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Lucía Taboada: “Cualquier manual para encontrar la felicidad me parece una farsa”

Lucía Taboada: “Cualquier manual para encontrar la felicidad me parece una farsa”

A Lucía Taboada (Vigo, 1986) le pirra la etapa experimental setentera de Battiato —ya saben: Fetus, “Aria di Rivoluzione”, etcétera— y es alérgica a los manuales de autoayuda. Con cinco añicos, jugaba a ser Jesús Puente y entrevistaba a sus padres en las sobremesas del domingo. Se crió escuchando la SER y ahí acabó en 2009, cuando terminó la carrera de Periodismo. Continúa en la emisora de Prisa, dirige podcasts, escribe en eldiario.es, en el As y, de vez en cuando, en El País, y es guionista de los Pantomima Full. Y —ay, respiro— ha publicado cuatro libros. El último, Como siempre, lo de siempre, una especie de biografía de su celtismo, fue galardonado con el premio Panenka al Libro del año en 2020. Además, un capítulo de Chapapote (Libros del KO, 2022), un volumen que “nace para ordenar todas las aristas de esta catástrofe y construir un relato de lo ocurrido a partir del periodismo gallego”, lleva su firma. Conversamos en el Café Varela, donde Melquiades y Paco.

—Señora Taboada, ¿sabría decirme cuál es su palabra favorita?

—Uy, qué complicado… Me podría poner poética y decirte “etéreo” o algo así (risas), pero creo que una de mis palabras favoritas es “deseo”. Y lo que conlleva.

—¿Y la que más detesta?

—Últimamente, la palabra “afectos”. La utilizan mucho los políticos. Llaman “afectos” a los cuidados de toda la vida, pero con ese matiz político. Es la típica palabra que se ha institucionalizado y se utiliza en los discursos, y me parece que pierde su valor. Otra palabra que odio es “proactividad”. Ahora, todas las empresas, los CEOs y los gurús te piden que seas muy proactivo.

— Es la segunda temporada de “emprendedor”.

" ¿Me vas a pagar más? Entonces sí soy más proactivo. Me parece una palabra retorcida y horrible"

—Sí. De los creadores de “emprendedor” y “sinergias”, llega la segunda temporada: “proactividad”. Es una palabra engolada que no se sabe muy bien qué significa y que encubre precariedad: te piden que des más con las mismas condiciones. “Sé más proactivo, propón más”. ¿Me vas a pagar más? Entonces sí soy más proactivo. Me parece una palabra retorcida y horrible.

— En nuestros días, ¿se habla mucho y se dice poco?

—Sí, muchísimo. Se habla muchísimo, sobre todo, en las tertulias (risas).

—Al margen del mundo periodístico, ¿hace falta un poquito de silencio?

—Sí. Estamos sobreexpuestos a demasiados ruidos. Es verdad que hace falta bastante silencio. Valoro mucho cuando estoy con un amigo con el que tengo mucha confianza y estamos unos minutos callados, la confianza que te da estar con alguien con el que puedes estar callado sin que eso suponga nada negativo.

—¿Cuán separada está la opinión publicada de la pública?

"Muchas veces ocurre que, por ejemplo, hablan de la generación millennial, y no hay ningún millennial en la mesa de la tertulia"

—Depende. Te acabo de dar una respuesta muy gallega, pero sí, depende. En ocasiones, sí: a muchos tertulianos les falta bastante calle. Y muchas veces ocurre que, por ejemplo, hablan de la generación millennial, y no hay ningún millennial en la mesa de la tertulia. Salen temas de los que no tienen conocimiento en primera persona, ni hay un acercamiento a esa realidad. Por ejemplo: si en una tertulia de ocho hombres se habla de feminismo, me parece que falta una visión clara. Y eso pasa en muchas tertulias. En ese sentido, me parece que hay poco acercamiento a la realidad.

—Usted quería ser periodista desde pequeñita, ¿verdad?

—Sí. Parece un cliché, pero es verdad. Mi madre siempre me dice que yo, con cuatro años, iba diciendo que quería ser periodista. Es un poco incomprensible de dónde me viene la vocación, porque nadie de mi familia es periodista. Mi abuelo, que era carpintero, me hizo un micrófono de madera, y yo iba por ahí entrevistando a la gente.

—Si yo le digo Jesús Puente, usted me dice…

"Iñaki Gabilondo era mi despertador, y se compraba mucha prensa en mi casa. Eso ha ayudado"

—(Risas) Me gustaba mucho. Veía con mis padres su programa y, al acabar la comida de los domingos, los sentaba, los entrevistaba y me inventaba historias. Ellos me tenían que seguir el juego, el teatrillo, y hacía una performance todos los domingos. Les pido perdón desde aquí a mis padres por tener que soportar eso todas las semanas. A ellos les divertía en el fondo, yo creo. Luego lo echaron de menos. Cuando crecí, dejé de hacerlo. Por otro lado, en mi casa siempre se ha consumido mucha radio. Mis padres siempre han sido grandes oyentes de radio, siempre me despertaba con el murmullo de la Cadena SER y, casualmente, he acabado trabajando allí. Pero sí, Iñaki Gabilondo era mi despertador, y se compraba mucha prensa en mi casa. Eso ha ayudado.

—¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?

—Creo que somos bastante privilegiados en el sentido de la parte buena del periodismo. Tenemos acceso a historias que no tienen otras profesiones, evidentemente. Lo que más me gusta es eso, las historias, descubrir historias. Antes, en Hoy por hoy, llevaba una sección que se llamaba “El diario de Hoy por hoy”. Cada día, una persona me contaba su historia. Empezó siendo “El diario de la crisis”, porque arrancó después de la crisis del 2008, pero luego se reconvirtió en “El diario de Hoy por hoy”, y me contaban historias de todo tipo. Descubría algunas historias fascinantes. Una vez me escribió una madre que había enseñado a leer a su madre con ochenta y pico años a través de los libros del Barco de Vapor. Eso salió publicado y, después, se puso en contacto conmigo la editorial y le envió una remesa de libros. Fue superemotivo y superbonito. No es nada extraordinario, pero descubrir estas pequeñas historias y poder entrevistar a los protagonistas, y preparar un reportaje bien, con sus testimonios… Creo que el género que más me gusta es el del reportaje: puedes bucear más en las historias.

—¿Por qué, en general, los periodistas de nuestra generación prefieren cultivar más el artículo de opinión que el reportaje?

"Vas a obtener más gratificación si escribes una columna polémica que si haces un reportaje de una historia humana, eso es así"

—Tiene mucho que ver con las redes sociales, con la búsqueda de la gratificación instantánea: vas a obtener más gratificación si escribes una columna polémica que si haces un reportaje de una historia humana, eso es así. Yo escribo opinión en eldiario.es y pasa: recibes más comentarios con una columna que con un reportaje más trabajado. A mí, como periodista, es lo que más me gratifica y lo que más me gusta de mi trabajo. También me gusta mucho cuando se hace un seguimiento de una historia. En este sentido, creo que El País acaba de estrenar una sección que va de eso precisamente, de recuperar como protagonistas de portadas de periódicos de hace tiempo. Me parece bonito ese enfoque, volver a contactar con los protagonistas y ver cómo les ha cambiado la vida.

—También ha publicado varios libros. ¿Hay alguna diferencia entre la Lucía Taboada periodista y la escritora?

—No. Porque todavía no me he atrevido con la ficción. Lo que he abordado más es el ensayo. Tiene bastante relación con mi día a día: expongo unos hechos de una forma más o menos estructurada y bonita, pero creo que el salto al vacío sería iniciar algo de la nada, creado en mi cabeza, o sea, una ficción.

—¿Se lo ha planteado?

—Sí, claro que me lo he planteado. Me encanta imaginarme cosas, pero creo que planteárselo es una cosa y hacerlo… (risas) No sé si estoy preparada. Creo que a todos los periodistas nos cuesta ese cambio. Estamos acostumbrados a trabajar con hechos, y desprendernos de esa capa y ponerte a crear y a ficcionar me parece supercomplicado. Tengo amigos escritores que escriben ficción y los miro con muchísima envidia. “¿Cómo se te ha ocurrido esto? ¿Cómo has empezado?”. Siempre le pregunto sus métodos por si se me ocurre algo.

—¿Y tiene algo pendiente de publicación?

"En Chapapote escribimos varios autores gallegos, y yo escribo un capítulo sobre cómo marcó las vidas humanas el Prestige"

—El 24 de octubre, si no me equivoco, sale a la venta un libro que se llama Chapapote. Lo edita Libros del KO. En noviembre se cumplen veinte años del Prestige. Es horrible, es trágico: cuando me lo dijeron, no me lo creía. En Chapapote escribimos varios autores gallegos, y yo escribo un capítulo sobre cómo marcó las vidas humanas el Prestige. Vuelvo a hablar con gente, veinte años después, a la que le afectó el desastre.

—¿Cómo recuerda aquellos días?

—Yo tenía dieciséis años. Todavía no me permitían ir a retirar porque era menor de edad. Sin embargo, sí recuerdo que en el colegio hicimos un montón de cosas: una cadena humana por toda la playa… y sí recuerdo, aunque no estaba permitido, acercarme a retirar con mis amigos. Recuerdo una conmoción colectiva en Galicia brutal. Durante unos meses, no se hablaba de otra cosa.

—Esa época supuso el despertar de la conciencia política de mucha gente. Recuerdo que, tras el Prestige, vino la guerra de Irak…

"Cuanto más nos prohibían, más ganas teníamos de hacerlo. Es curioso: en Galicia siguió ganando el PP pese a esa concienciación política"

—Sí, sí. Entonces iba a un colegio de monjas. Bueno, sólo fui a un colegio de monjas durante cuatro años. Me cambiaron del colegio en el que trabaja mi madre, que está en Pontevedra, y me metieron en un colegio en Vigo para hacer amigos en Vigo. El que quedaba más cerca de mi casa era un colegio privado de monjas. Nunca perdonaré a mis padres que me metieran ahí (risas), no lo pasé muy bien. Y las monjas nos prohibían cualquier expresión política. Recuerdo que en el recreo hicimos una sentada con proclamas y nos castigaban por hacerlo. Creo que ahí se despertó algo de conciencia política en mí. Cuanto más nos prohibían, más ganas teníamos de hacerlo. Es curioso: en Galicia siguió ganando el PP pese a esa concienciación política.

—Hablemos de sus lecturas: ¿cuál es el primer libro que recuerda haber leído?

—Mi acercamiento a los libros fue a través de los cómics. Devoraba cómics cuando era muy pequeña. Mortadelo y Filemón fue mi primer acercamiento a la lectura. Luego, tenía la colección de “Los cinco”, de Enid Blyton. Me fascinaba. Yo pinto, y me hacía mis propios dibujos de lo que iba leyendo. Pero, sobre todo, leía cómics: Mortadelo y Filemón, como te digo, Astérix, Mafalda un poco más adelante… El cómic influyó muchísimo en que me gustase leer.

—¿Alguno que alimentara su vocación?

—Parecerá un cliché total, pero A sangre fría me impactó muchísimo. Me pareció brillante cómo Capote, de un hecho, creó esa novela. Lo leí jovencita, como con dieciséis años. Otro libro que me marcó muchísimo, lo leí en primero de carrera, fue La fiesta del Chivo, de Vargas Llosa. Me pareció brillante.

—¿Con qué escritor se iría de copas?

—¿Puede ser un escritor muerto? 

—Disponemos de ouija.

—Con Borges (risas). Sin duda. Y metería en la conversación al que le quitó la novia, Oliverio Girondo. Me iría con los dos para escuchar cómo desarrollaban su enemistad en vivo y en directo.

— Bajemos al barro: ¿a qué escritor no soporta?

"No soporto a algunos de estos que venden autoayuda barata. No me gusta ese género. No pondría ningún nombre propio, en general"

—Uff… No soporto a algunos de estos que venden autoayuda barata. No me gusta ese género. No pondría ningún nombre propio, en general. Te puedes imaginar en quiénes estoy pensando. Cualquier manual para encontrar la felicidad me parece una farsa. Y la autoayuda dopada con el ego personal del autor es la mezcla explosiva que detesto más.

—¿Algún personaje literario del que se haya enamorado?

R: Me fascinó, a nivel obsesión, el personaje de Middlesex, de Jeffrey Eugenides. Cómo está construido el personaje, cómo transmitía toda su inquietud, las dudas que le generaba su sexualidad y su género… es uno de los mejores libros que he leído, y el protagonista es el típico personaje con el que entras desde el minuto uno en la lectura.

—¿Alguno al que hubiera deseado asesinar?

"Leí el último de Sally Rooney, Dónde estás, mundo bello, y no me gustó ninguna de las dos protagonistas, me parecieron superpedantes"

—Leí el último de Sally Rooney, Dónde estás, mundo bello, y no me gustó ninguna de las dos protagonistas, me parecieron superpedantes. A veces tenía ganas de matarlas mientras leía el libro. Me parecía todo muy impostado: esos emails que se mandaban, completamente pomposos y, para mí, alejados de la naturalidad… Los dos libros primeros de Rooney, Gente normal y Conversación entre amigos, sí me habían gustado. Por eso leí el tercero, y he tenido ganas de aniquilar a sus protagonistas.

—¿Qué está leyendo ahora?

—Bajar es lo peor, de Mariana Enríquez. Es su primera novela, la escribió con 21 años, y la acaban de reeditar en España. Mariana Enríquez me parece increíble, pero me parece más increíble todavía que, con 21 años, tuviera en su cabeza ese universo de criaturas, de terror y de funk literario.

—¿Una persona que lee es mejor que una que no lo hace?

—Leer no te hace mejor persona, pero una persona que no lee se pierde muchas cosas. Se pierde mucho mundo. No diría que una persona que no lee es peor, pero sí que tiene una vida más aburrida.

—¿Ha encontrado alguna verdad fundamental leyendo?

"Leer me hace replantearme cosas y convicciones que yo tenía. Me hace dudar más de mis convicciones"

—Verdad fundamental… Creo que no. No sé si existen las verdades fundamentales. Al contrario: leer me hace replantearme cosas y convicciones que yo tenía. Me hace dudar más de mis convicciones, de mis prejuicios o de cosas que tenía preconcebidas. La lectura te abre la mente.

—Para finalizar, ¿cree que Luis Enrique convocará a Iago Aspas para el Mundial de Catar?

—No. Muy a mi pesar, creo que es una causa perdida. He perdido la esperanza. Luis Enrique parece una persona bastante cabezota, sin yo conocerlo, no puedo afirmar, y tiene la creencia de que Aspas no aporta al equipo. El otro día, dijo en rueda de prensa que no lleva convocados a jugadores para los que juegue todo el equipo. No sé si se dirigía explícitamente a Iago Aspas pero, precisamente, Aspas hace jugar a todo el equipo, no todo el equipo juega para él. Él entrenó al Celta, sabe de sobra cómo juega Aspas. Podría estar hablándote dos horas de Aspas (risas). Me parece muy injusto, lleva años haciendo méritos para ir al Mundial. Además, es un loco del fútbol, un fanático que se sabe hasta los suplentes de la selección de Senegal.

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Josey Wales
Josey Wales
2 años hace

Los cómics son el andador del niño para iniciarse en la lectura. Algunos tienen un valor literario y una riqueza léxica muy superior a la de muchas novelas, como «El Guerrero del Antifaz»; otros, como «Astérix» y todos los salidos del lápiz del gran Francisco Ibáñez están cargados de un sentido del humor agudo y elegantísimo. Por cierto, ¿cuándo se reconocerá como es debido a Francisco Ibáñez en este país? ¿Cuando muera?

Jaime Galán
2 años hace

Los programas de tertulias son insufribles y los tertulianos los nuevos sabios provistos de infinita sabiduría y muy dados a dar lecciones y consejos a la audiencia. No veo mucha diferencia entre ellos y los autores de libros de autoayuda que dice Lucía Taboada, aunque no comparto que éstos últimos sean detestables, pues hay de todo, solo es cuestión de profundizar en el asunto y no dejarse llevar por cantos de sirena. Siendo escépticos y experimentando algunas enseñanzas, creo que algunos de estos autores aportan verdadero valor.