En los últimos años ha arraigado el concepto de «memoria histórica», que acuñara a finales del pasado siglo el historiador francés Pierre Nora. El contenido científicamente sociológico de esta metodología radica en la valoración del pasado como un constructo vivo que debe gravitar sobre los condicionantes del presente colectivo. Más allá del rigor académico, esta teoría ha sufrido la instrumentalización de las banderías políticas y los intereses sectarios. Para huir de estas intencionadas deformaciones se impone la objetiva interpretación de los datos auténticos a analizar, una desprejuiciada mirada sobre las mentalidades sociales, y el sólido empeño en el hallazgo de la verdad. Los hechos históricos son inmutables, pero requieren de una revisión crítica acorde con los criterios de cada sucesivo presente. Es lo que ha pretendido, y conseguido sobradamente, el periodista y escritor Manuel Calderón, obteniendo el reciente Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias con Hasta el último aliento. Puig Antich, un policía olvidado y una guerrilla contracultural en Barcelona. En esta ciudad, el 25 de septiembre de 1973 la policía apresaba a algunos destacados miembros del MIL (Movimiento Ibérico de Liberación), un minoritario grupo anticapitalista que había protagonizado diversos atracos —»expropiaciones», en su sectario lenguaje— con el quimérico fin, nunca realizado, de entregarlo a la clase obrera en lucha. En esa detención resultaba muerto el subinspector Francisco Anguas Barragán, y el anarquista Salvador Puig Antich sería acusado de ese asesinato; acabará ajusticiado a garrote vil el 2 de marzo de 1974, convirtiéndose en una creciente leyenda de heroicas proporciones, mientras que el otro fallecido se hundía desde el primer momento en la nebulosa del olvido.
Veinteañeros ambos, Puig Antich pertenecía a una conservadora familia catalana y era un joven de impetuoso idealismo, fascinado por el poder pretendidamente revolucionario de las armas, militante en un antifranquismo que tenía por enemigos tanto a las derechas como a las izquierdas, de honda convicción anticapitalista y contracultural. Y Anguas Barragán, de procedencia andaluza, era un agente destinado a la Brigada Criminal barcelonesa, hijo de guardia civil, empedernido cinéfilo admirador de François Truffaut, y con arraigadas inquietudes culturales. Ambos protagonizaron una historia trágica que se narra aquí minuciosamente con extraordinario rigor y fascinante interés. Para ello el autor ha consultado los textos teóricos del MIL, de infumable espesor ideológico, y el sumario original del proceso militar que llevó a Puig Antich a la muerte; se ha entrevistado con sus hermanas, con los sobrevivientes de ese grupo terrorista, y con el hermano del policía fallecido entre otros testimonios. Con este material, basándose en los datos objetivos de unos incontestables hechos, lejos de cualquier maniqueísmo de buenos y malos, se ofrece aquí una detallada panorámica de la sociedad del tardofranquismo, y se analizan los grupos revolucionarios (y violentos) en la Europa posterior a mayo del 68, así como la mítica generada por la guerrilla urbana del maquis de Quico Sabater o Josep Lluís Facerías.
Estas páginas suponen una acertada radiografía del contradictorio contexto barcelonés de los años 70, caldo de cultivo ideal para una eclosión de libertad… y también de violencia: «Nada se entendería acerca del MIL sin aquella Barcelona de finales los años setenta, en la que se desarrolló un margen de libertad amniótica a través de la contracultura, el hipismo y la búsqueda de la libertad personal. Las élites culturales barcelonesas parecían ya vivir lejos del franquismo. Sin embargo, el aparato del Estado, la policía, el ejército, el Tribunal de Orden Público… no participaba de esa excepcionalidad barcelonesa y seguía ejerciendo su poder como era propio en una dictadura.» Esta impresionante crónica de aquella banalización de la violencia se lee como una trágica historia de suspense, desarrollada en varios registros expresivos: pormenorizada investigación periodística, relato testimonial, documentada relación de sucesos, ensayo teórico sobre la despersonalización de las utopías igualitarias, y alegato contra la dictadura del pensamiento único. La miseria moral de toda una época queda así reflejada en un libro que se lee con absorbente continuidad, resultando evidente su tono ecuánime y desapasionado, aunque no neutral, porque su compromiso con la verdad es innegable. No se obvia el entorno histórico de aquellos momentos. Estando en prisión Puig Antich y al conocer el asesinato del almirante Carrero Blanco, vino a exclamar: «ETA me ha matado». Y es que esta es también la historia de una venganza de Estado. Este debía reafirmar una fortaleza que desmintiera el simple presagio de su pronta desaparición.
Con este libro, de fascinante lectura por su conseguido tono narrativo, seco y tajante como los datos que exhibe, Manuel Calderón ha recuperado una verdad histórica, despojándola de mixtificadas heroicidades y subsanando injustos olvidos. Una obra imprescindible para la correcta valoración de aquellos trágicos hechos.
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Autor: Manuel Calderón. Título: Hasta el último aliento. Puig Antich, un policía olvidado y una guerrilla contracultural en Barcelona. Editorial: Tusquets. Venta: Todos tus libros.
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