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Making of de ‘La ciudad bajo la luna’

Making of de ‘La ciudad bajo la luna’

De cómo una historia encuentra a quien ha de escribirla podríamos hablar durante horas. Recuerdo dónde y cómo surgió el “clic” que me hizo idear cada una de mis novelas. La ciudad bajo la luna surgió viendo un documental sobre un cadáver sin nombre encontrado en medio de un bosque. Solo se tenía la certeza de su sexo. La premisa detectivesca de que sin saber quién es la víctima resulta prácticamente imposible descubrir al asesino dio el pistoletazo de salida a la novela. A partir de ese momento mi misión era elaborar la semblanza de los personajes de una novela río en la que todos fueran susceptibles de ser víctima o verdugo, porque todos llevarían atrapados en el alma miedos, secretos, pasiones y ambición. Desde el inicio de La ciudad bajo la luna, el lector deberá estar atento y convertirse en detective. Las pistas llegarán de la mano de una particular narradora (ácida, olvidadiza, tierna): la ciudad que lo sabe todo. “Porque una ciudad es algo más que tierra. Desde el cielo todo lo veo”.

Es la ciudad quien nos habla de la hermosa cantante de jazz Belinda Miller, con sus ojos de atardecer en la playa, por la cual muchos hombres estarían dispuestos a morir o matar. Y nos desgrana poco a poco, síntoma a síntoma, la personalidad traumatizada del capitán francés Adrien Chevalier, superviviente de la Gran Guerra. Y también nos presenta al resto del elenco: un mafioso neoyorquino, una elegante familia de la buena sociedad sevillana, un periodista que resulta un incordio, el infiel dueño de un ingenio azucarero en Cuba…

"Ni que decir tiene que aquello inflamó mi imaginación: Sevilla y Nueva York unidas a comienzos de los años veinte gracias a la Compañía Trasatlántica Española"

Todas las posibles víctimas. Todos los posibles culpables. Mis criaturas consentidas necesitaban habitar un tiempo y un espacio. Y elegir ambos no es siempre sencillo. El “clic” del espacio me lo proporcionó mi editor, y el tiempo se adaptó a él. Durante una comida de trabajo me habló de un trasatlántico de lujo que, en la segunda década del pasado siglo, conectaba Sevilla con Nueva York. Los ricos americanos (que aún nada sabían de la crisis que se les avecinaba, y que vivían inmersos en los felices y locos años veinte) podían atravesar el Atlántico en diez días con toda suntuosidad: salones de té, actuaciones musicales, piscina, comida gourmet, gimnasio… hasta echar el ancla en Sevilla. La España que los románticos describieron quedaba entonces a su entera disposición: Córdoba, Granada, Toledo, Madrid.

Ni que decir tiene que aquello inflamó mi imaginación: Sevilla y Nueva York unidas a comienzos de los años veinte gracias a la Compañía Trasatlántica Española. La Ley Seca, el Cotton Club, la puesta en marcha de la Exposición Iberoamericana, con sus detractores y su capacidad para redefinir el mapa de la Sevilla que ahora conocemos, las mafias que traficaban con licores prohibidos… Todo ello mezclado, no agitado.

"La ciudad bajo la luna me salvó del mundo real. Me permitió ser otras personas"

Ya tenía a los personajes, el tiempo, los espacios, la narradora (que me proporcionaba el título)… Solo quedaba escribir la novela. Y entonces llegó la pandemia y el confinamiento duro. Y las terribles noticias en los informativos. Y esa sensación de que el mundo se escurría entre los dedos, como cuando aprietas un puñado de arena de la playa.

La ciudad bajo la luna me salvó del mundo real. Me permitió ser otras personas. Personas que viajan en trasatlánticos de lujo, que beben ron cubano en el Cotton Club, que aman hasta los tuétanos y odian de la misma manera, que suspiran y sueñan a lo grande. Porque así de mágica es la literatura. Todo lo que me he inventado y que trascribí en los tres meses que duró el confinamiento ahora pueden descifrarlo otras personas. Y vivirlo tal y como yo lo viví (o de otra manera). Ahora La ciudad bajo la luna es toda vuestra.

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Autora: Nerea Riesco. Título: La ciudad bajo la luna. Editorial: Algaida. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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