La gestación de esta novela comienza años atrás, en los primeros 2000, cuando tuve la necesidad de desahogar sentimientos y poner en palabras experiencias, unas propias, otras muy cercanas, relacionadas con el maltrato físico y psicológico. Con el tiempo, el primer borrador de lo que hoy es Golpes de mar, se ha ido transformando en mi humilde herramienta para denunciar los peligros de la violencia machista y hacérselos más visibles a las generaciones más jóvenes. Otros dos factores han incentivado aún más la motivación que inicialmente me indujo a escribir esta obra: mi convivencia continuada con el alumnado de secundaria y bachillerato y el trabajo específico desarrollado con chicos y chicas muy jóvenes como responsable de coeducación dentro del Plan Andaluz de Igualdad en la Educación, factores ambos que me han permitido comprobar hasta qué punto muchos de nuestros jóvenes continúan reproduciendo la conducta machista y, en no pocos casos, son hostiles a abrirse a las políticas igualitarias.
Cuando hoy, después de 16 años del primer borrador, releo la novela, me preocupa y me entristece comprobar que, pese a los planes que apoyan la igualdad y pese a las leyes que protegen a las mujeres de la violencia machista, esta lacra, lejos de mermar, se expande sin que podamos evitarlo.
Pero, volviendo a la gestación de Golpes de mar, mientras trataba de dibujar la personalidad de sus mujeres protagonistas que, una vez concebida la trama principal, iban a ser tres, me topé por casualidad con una experiencia que me interesó y me conmovió tanto que no dudé en plasmarla de algún modo en mi novela. A punto de salir del centro donde impartía clases para acompañar al alumnado de bachillerato a una función teatral programada por nuestro departamento, llamaron del juzgado local pidiendo con cierta urgencia la colaboración de una de las profesoras de inglés para que actuara como intérprete en la toma de declaración ante el juez de un ciudadano británico. Al parecer su pareja había sufrido un accidente que le había costado la vida.
Ante aquel requerimiento tan inusual, acordamos que mi compañera se ocuparía de supervisar la actividad programada, mientras yo acudía al juzgado a echar una mano. Fui con cierta reticencia, dada mi inexperiencia en ese campo, aunque me decidí a hacerlo, no sólo por solidaridad (pensando en el pobre inglés que no sabría una palabra de español) sino también porque intuí que aquella experiencia sería importante para mí. Evidentemente, entonces no podía imaginar lo que me iba a encontrar ni en qué modo me afectaría aquella decisión, pero después supe, y hoy, cuando Golpes de mar ha sido editada, puedo confirmarlo, que si no hubiera acudido aquel día al juzgado, esta novela no habría existido, o, en todo caso, no sería la misma.
Quiero hacer constar que los personajes que la integran son ficticios, aunque inspirados en personas tan reales como lo es el maltrato o el abuso, y que los hechos que se describen, algunos ocurridos en la vida real, otros paralelos a ella —si bien algo modificados o matizados para la ficción— responden tristemente a una realidad percibida y conocida.
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Autor: Mercedes de Diego. Título: Golpes de mar. Editorial: Huso. Venta: Todostuslibros y Amazon
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