Para Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950), la vida es rebuscadísima y sencilla a la vez, “inasequible al desaliento”, esperpéntica y absurda. Yo añado: también inesperada. Muchas veces, para bien. El aspecto del poeta impone: tiene porte de ministro inglés y cara de senador romano. Entre otros cargos, ha tenido el de director de la Biblioteca Nacional y el de secretario de Estado de Cultura. Sólo acumula más libros que premios. Por eso, uno, que lo ha leído y releído —cuando no plagiado, eso sí, con disimulo—, acude a él con ese respeto tan primo hermano de la reverencia y del temor. Esto último se pierde en cuanto el entrevistado saluda simpático, pidiendo disculpas por su catarro y diciendo, al ver cómo le ha retratado Jeosm, “joder, ¡estoy hecho un chaval!”. Si se me permite, digo que el autor de Elsinore, Scholia o La caja de plata es más majo que las pesetas. Sólo le reprocho el haberme tirado, sin querer, un vaso de agua. Salí de la entrevista empapado, y catapún: mi ello sostiene que el resfriado que me ha dado el tostón moquero este último fin de semana tiene su origen en ese momento, aunque quién sabe y qué más da. Conocí a un ídolo —ay, la mitomanía— y me cayó/nos caímos bien. Tras el encuentro, fuimos a una librería feminista sita en la calle San Cristóbal, donde Susana Koska presentaba libro.
Ah, lo olvidaba: el justificante de esta entrevista es Se aceptan cheques, flores y mentiras (Verso & Cuento, 2018), un volumen breve, amarillo y rosa; una antología, en general, festiva y optimista, dirigida a un público más juvenil que el habitual, o eso parece. Quedamos en el “pabellón” del Café del Espejo, con vistas a la Biblioteca Nacional y a unos tipos que, en el paseo de Recoletos, venden libros de segunda mano a dos y tres euros.
P: Luis Alberto, ¿en qué consiste militar en la poesía?
R: En que le guste a uno la poesía. Sobre todo leerla y también, ay dolor, escribirla. En cualquier caso, que sea un elemento fundamental en tu vida. Que a la hora de definir tu trayectoria vital, tengas que utilizar el término «poesía» en algún momento.
P: ¿Se ha pasado la vida conciliando contrarios?
R: Como tú y como todos los seres humanos. Estamos siempre conciliando contrarios, como en una canción de opósitos. De ahí lo he sacado. La canción de opósitos es un género bajomedieval que consiste en estar a la vez sintiendo frío y calor, placer y dolor… Es lo que sentimos todos los seres humanos a lo largo de la vida.
P: Dedica el poemario a la memoria de Jardiel Poncela. Hace poco, al humorista y dibujante Darío Adanti, un periodista le reprochó que abriera su libro con una cita del dramaturgo madrileño por ser «cercano al régimen franquista».
R: Se lo dedico a la memoria de Jardiel y a la de mi señorita, mi profesora cuando era pequeño, Amparo Robles, que era su novia. Los uno post mortem. Lo que le dijeron a Darío es absurdo, demencial. Precisamente, Jardiel no se casó con nadie. Evidentemente, tampoco se casó con una república que resultó fallida desde el 14 de abril, pero no hizo de su carrera un apoyo directo y explícito al franquismo. De hecho, en los cuarenta, tuvo la ocasión de que le prohibieran una serie de novelas, como La tourneé de Dios. Fue censurado por el franquismo. En cualquier caso, lo de menos es que uno sea de un lado, de otro, de los dos o de ninguno: lo que importa es que sea un buen escritor. En el caso de Jardiel Poncela no es que fuera un buen escritor: es que fue uno de los mejores escritores españoles del siglo XX.
P: La que se lió en las redes —subrayo lo de «las redes»— cuando algunos conocieron su poema «Political Incorrectness».
R: Yo no me meto en las redes. Sí, creo que me organizaron una buena, algo me contó el Loco. Bueno, pues que se líe. Lo importante es que se hable de uno, aunque sea mal.
P: La «policía de lo correcto», que diría Bunbury, ¿es hoy más fuerte que ayer?
R: Creo que sigue siendo poderosa. Nos hace la puñeta a todos los que no comulgamos con sus ideas. No te puedo contestar si hoy es más fuerte que ayer y menos que mañana. Espero, por el bienestar de todos y por la libertad del individuo —que creo en ella por encima de todo—, que no avance ese movimiento.
P: Leyendo el poema «La maltratada», explícito y brutal, me acordé de «La mataré» —canción de Loquillo, escrita por Sabino Méndez—, una de las primeras denuncias del rock español contra el maltrato, pero que fue interpretada por ciertos sectores como una apología de la violencia machista. En este sentido, ¿es más peligroso un individuo que no entiende o uno que no quiere entender?
R: Igual que un soneto que canta mío, «Nuestra vecina». Creo que el que no entiende es menos peligroso que el que no quiere entender: el segundo no querrá entender nunca; el primero, con pedagogía, puede entender algo. Esa gente que reprocha al Loco justamente aquello contra lo que está luchando no quiere entender. O la que nos llama fascistas a la gente que no comulgamos con sus ideas porque hagamos poesía humorística con algunos aspectos políticamente incorrectos. Jamás llegaremos a un entendimiento con ellos.
P: «Cualquier lugar es bueno para el odio, / hasta el supermercado».
R: Es cierto. Los seres humanos tendemos a competir los unos con los otros, a amarnos de vez en cuando y a odiarnos casi todo el rato. Hasta en el supermercado se puede odiar, como la pareja de la que hablo en el poema, que es otro alegato en favor de la mujer y sus derechos.
P: Si el supermercado es español, ¿se odia más y mejor?
R: Hombre, lo celtibérico siempre ha tenido un componente de odio bastante nutrido. Probablemente, el iberismo acentúe la capacidad de odiar. Aunque siempre uno piensa que el país en el que vive es en el que peores cosas pasan.
P: «Quiero volver atrás, al tiempo en que las cosas / no eran tan complicadas». ¿Qué tiempo es ese?
R: Es el tiempo anterior a la Revolución Francesa. Con la Revolución Francesa y la Industrial nace el mundo contemporáneo; antes, que era un mundo decididamente injusto, puesto que lo que regía era la sociedad señorial, un feudalismo trasnochado, sin embargo, no eran las cosas tan complicadas. Se sabían perfectamente los ámbitos de cada quien. A su modo, los monarcas eran los responsables del pueblo, y algunos tenían una responsabilidad contraída con el pueblo para protegerlo. Probablemente, hablo de una época arcaica, previa a la Revolución Francesa.
P: No me avergüenza decirlo: a usted lo descubrí no en sus libros, sino en el disco de Loquillo Su nombre era el de todas las mujeres…
R: No sólo no te avergüences de ello: yo estoy feliz. Ese disco me ha abierto una serie de lectores que no hubiera tenido. A lo mejor, tú también hubieras sido lector mío sin la intervención del Loco, pero, en cualquier caso, el Loco fue el mediador.
P: Al poco, me compré Los mundos y los días, editado por Visor. Entre otros motivos, me gusta muchísimo su poesía porque uno encuentra siempre algún guiño al tebeo, al cine, al rock, conceptos que a muchos otros escritores, que se pretenden o creen más arios, les producen alergia. ¿Alguna vez ha encontrado más literatura en un disco o en una película que en algún libro?
R: Precisamente, te puedo informar de que acaba de salir una antología de poemas sobre tebeos, de mi poesía. Se llama ¿Qué haría yo sin mis tebeos?, publicado por la Fundación Guillén, de Valladolid. Yo mismo he hecho la selección. Trata sobre cómics y he puesto al pie de cada poema un texto en prosa explicando el porqué. (Piensa) Se puede encontrar buena literatura en un tebeo, en un disco, en un libro, y mala literatura también. Aspiro a seleccionar de lo popular y lo culto lo que más me interesa y lo que creo mejor. No se puede decir que los tebeos son mejores que las novelas clásicas, sino que hay maravillas en el mundo de los tebeos y maravillas en el de las novelas clásicas. Creo que estamos perfectamente capacitados para disfrutar de ambos territorios, no como los arios, los supremacistas. Esos son muy pesados. En general, el mundo académico es muy pesado. Lo conozco muy bien, vivo de él. Hay gente con mucha sensibilidad, pero otros van a piñón fijo. Escriben algo solipsista que no conduce a ninguna interpretación interesante.
P: ¿Sigue aspirando a entrar en la RAE?
R: Me encanta la RAE, me entusiasmaría entrar. Independientemente de que hagan las cosas bien, mal o regular, es una institución que me fascina. Aunque estoy muy feliz también en la Academia de la Historia.
P: En mi opinión, lo borda cuando escribe: «Sin tu musa, no eres nadie, poeta». ¿Se puede escribir poesía con horario, como hacía Cela con la novela, por ejemplo?
R: No se puede escribir novela sin horario ni poesía con horario. Para escribir una novela, tienes que tener una disciplina, pero si quieres escribir poesía a golpe de disciplina, vas de culo y marcha atrás. Yo creo en la inspiración fundamentalmente en poesía. De algún modo, es la musa la que te dicta las cosas que tienes que escribir. Lo único que tienes que hacer es escuchar lo que te dice y obrar al dictado y pasarlo al papel. Creo en la inspiración: en eso soy romántico; en lo demás, soy clásico.
P: Para el poeta, ¿es más fértil el amor o el odio?
R: Se han hecho grandes poemas sobre el odio. Cecco Angiolieri, un poeta del siglo XIII, escribió alguno de los poemas más hermosos odiando: a su padre, a su madre, despreciando a su amante. Pero yo creo que ha dado más poemas el amor que el odio. Ambos son sentimientos muy fértiles. La selección de este libro es optimista, va dirigido a gente joven, pero también hay poemas tremendos. En general, mi poesía es amarga.
P: ¿Es el amor una empresa con futuro?
R: Sí, porque pasado tiene mucho ya. Nace en un determinado momento histórico: no creo que el amor sea connatural a la especie. Fundamentalmente, nace en Grecia, en el siglo VI, con los grandes líricos, como Safo y Anacreonte, que se inventan la idea de amor. En el Egipto faraónico y en la Mesopotamia de los asirios no había amor: había deseo u otras cosas, pero no amor. Tiene ya veintiséis centurias el asunto. Sí, futuro sí tiene.
P: «Voy a escribir un libro que hable de las mujeres / que han escrito mi vida».
R: El amor es tan importante en la vida… Las personas a las que has amado y que te han amado están, de algún modo, redactando el libro de tu vida. Lo dice el mismo poema. Luego empiezo a hablar de nombres propios.
P: Hace unos años, Igor Paskual me dijo que los «intelectuales amargados» han identificado «felicidad con estupidez». En Cheques, flores y mentiras hay bastantes poemas felices, en los que la voz del amante, totalmente volcado, se derrite ante su amada («Contigo» o «DNA», por ejemplo). ¿Por qué, con brocha gorda, la literatura o la crítica infravaloran tanto la felicidad?
R: Igor es un tipo espléndido, un asturiano maravilloso. En parte, creo que es injusto eso que dice Igor. En cualquier caso, tanto la felicidad como la infelicidad son un buen punto de partida para escribir un poema. Es cierto que se suele decir que ser desgraciado o desdichado en amores es más fértil desde el punto de vista de la creación. Algo de razón tiene: el tipo que es rotundamente feliz no se dedica a emborronar cuartillas, sino a vivir su experiencia.
P: «Se nos salía / el amor por el borde / de nuestras copas». ¿La clave de ese poema es el verbo en pasado?
R: Sí. Está muy bien visto, eres buen lector, macho. Efectivamente, es un poema elegíaco, de pérdida.
P: En el amor, ¿se puede ser feliz de verdad «diez minutos seguidos»?
R: Creo que fui demasiado optimista. Ocho o nueve sí (risas).
P: Cuando deja de ser esperpéntica y absurda, la vida se vuelve…
R: Imprescindible. Es lo único que tenemos. Estamos aquí tú y yo charlando, estamos vivos. Por mucho que nos parezca esperpéntica y absurda, hay que agarrarse a ella y vivir hasta el último día con la felicidad de saludar al Sol todas las mañanas y acostarse plácidamente todas las noches sin saber si te vas a despertar. Hay que vivir como si fuese el último de nuestra existencia y como si nuestra existencia fuera eterna. Esa es la fórmula para no desesperarse demasiado.
P: Hala Madrid manque pierda.
R: Hombre, si pierde, me jode bastante (risas). Estoy acostumbrado a ganar, como buen madridista. Entonces, cuando pierde somos muy críticos con nuestro Madrid. O sea, no soy nada triunfalista con el Madrid ni disculpo sus errores.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: