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Madrid, territorio de novela negra

Madrid, territorio de novela negra

Foto de portada: © Javier Campano. Exposición PhotoEspaña: Barrios. Madrid 1976-1980

En 1939, recién terminada la guerra, el Plan Nacional de Ordenación y Reconstrucción decidió crear barrios. Posteriormente Madrid, la urbe, se anexionó municipios a la fuerza, porque la gente que venía del campo a la ciudad a encontrar una vida mejor no cabía en la ciudad. Después de crearse la Obra Sindical del Hogar, que fue el organismo ideado por la dictadura para construir viviendas sociales, se anexionaron al término municipal de Madrid doce pueblos entre 1947 y 1954: Chamartín de la Rosa, Carabanchel Alto y Bajo, Canillejas, Hortaleza, Canillas, Aravaca, Barajas, El Pardo, Vallecas, Fuencarral, Vicálvaro y Villaverde.

La emigración fue descontrolada y las viviendas eran muy precarias y no había bastantes. Se construían torres con materiales de baja calidad en descampados cuyos paisajes consistían en escombreras, ruedas de camión, hierros, perros callejeros y ratas. En la década de los 50 el fenómeno chabolista se disparó. Algunos núcleos se consolidaron y fueron grandes: la Meseta de Orcasitas, Orcasur, Entrevías, la Ventilla, San Pascual, la Alegría, el Ventorro de la Puñalá, el Pozo del Huevo, los Focos, la Celsa o Pitis. Había muchos más. Todos ellos se convirtieron entre los 70 y los ochenta en verdaderos supermercados de la droga. Y había chabolas en todos los arroyos y acuíferos de la periferia, que no eran pocos. El Pozo del Tío Raimundo llegó a ser el barrio chabolista más poblado.

"El delito campaba a sus anchas en terrenos en los que no había colegios ni centros médicos, no hablemos de bibliotecas o centros de mayores"

Se fueron configurando nuevos barrios que se unieron a otros núcleos habitacionales mediante calles y caminos anárquicos que estaban sin asfaltar y en donde el alumbrado público era todavía una quimera inalcanzable. En invierno, cuando empezaba a anochecer, aproximadamente a las 6 de la tarde, caminar por ciertas zonas era peligroso. Ya se sabe que la oscuridad ampara el delito. Había atracos, agresiones y violaciones. Mucha gente, ante la falta de trabajo, eligió la delincuencia como forma de vida. Otros recogían lo que podían por las calles: chatarra, enseres y cualquier cosa que se pudiera vender por cuatro duros. Había rivalidad entre chatarreros y chamarileros y se producían conflictos que terminaban en peleas, a veces con muertos y heridos que provocarían nuevas venganzas.

Si llovía metías los zapatos en el barro hasta las espinillas. No se ganaba para comprar calzado. El transporte público quedaba lejos. Llegar a tu puesto de trabajo, si es que lo tenías, era un triunfo diario. Muchos niños estaban sin escolarizar, por falta de medios. Medios que tampoco abundaban en los núcleos de chabolas, sin agua corriente ni luz eléctrica, y en los que era habitual la convivencia con animales como gallinas, patos, cabras y burros que tiraban de carros construidos con cuatro chapas y dos ruedas de coche. Las ratas eran tan grandes que atacaban y no fueron pocos los niños con mordeduras.

El delito campaba a sus anchas en terrenos en los que no había colegios ni centros médicos, no hablemos de bibliotecas o centros de mayores. Existían las Casas de Socorro, a las que ibas y un tipo que estaba cenando con su familia te daba puntos en una herida sin lavarse las manos.

Foto: © Javier Campano. Exposición PhotoEspaña: Barrios. Madrid 1976-1980

En 1961 se alcanza el récord de chabolas en Madrid: 58 530 es la cifra oficial, pero había más. El Banco Mundial, tras un estudio, señaló que 30 000 familias compartían vivienda en Madrid y que 40 000 vivían en condiciones infrahumanas, seguramente peores que en el Medievo. Todo esto conllevó a que la gente empezara a movilizarse, hasta que en 1964 se aprueba la Ley de Asociaciones, que permitió, eso sí, muy lentamente, ir legalizando las asociaciones de vecinos. La primera en ser legal fue la de Palomeras Bajas. Previamente, en 1963, se aprobó un plan que preveía la construcción urgente de más de seis mil viviendas distribuidas en varias Unidades Vecinales de Absorción (UVA), que eran alojamientos sociales con carácter temporal, aunque algunos se eternizaron en el tiempo. Se programó su construcción, cómo no, en la periferia, y fueron: Canillejas, Fuencarral, Hortaleza (ésta todavía en pie, convertida en solución habitacional permanente), Pan Bendito (en Carabanchel), Vallecas y Villaverde. Se construyeron en un tiempo muy corto, a lo largo del verano del año 1963. El número de viviendas en cada una de ellas fue el siguiente: Canillejas, 998; Fuencarral, 1190; Hortaleza, 1100; Pan Bendito, 655; Vallecas, 1200; y, por último, Villaverde, con 950, lo que supuso un total de 6083 viviendas.

"La delincuencia pasó de atracar en la calle con navajas a robar en gasolineras, estancos y en bancos, ya que no había apenas sistemas de seguridad"

Comenzaron el movimiento vecinal y las organizaciones sociales que luchaban por los derechos de los más pobres. Los movimientos fueron represaliados en la dictadura franquista y medianamente tolerados en la Transición, que distó mucho de ser pacífica, como nos quieren vender. La delincuencia pasó de atracar en la calle con navajas a robar en gasolineras, estancos y en bancos, ya que no había apenas sistemas de seguridad, a veces ninguno. Así que un tipo echado para delante podía llevarse un buen pellizco de una sucursal con un cuchillo de untar mantequilla, como así pasó. Este tipo de atracos a bancos e incluso a furgones blindados no solo eran objetivos de la delincuencia común, sino también de las organizaciones terroristas de entonces, como FRAP o GRAPO, por la presunta facilidad de ejecutar las acciones, atracos que se multiplicaron con la distribución de la heroína a gran escala. Este factor también fue decisivo para acabar con las pandillas de los barrios, numerosas y violentas, así como con la concienciación social de los jóvenes. Al sistema le venía mejor que murieran que tenerlos en las calles protestando.

El problema de la vivienda nunca se solucionó totalmente y llega hasta nuestros días. Hoy, aun siendo un derecho constitucional fundamental, la vivienda quizás es el mayor objetivo de fondos buitres nacionales e internacionales, que especulan, se forran y hacen imposible alquilar u obtener en propiedad una vivienda medianamente digna.

"No es hasta bien entrada la Transición cuando surgen escritores que escriben novela negra"

Con todo lo anterior, con un contexto perfecto para hacer novela negra, ni en Madrid ni en España se publicaba apenas nada, por un motivo obvio: a ninguna dictadura le interesa que ningún escritor divulgue que las cosas van mal, porque en una dictadura «todo va siempre bien». En Cataluña sí hay novela negra, muy testimonial, de la mano de Manuel de Pedrolo y González Ledesma, que fueron muy censurados.

No es hasta bien entrada la Transición cuando surgen escritores que escriben novela negra. Es cierto que hay algunos antecedentes en la dictadura de novela neorrealista o de corte social, como El Jarama, de Sánchez Ferlosio, que gana el Premio Nadal del año 55, o la trilogía La forja de un rebelde, de Arturo Barea, pero no son novelas negras. De la generalmente denominada Generación de la Transición, Juan Madrid sitúa las historias de su personaje Toni Romano en Madrid, más concretamente en el barrio de Malasaña. También Carlos Pérez Merinero escribe novelas negras ambientadas en Madrid, y algunas otras de Julián Ibáñez también tienen a la capital como territorio, aunque la mayoría de sus novelas eligen un territorio rural. Curiosamente, ninguno de ellos es madrileño.

Foto: © Javier Campano. Exposición PhotoEspaña: Barrios. Madrid 1976-1980

De la generación posterior, solo Óscar Urra escribe novela negra al estilo americano, situando a su detective Julio Cabria en el madrileño barrio de Tirso de Molina. Pedro de Paz escribe una serie de novelas que tienen como territorio Madrid, aunque sus historias van más en la línea de intriga. Ninguno de los dos sigue escribiendo novela negra. No podemos olvidar a Carlos Salem, un género en sí mismo, que ha escrito novelas cuyo territorio también es Madrid. Posteriormente, surgen David Llorente, Carlos Augusto Casas y yo mismo, madrileños, y que hemos puesto a Madrid en el mapa de la novela negra.

"A pesar de los brotes verdes, Barcelona siempre ganó por goleada a Madrid en términos de novela negra"

Aun así, creo que la producción sigue siendo escasa, dados los muchos mimbres citados en este artículo. Otro factor que creo que ha influido a que esto sea así en España, al revés que en Francia o Italia, es el excesivo academicismo y el encumbramiento de escritores que consideraban la novela negra un género menor. Había críticos y catedráticos que eran feroces en sus críticas y luego leían novela negra a escondidas e incluso escribían ensayos con pseudónimo. Y hay otro factor decisivo: el mecenazgo de los medios de comunicación y las editoriales hacia escritores de estos que se ponían tan estupendos que eran ilegibles, pero que, sin embargo, eran los que publicaban y se publicitaban en los medios, además de ser considerados como la intelectualidad literaria. Sigue ocurriendo.

Termino diciendo que, a pesar de los brotes verdes, Barcelona siempre ganó por goleada a Madrid en términos de novela negra. Las editoriales estaban allí, y ellos también tuvieron la mítica colección de novelas negras «La Cua de Palla», dirigida por cierto por Manuel de Pedrolo que, a pesar de las trabas y de la censura, tuvo mucha influencia en el territorio catalán.

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