Luis Solano trabajó en un gran grupo editorial planteando proyectos diversos en el entorno del libro hasta que en 2005 decidió crear su propia editorial: Libros del Asteroide. Su labor consiste en buscar buenos libros para crear un catálogo coherente y homogéneo que concede prestigio y fieles lectores. Es un trabajo agotador pero gratificante, y la inspiración puede estar en cualquier lugar: un fotograma de una película, el comentario de un lector… Cualquier sugerencia puede convertirse en un buen libro del catálogo de la editorial. En los últimos meses sus libros han recibido algunos premios: Tigre Juan, San Clemente… premios que se otorgan a obras ya publicadas y, que a juicio del editor, infunden mayor prestigio a su labor editorial. En una entrevista realizada en la cafetería de un céntrico hotel madrileño, Luis Solano nos da las claves de los ingredientes imprescindibles que tiene que tener un libro de éxito.
–Hace ya 12 años que os lanzasteis a la aventura editorial. ¿Por qué Libros del Asteroide?
–En el origen de la editorial queríamos tener una imagen de marca que se convirtiese en un sello reconocible por los mejores, tanto en prensa, dentro de lo que se conoce como “literatura de calidad”, como en relación con otras editoriales. El nombre tiene que ver con muchas cosas: tiene que ver con el asteroide, que es mucho más pequeño y mucho más libre que un planeta. No tiene una órbita tan fija. Es un nombre que me hacía mucha gracia desde el principio, aunque a toda la gente que se lo comentaba le horrorizaba. En realidad ahora todo el mundo cree que es un buen nombre, pero eso tiene que ver más con el diseño editorial y con el reconocimiento de que son buenos libros, que es lo que realmente da contenido a ese nombre. Al final son la gráfica y los textos lo que dotan de contenido a ese nombre.
La editorial empezó con la edición de clásicos modernos. Al principio sólo publicábamos libros que llevasen más de diez años publicados en sus países de origen, y a los tres años empezamos a publicar literatura española (hasta ese momento solo publicábamos literatura extranjera). A los cinco años fue un momento importante y comenzamos a editar literatura contemporánea. La barrera de los diez años se cae y nos entró un poco de vértigo pensando que quizá no íbamos a saber hacer una buena selección. Pero no fue así.
–Publicáis narrativa, libros de viajes, testimonios… pero no tenéis colecciones.
–Es verdad. Para conseguir un buen catálogo yo creo que es esencial no publicar muchos títulos al año, hay que publicar poco. Es muy difícil que una editorial, con una pequeña estructura como la nuestra, pueda publicar más de 20 libros al año manteniendo su identidad. Nosotros publicamos 17-18 títulos al año y, de momento, no queremos crecer más. Al final si publicas 20 libros al año no te hace falta tener colecciones. En cualquier caso, yo soy contrario a las colecciones, a no ser que sea algo muy diferente, como una novela gráfica o un libro infantil, porque creo que cuando un lector entra en una librería no va buscando un género determinado, va buscando un buen libro, que puede ser de cualquier género. La colección modelo en esta referencia es “Andanzas”, de Tusquets, que publicaba desde Landero a Almudena Grandes o autores internacionales, ensayo, memorias… Todo. Podía aguantar todo, siempre y cuando fuera literatura de calidad. En nuestro caso siempre buscamos textos con ambición literaria.
–¿Cómo es vuestra estética editorial para el diseño de portada? ¿Tenéis, por ejemplo, alguna regla para seleccionar los colores?
–No exactamente. Debe haber alternancia con los colores, para que no se repitan y los libros puedan confundirse. La temática marca un poco los colores: a un libro trágico no le puedes poner un fucsia, por ejemplo. En algunos casos se ve muy claro, en otros no está tan definido. Imprimimos en dos tintas, en Pantone directo. Cuidamos mucho el diseño editorial (el interior de cubierta, papeles, tipografía), porque cuando presentas un libro lo primero que se ve es la portada y el mensaje puede ser muy diferente en función de la portada que se presente y del texto de la contra, que es lo que realmente puede enganchar al lector.
–¿Cómo organizáis la promoción de un libro, comunidad de lectores, RRSS…? ¿Cómo es vuestro contacto con el lector?
–Hace 10 años no había RRSS y la promoción la hacíamos nosotros directamente. Libreros y periodistas eran nuestros objetivos; los discursos, por supuesto, eran distintos: tampoco había comunidad, poco a poco íbamos recopilando contactos de lectores, enviábamos un boletín con información, ahora tenemos Facebook, Twitter e Instagram… Intentamos dar información de la editorial pero no apabullar al lector y creo que sí hemos conseguido tener un público realmente fiel. Lo hemos conseguido, primero por la fuerte identidad reconocible que tenemos y porque nuestro catálogo es muy homogéneo. Todos los libros se relacionan muy bien entre sí, no hay ninguno discordante. Son como hermanos los unos de los otros, eso está muy buscado en la selección de títulos.
–¿Cómo es vuestro lector?
–A mí me cuesta mucho verlo de forma individual, lo veo mejor en comunidades. Por ejemplo, vendemos mucho en la Librería Alberti, en Tipos Infames o en La Central. Me imagino más el tipo de público que va a esas librerías. Modernos, hipsters, con intereses culturales importantes, de entre 30 y 45 años. También es muy importante la aparición en medios: si se publica una entrevista o una reseña se nota mucho en las ventas, por lo que podemos definir el público por esa publicación. En las ferias es cuando tenemos el contacto más directo, desde profesores, estudiantes… En general es gente que son buenos lectores y que buscan buenos libros. Libros bien escritos, que les conmuevan y que les entretengan. Por lo que yo percibo, nuestros lectores tienen ya un poso literario, no son primeros lectores. Por lo general ya han leído mucho previamente.
–Apostáis por las librerías, pero ahora, con las plataformas digitales de ventas de libros, el consumo cambia. ¿Cómo veis vosotros este tránsito: os favorece, os perjudica…?
–La venta digital del libro se reduce básicamente a dos o tres actores: Amazon, Casa del Libro, la FNAC, que ha crecido un poco en los últimos años, pero es un poco caja negra, porque el único cliente puramente digital que reporta digitalmente es Amazon, pero los libros que yo vendo a Casa del Libro, FNAC u otros no podemos saber qué parte va a venta digital. Hay poca información para el editor. Hay un tipo de cliente, aquel que no tiene una librería cerca de su casa, que prefiere este tipo de plataformas. Cuando empezaron, que además coincidió con nuestro lanzamiento, parecía que iban a ir sustituyendo poco a poco a las librerías y no ha sido así: las librerías se han renovado, muchas de ellas eran más grandes y más generalistas, y poco a poco se han ido especializando, algunas han cerrado, otras han abierto con otro concepto, pero renovando la profesión librera y haciendo una labor increíble sin la que nosotros no podríamos subsistir. Espero que los libreros sigan teniendo armas para poder competir con estas plataformas. Y estas armas pasan sin duda por una distribución más ágil: si un cliente te pide un libro hoy por la tarde, debe tenerlo al día siguiente. El librero debe darle una respuesta adecuada, es más labor de distribuidor.
–¿Es buen momento ahora para el editor intrépido?
–Yo creo que sí, aunque no sé si es más fácil ahora que hace diez años. El mercado es un poco menor que hace 12 años: la crisis lo contrajo y todavía no hemos vuelto a las cifras anteriores. Se juntaron tres factores: la crisis, la piratería y el tiempo de ocio, que ha cambiado. Ahora con la tableta, un soporte electrónico que te puedes llevar al sofá, hay un cambio de consumo y de ocio que a veces invaden el espacio del libro. Es una competencia fuerte para el libro, y por eso hay que editar cada vez mejor: producción, traducción… El libro que propones tiene que ser más relevante que nunca. Compite con series, con película, con RRSS y hay que ofrecer un producto mejor que atraiga la atención del lector. No compite con el libro, compite con series potentes. No hay que olvidarlo.
–¿Con tanta competencia audiovisual, crees que es el momento de meter nuevos formatos en la edición? Antes, en los trayectos en metro, mucha gente iba leyendo un libro, ahora la mayoría van mirando su teléfono móvil.
–Los que nos dedicamos a la edición de libros hemos decidido apostar por un formato que viene definido por la longitud del texto, por la concentración que ese texto necesita y por el tiempo de lectura de ese texto. Desde luego el metro no es el sitio adecuado quizá para leer un libro. Para leer titulares de noticias o ver fotos en Facebook sí, pero la lectura requiere una concentración y un espacio. En nuestro caso, apostamos por este formato de libro “largometraje”, aunque todos nuestros libros se editan a la vez en papel y en ebook, porque al lector siempre hay que darle lo que demanda. El 70% del catálogo está en digital y lo que no está es porque el autor no nos ha cedido los derechos para ese formato. Otros formatos, como por ejemplo el audiolibro, de momento, no lo contemplamos. No me creo este formato. Tiene un coste muy elevado y no lo veo. Nuestras primeras ediciones suelen ser de 3.000 ejemplares, de los cuales esperamos vender entre 1.000 y 1.500. Realmente, el margen de beneficio es muy pequeño como para embarcarnos en un costoso proceso de locución que requiere la edición de un audiolibro.
–Sin embargo, las cifras demuestran el gran potencial de este formato en Latinoamérica. ¿Cómo es vuestra presencia en el continente americano?
–Tenemos distribuidores nacionales en México, Colombia, Chile y Argentina. También trabajamos en otros países y, en general, estamos contentos, pero nos gustaría estar más contentos todavía. Cada mercado es diferente, cada país es distinto y cuesta mucho la promoción. Nuestro proyecto pasa por reforzar la presencia en Latinoamérica.
–El libro La uruguaya, del escritor argentino Pedro Mairal, acaba de recibir el Premio Tigre Juan. Es una de vuestras apuestas. ¿Son buenos los premios?
–Buenísimos, más que para la editorial para el propio autor. Hemos recibido algunos en poco tiempo y para mí es muy gratificante ese reconocimiento público y que el autor lo pueda disfrutar. Comercialmente los libros ya habían ido bien, pero siempre está bien el reconocimiento. A mí sobre todo me gustan los premios a la obra publicada. Cuando una editorial comercial convoca un premio, normalmente paga sobreadelantos de obra; para mí, el mejor reconocimiento es el que puedan dar los editores o los libreros, u otras instituciones a novelas ya publicadas. No me gustan los premios a obra inédita. Prefiero premios como el Booker, el Goncourt o el Fémina, todos a libros ya editados. Son los premios que realmente hacen lectores, porque señalan al libro que realmente merece la pena y eso hace que resurjan sus ventas. Los otros premios son pura labor de marketing.
–¿Qué libros han sido o son las estrellas de vuestro catálogo?
–Hay libros que han marcado mucho, como por ejemplo El quinto en discordia, de Robertson Davis; fue el primero que vendió mucho y, además, ganó el premio Llibreter. También El maestro Juan Martínez que estaba allí, de Manuel Chaves Nogales, que significó mucho para el lanzamiento de la literatura en español; Algún día este dolor te será útil, de Peter Cameron fue importante en literatura contemporánea; no puedo olvidarme tampoco de Años salvajes, de Peter Cameron. Hay tantos que es difícil decir sólo uno.
–¿Os han quitado algún libro que quisierais editar?
–Sí claro, igual que nosotros lo hacemos con alguna editorial, pero cada vez hay más autores que prefieren editar con pequeñas y cuidadas editoriales. Valoran más tu labor que el dinero. Para determinado tipo de autor que quiera un gran lanzamiento es mejor una gran editorial, pero hay un tipo de libros, en general, que nosotros podemos hacer igual o mejor que los sellos literarios de una editorial grande. Lo que hace una editorial grande es llevarlo y exprimirlo hasta el final, pero para lo que no son best sellers, nosotros podemos hacerlo mejor. El contacto es mucho más directo con libreros y periodistas. Se fían más de una editorial pequeña buena que de una editorial grande, porque sabe que al pequeño le va la vida en ello, en cada libro que publica.
–España será invitada de Honor en Fráncfort 2021. ¿Es bueno para un editor intrépido?
–Sí, claro, eso provocará mayor interés por los libros españoles y probablemente haya un incremento de traducción de títulos españoles.
–¿Cuáles son según tu criterio los tres parámetros fundamentales que debe tener un buen editor?
–La labor fundamental de un editor es que el libro se venda. El editor en realidad es un mediador entre el autor y el lector, y por tanto lo que marca que un editor sea bueno o no, no solo es la calidad de lo que edita, sino que su edición se venda lo más posible. Más que un editor, para mí lo que tiene que tener un buen libro son tres cosas: que sean entretenidos, igual de divertidos que tomarte una caña con un amigo; también tienen que enseñarte a ver el mundo de una manera distinta a como lo veías antes de empezar a leerlo, enseñarte algo (un momento histórico); y, por último, que te conmuevan, que toquen tu fibra sensible. Esto es lo que hace que un libro sea grande. ¿Qué hace que un libro se venda? Pues otros factores. El problema de este sector es que no es tan predecible, siempre hay un punto de sorpresa: libros con muchas expectativas no se venden y otros en los que no confías mucho triunfan. Aun así hay que conseguir que los buenos libros funcionen. Hay que empujar todos los libros, y yo creo que es el editor el que tiene que decir cómo se presenta el libro.
–¿Qué le dirías a un joven editor?
–Que se forme mucho, que coja experiencia y que se lance.
–¿Y a un gran editor?
–Que dejaran de hacer sus premios comerciales y apoyaran premios tipo el Goncourt.
–¿Cómo te gustaría que recordaran a Libros del Asteroide?
–Como una editorial que edita buenos libros. Más allá del tópico en alguna ocasión me han dicho: “He leído muchos libros de la editorial y ninguno hay malo”. Eso es lo que intentamos, que todo esté bien. Tenemos que elegir libros que creamos que pueden ser vendibles y que la crítica los reconozca como valiosos literariamente.
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