El escritor italiano Luca D’Andrea detesta la palabra «tolerancia» porque, dice, significa que uno soporta algo que le gustaría eliminar, un término con el que se ha «conformado» la región de Alto Adigio (norte de Italia) donde vive y en la que persiste un «conflicto étnico», sostiene.
Luca D’Andrea nació en 1979 en Bolzano, en la región italiana de Alto Adige, una zona que perteneció al Imperio Austrohúngaro hasta el fin de la I Guerra Mundial (1914-1918), cuando se dividió la región de Tirol en una parte para Italia y otra para la nueva República Austríaca, y tiene como lenguas oficiales el alemán y el italiano. En ese lugar situó su primera novela, La sustancia del mal, que fue un éxito de ventas y se vendió en 42 países, y también la que acaba de publicar en español Alfaguara, La muerte de Erika Knapp, una novela negra en la que retrata ese conflicto. «Alto Adige es un sitio maravilloso, 500.000 habitantes, al que llegan millones de turistas. Pero también es la tierra en la que quien nace debe declarar su pertenencia étnica, en la que los colegios son separados entre italianos y alemanes y donde metódicamente se cortan las raíces y la identidad de las personas», denuncia el escritor en una entrevista con Efe.
D’Andrea, que ha participado estos días en el festival de novela negra «Getafe negro», sostiene que «el conflicto étnico sigue desde hace cien años» en su región, que se ha «conformado» con la palabra tolerancia. «La palabra tolerancia es horrible: tolero algo que me gustaría eliminar y sin embargo está allí pero ojalá no estuviera», indica el escritor, que asegura que «los etnocentrismos y los nacionalismos crean división, y los intereses políticos y económicos van hacia el mantenimiento de una división neta entre alemanes e italianos».
Para el escritor, las fronteras existen «porque el ser humano no cambia, en milenios no ha cambiado. Construimos muros, no construimos puentes. Parece banal decirlo, pero es así como funciona», algo que se ha puesto de manifiesto más aún durante la pandemia del coronavirus.
En La muerte de Erika Knapp, un escritor de novela romántica y antiguo periodista y la hija de la fallecida, Erika, investigan su muerte hace 20 años, que se cerró como un suicidio, pero conforme se van adentrando en sus pesquisas sospechan que todo el pueblo está ocultando una verdad mucho más peligrosa de lo que parecía y que muchas más mujeres han desaparecido desde entonces. En la novela no habla de un feminicidio, explica el escritor, sino «del terreno en el que el feminicidio se puede crear» porque «cualquier crimen, no solo un crimen de sangre sino incluso un robo de unas gallinas, pasa en un determinado lugar y en un determinado momento por unas razones muy específicas». D’ Andrea recuerda cómo a finales de los 90 se encontró delante de la escena de un crimen y lo que más le llamó la atención fue «el sentido» de la violencia en ese lugar, «la violencia alrededor del crimen, el cinismo de la policía, de los medios y de todas las personas, en el supermercado, en la calle…».
El autor italiano asegura que empezó a escribir la novela con la idea de que fuera una historia ligera, pero se dio cuenta de que «estaba hablando de ese silencio, de esos árboles que tienen sus raíces en algo podrido que no queremos sacar a la luz y de que cuando no se interviene las consecuencias las pagamos después».
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