos de sus mejores relatos, que en algunos casos nutrirían sus novelas, en esas paginas, maravillosamente ilustradas, que semanal o quincenalmente devoraban millones de lectores. Cierto es que algunos de esos escritores y sus relatos obedecían a fórmulas muy estereotipadas buscando la complicidad inmediata del lector, pero una buena parte de ellos ofrecían sus dotes de magníficos storytellers, dominando el ritmo, la construcción de personajes y situaciones, labrando un estilo propio para contar  en un cierto número de palabras una historia de manera estrictamente personal.

Kyne posee todas las dotes de un narrador en estado puro. Un storyteller  de raza. Se inserta con naturalidad en la brillante torrentera narrativa popular, la de los Scott, Poe, Dumas, Conan Doyle ,Stevenson, Mark Twain, Dickens, que arrancó desde mediados del siglo XIX como un afluente brillante y tumultuoso de la gran novela europea y americana de ese siglo. Kyne Maneja excepcionalmente los tempos narrativos, construye con habilidad las tramas de sus relatos, y crea, con perspicacia muy efectiva la psicología de sus personajes. Domina asimismo el difícil arte del punto de vista, permitiendo al  lector que vaya de un lado al otro de los avatares de las historia que le cuenta. Es muy buen dialogando, con un oído muy fino, para con el habla popular en el hábitat social en la que inserta a sus personajes y es excelente a la hora de introducir humor, ironía, ternura, en sus historias. Como todo narrador nato toda su obra rezuma humanidad, positividad moral, algunos podrán desdeñar su punto de vista fuertemente conservador, un conservadurismo que se cimenta en personajes socialmente controvertidos, con punción religiosa en ciertos momentos, pero todo ello no deja de ser, en buena medida, la cata de las generaciones que heredaron la huella del romanticismo, tanto como un ideal apenas nunca obtenido, con una fe sin fisuras en el destino moral del ser humano.

En el caso de Kyne sus colaboraciones tempranas con esas revistas le permitieron casi de inmediato publicar novelas que se convirtieron, y en todo el mundo, en éxitos incuestionables. Esa primera década del siglo XX era también la edad del Cine que en California, en Hollywood daba pasos firmes para convertirse en una industria universal y en el arte de ese siglo, a  hombros de gigantes como Griffith, Chaplin, Keaton o un joven John Ford. El cine, un arte especialmente narrativo que suscitaba imágenes en movimiento para gobernar emociones, necesitaba la carne, la materia de otras artes, y muy particularmente, de la literatura, y las revistas populares con sus miles de relatos de diversos géneros, ofrecían un venero tentador. Kyne fue de los autores más adaptados en imágenes, primero mudas y luego sonoras, más de100 películas entre 1914 y 1952 tienen su origen en las novelas y relatos de Kyne, aunque solía quejarse amargamente de que, sobre todo en los años 10 y 20, pocas, por no decir ninguna por de esas adaptaciones cinematográficas de su obra pasaban por la taquilla de los derechos de autor.

LOS TRES PADRINOS

Peter B. Kyne publicó The Three Godfathers (Los tres padrinos) en  la revista Saturday Evening Post en el número correspondiente al 25 de noviembre de 1912. Ocupó las páginas 8 a 11 y 53 a 58 de la revista. El texto de Kyne iba acompañado por cuatro dibujos de N. C. Wyeth , hermano de Andrew, uno de los grandes pintores e ilustradores norteamericanos de todos los tiempos. Kyne reelaboró un relato, Broncho Billy que había publicado en esa misma revista poco antes, en 1909.

Los tres padrinos fue editada como libro de pasta dura en 1913 por George H. Doran, en Nueva York, con cuatro ilustraciones en color de Maynard Dixon (1875–1946)  y reeditada en 1923 por Cosmopolitan Books Corporation, con un dibujo de portada en color obra de Dean Cornwell (1892–1960). Ahora y por primera vez la edita en castellano Hatari! Books, con las ilustraciones originales.

Los  tres padrinos  es , indiscutiblemente, un  western,  porque todos sus ingredientes, sus elementos narrativos, su poderosa imaginería, se inscriben en las constantes el género. La trama se desarrolla en un paisaje propio del Lejano Oeste, concretamente en la frontera entre California y Arizona, con poblados dormidos en una cierta rutina, desolados desiertos, cañones y montañas escarpadas, escasez de agua, fauna, coyotes, lagartos, serpientes, y vegetación salvajes, clima inclemente que calcina el alma, el asalto a un banco, tiroteos, muertos,  tres bandidos con vidas turbulentas, al margen de la ley, unos pioneros novatos perdidos en medio del desierto… Pero lo esencial es que Kyne captura a la perfección el clima romántico, desesperado de la  épica del Oeste junto con su mística de esfuerzo, sacrificio que no reniega de la lírica intimista del ser humano puesto a prueba de una Naturaleza que el desafía sin tregua.

Pero también, y no menos indiscutiblemente, es un hermoso y sentimental cuento cristiano de Navidad. Kyne sitúa su relato en los días previos a Navidad y lo culmina en el saloon de New Jerusalem, el día de Nochebuena. El desolado paisaje, las aisladas aldeas, el desierto , podría ser el de Judea, el de Belén. Desde siempre se ha señalado cómo los tres padrinos parecen asemejarse a los Tres Reyes Magos de Oriente; en camino se encuentran con una mujer que da a luz a un niño, del que se convierten en padrinos y por cuya supervivencia  ofrecen su vida, mucho más valiosa que si le hubieran ofrecido oro, incienso y mirra. Kyne no elude la comparación aunque la niegue al paso del relato. Es verdad que no siguen una estrella, sino que huyen, desesperadamente, del fallido atraco al Banco de Wickenburg, Arizona. Tampoco son reyes de Un Oriente lejano, ni unos hombres sabios, estudiosos, sino impenitentes delincuentes. Es verdad que no  traen presentes, ni oro, ni incienso, ni mirra, al niño recién nacido, pero le dan cuantas posesiones materiales tienen  y  sobre todo, al convertirse en padrinos del niño, a petición de  su moribunda madre, le ofrecen lo más preciado el sacrifico de sus vidas. Es una historia de redención, de un sacrificio, callado, austero, sin alharacas, por lo  que no es nada raro que la novela fascinara a  John Ford, tan cercano a esos temas, que la filmó en dos ocasiones .

La fortaleza de la novela de Kyne reside por supuesto en esa armadura de ideas, principios y valores, porque como indicaba Walter Benjamin en su ensayo El  narrador, ese misterioso arte, ese don, de saber contar una historia, supone, siempre, una idea de itinerario moral. Cambian los  personajes  a lo largo de la narración , de su itinerario narrativo, y posiblemente cambia el lector que se apropia y participa de su lectura. Si toda narración, es, pues, un viaje, el de estos tres bandidos está salpicado de giros inesperados. El atraco al banco, cuidadosamente planeado, acaba en desastre. Uno de los bandidos queda tendido, muerto, en el polvo de  una calle de Wickenburg y con él, la saca con el botín del atraco. Otro queda herido y en malas condiciones y cuando llegan a Terrapin Tanks, el manantial  ha sido dinamitado y deben asistir al parto de una mujer moribunda y ocuparse de su bebé. La Providencia, o un cruel y caprichoso Destino, parecen mover los hilo frágiles de sus vidas y planes.

Kyne, que se revela ,además de como un poderoso narrador, es muy bueno con la estructura del relato. De un vibrante y dramático asalto a un banco, nos embarca en la huida física, y luego juega con los giros de esa huida, siempre consciente de que el lector debe embarcarse, convertirse en compañero de los bandidos en su dramático viaje, o al menos ser testigo de sus andanzas y desventuras, y todo ello no es posible sin el magnífico dominio de la  estructura narrativa que muestra Kyne. Por otra parte, el escritor describe magistralmente ese nuevo itinerario, combinando la presencia, se convierte casi desde el principio en un personaje más, de ese escenario natural desafiante e inclemente, con los sufrimientos físicos y morales de los bandidos, creando un clima, y un clímax  de suspense físico, narrativo y moral, insuperable. El punto de vista objetivo, se sucede con el del plano corto  de los personajes y poco más allá con el de sus pensamientos, su introspección y , finalmente, su pesadilla, en la que cobran vida fauna y recuerdos .

Kyne no cae nunca en un lacrimoso sentimentalismo, aunque jamás abdica de la emoción de los sentimientos y muestra un respetuoso estoicismo, austeridad, elipsis en imágenes cuando se acerca la muerte. El humor, entre tierno e irónico, nunca nada lejos, especialmente para describir el desmaño de los tres padrinos a la hora de preparar al bebé para el camino que han de emprender, una manera de humanizarlos, de mostrar cómo es inevitable que se transformen en padrinos unos encallecidos delincuentes. Kyne cree firmemente que en cualquier ser humano, haya sido como haya sido su vida y sus circunstancias, sigue latiendo la intimidad de la infancia con su aura de un tiempo que ha dejado sus huellas para siempre.

La fortaleza de la novela de Kyne reside por supuesto en esa armadura de ideas , principios y valores, porque como indicaba Walter Benjamin en su ensayo El narrador, ese misterioso arte, ese don, de saber contar una historia, supone, siempre, una idea de itinerario moral. Cambian los  personajes a lo largo de la narración, de su itinerario narrativo, y posiblemente cambia el lector que se apropia y participa de su lectura. Si toda narración, es, pues, un viaje, el de estos tres bandidos está salpicado de giros inesperados. El atraco al banco, cuidadosamente planeado, acaba en desastre. Uno de los bandidos queda tendido, muerto, en el polvo de  una calle de Wickenburg y con él, la saca con el botín del atraco. Otro queda herido y en malas condiciones y cuando llegan a Terrapin Tanks, el manantial ha sido dinamitado y deben asistir al parto de una mujer moribunda y ocuparse de su bebé. La Providencia, o un cruel y caprichoso Destino, parecen mover los hilo frágiles de sus vidas y planes.

Pero además , Peter B. Kyne, escribe maravillosamente bien. Su dominio del  lenguaje, combinando descripciones, con finura psicológica al presentar y desarrollar los personajes, la precisión de sus diálogos, anexos a esas personalidades, tipos rudos, con palabras y expresiones propias. Su capacidad para combinar con acierto esas descripciones, acciones y personajes, se une a la de  envolver y destilar en la narración, ternura, idealismo, ironía y frescura a la hora de mezclar todos esos elementos. Los tres padrinos cuenta una huida, las de los tres bandidos tras asaltar el banco de Wickenburg, Arizona. Su previsto itinerario nos es descrito con precisión geográfica extrema. Kyne conoce bien ese rincón fronterizo entre  California y Arizona. Atraviesan el río Colorado, beben de las fuentes de Granite Point y se encaminan hacia la base de la Bill Williams Mountain. El atraco cuidadosamente planeado ha salido mal porque cuando escapaban con el botín, un veterano ciudadano les ha tiroteado matando a uno de los asaltantes que, ay, llevaba en un saco el botín del atraco al banco

Por todo ello Los tres padrinos rezuma sinceridad a la hora de contar, de narrar y describir el misterio de la Redención, el sentido sacrificial de la maternidad, las aristas imprevistas de la caridad, el umbral de la muerte aceptada y la epifanía dolorosa de la maternidad. Por eso, de repente en el relato aparecen imágenes que nos llevan a Dickens, a Chesterton, tanto como a las películas de John Ford y de Leo McCarey, el cineasta que, según Jean Renoir, mejor conocía a la gente.

Kyne, que se revela, además de como un poderoso narrador, es muy bueno con la estructura del relato. De un vibrante y dramático asalto a un banco, nos embarca en la huida física, y luego juega con los giros de esa huida, siempre consciente de que el lector debe embarcarse, convertirse en compañero de los bandidos en su dramático viaje, o al menos ser testigo de sus andanzas y desventuras, y todo ello no es posible sin el magnífico dominio de al estructura narrativa que muestra Kyne.

Por otra parte, el escritor describe magistralmente ese nuevo itinerario, combinando  la presencia, se convierte casi desde el principio en un personaje más, de ese escenario natural desafiante e inclemente, con los sufrimientos físicos y morales de los bandidos, creando un clima, y un clímax  de suspense físico, narrativo y moral , insuperable. El punto de vista objetivo, se sucede con el del plano corto  de los personajes y poco más allá con el de sus pensamientos, su introspección y , finalmente, su pesadilla , en la  que cobran vida fauna y recuerdos.

Kyne no cae nunca en un lacrimoso sentimentalismo, aunque jamás abdica de la emoción de los sentimientos y muestra un respetuoso estoicismo, austeridad , elipsis en imágenes  cuando se acerca la muerte . El humor, entre tierno e irónico, nunca nada lejos, especialmente para describir el desmaño de los tres padrinos a la hora de preparar al bebé para el camino que han de emprender, una manera de humanizarlos, de mostrar cómo es inevitable que se transformen en padrinos unos encallecidos delincuentes. Kyne cree firmemente que en cualquier ser humano, haya sido como haya sido su vida y sus circunstancias, sigue  latiendo la intimidad de la infancia con su aura de un tiempo que ha dejado sus huellas para siempre.

Tres Hombres Malos, Tres Padrinos, Navidad en el Lejano Oeste. Ilustración de J. Sáinz de Vicuña para la edición de Los tres padrinos en Hatari! Books.

LOS TRES PADRINOS Y EL CINE.

Los tres padrinos fascinó desde su publicación a Hollywood que una y otra vez la ha adaptado, tanto en el cine mudo como en el sonoro para la pantalla.

Pocos cuentos y novelas han sido tan revisitados por el cine hasta en seis ocasiones , como ocurre  como este relato de Kyne. Así The Sheriff’s Baby,una película Biograph, muda, de 1913 dirigida  por  D.W. Griffith e interpretada por Harry Carey, Lionel Barrymore y Henry B. Walthall, The Three Godfathers, una película , muda, de 1916  dirigida por Edward J. Le Saint y  de nuevo protagonizada por Harry Carey,  Marked Men una película muda, dirigida por Jack  Ford en  1919 con Harry Carey al frente del reparto, Hell’s Heroes,una película, sonora, de 1929 dirigida por  William Wyler protagonizada por Charles Bickford, Raymond Hatton y Fred Kohler , Three Godfathers, una película de  1936 dirigida por Richard Boleslawski y protagonizada por Chester Morris, Lewis Stone y Walter Brennan, y 3 Godfathers (Tres padrinos), una película de 1948 dirigida por John Ford, su primera película en color  y protagonizada  por  John Wayne, Pedro Armendáriz y Harry Carey jr, en la que volvía al tema de su película de 1919 . Y eso sin contar con películas de dibujos animados inspirados en la novela de Kyne, telefilmes…

En 1919 John Ford y Harry Carey, uno de sus amigos íntimos y una de sus reconocidas influencias en su  cine, rodaron Marked Men, la tercera adaptación de Los tres padrinos .

“Me acuerdo muy bien de esa película . Es algo así como  mi favorita (…) Me gustó el argumento.”

Tras rodar en 1921 Desperate Trails algo pasó, Ollie Carey, la mujer de Carey le echaba la culpa a unos amigos de ambos, que con maledicencia, sembraron la cizaña de chismes falsos, lo que enrareció la amistad, y aunque se seguían viendo siempre acababan discutiendo. Ford firmó un sustancioso contrato con la Fox y sus caminos se separaron. Sólo se reunieron para rodar The  Prisoner of Shark Island (Prisionero del odio, 1936), una película que Ford rodó bajo su contrato con la Fox.

Jack Ford. Ilustración de J. Sáinz de Vicuña para la edición de Los tres padrinos en Hatari! Books 

Pero John Ford tenía una deuda, amén, probablemente, que mala conciencia respecto de Harry Carey. La amistad, cada vez con menos aristas y reproches, la habían retomado e incluso hacia 1943 habían planeado volver a filmar un remake de The Last Outlaw, un western  mudo que no ha sobrevivido, otra historia nuevamente de redención y sacrificio, que habían rodado en 1919 . Ford trabajó en el guión , añadiendo personajes y cambiando el final e incluso  inició negociaciones preliminares con Herbert J. Yayes, el preboste de Republic Pictures que no prosperaron. La guerra ocupó todo su tiempo. Pero la enfermedad, un cáncer de pulmón, complicado con un enfisema, el actor era un fumador empedernido devoró la salud de Carey que falleció en Los Angeles el 21 de septiembre de 1947; Ford estuvo junto a su lecho en el momento de su fallecimiento  .

Tras la muerte de Harry Carey, Ford retomó la idea  de volver a rodar Los Tres Padrinos como homenaje a Harry Carey. Y eso hizo en 1948 reuniendo en el reparto a John Wayne, Pedro Armendáriz, y a Harry Carey jr, que comenzaba su carrera de actor.

La adaptación de Ford y sus guionistas, Nugent y Stallings , de la novela de Kyne, es, en general, muy respetuosa con el original, algo siempre  presente en la obra de Ford, cuando filmaba una historia que le gustaba.  Ford mantiene e incluso potencia, visual y emocionalmente el núcleo esencial del relato. El atraco a un banco por el trío de bandidos en el que resulta herido  Abilene Kid, en este caso, a diferencia de la novela, el más joven de los tres. Su huida, su encuentro con la madre y el nacimiento del niño, su compromiso como padrinos de éste, y su odisea , física y moral , que Ford filma con austeridad , rigor  y cierta solemnidad , sacando un maravilloso partido  a  las localizaciones del desierto de  Mojave, con el sacrificio de los tres bandidos-padrinos, se mantienen y Ford lo rueda con un notable compromiso de lealtad dramática a la novela, así como a su espíritu religioso, que incluso potencia explícitamente, como ese viento misterioso que imprevistamente rodea la carreta en la que yace la madre que da a luz, las páginas de la Biblia, hallazgo de la película, nuevamente agitadas por el viento , que marcan el camino a un desesperado y exhausto John Wayne, antes del hallazgo del pollino.

John Ford rodó Tres padrinos, amén de porque le fascinaba la novela de Peter B. Kyne, en honor y recuerdo a Harry Carey su amigo entrañable y mentor de tiempos felices en los que comenzó a rodar películas. Así reza la dedicatoria antes de que comience la película, “  A la memoria  de Harry Carey , estrella brillante del primer cielo del Oeste “.

Pero Jack Ford hizo algo más para redondear su dedicatoria a Harry Carey. Hizo que llevaran a Sunny, el último caballo, y su preferido, que había montado Harry, desde el rancho de los  Carey  hasta el estudio en el que se filmaban los  interiores de la  película. Mandó a su casa a Harry Carey jr. para que no viera lo que iba a rodar e hizo que Cliff Lyon, uno de sus especialistas montara a Sunny. Lo que vemos en la pantalla antes de la dedicatoria es a un jinete cabalgando en el crepúsculo hasta la cresta de una colina. Se echa el sombrero atrás y posa su mano en la grupa del caballo . Un gesto característico de Harry carey en decenas de películas, y entonces entra en pantalla el rótulo de la dedicatoria . John Ford revivía a su amigo Harry Carey, con esa icónica imagen y la dedicatoria. Y, claro, conTres padrinos, una historia, una película que adoraban.

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Autor: Peter B. Kyne. Título: Los tres padrinos. Editorial: Hatari! Books. Venta: Todostuslibros

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Paco
Paco
1 día hace

Excelente, lleno de devoción por el gran maestro (aunque las lenguas viperinas indiquen que ese trono corresponde a Hawks)