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Making of de ‘Las mejores condiciones’

Making of de ‘Las mejores condiciones’

El proceso de dar forma a Las mejores condiciones, la disposición en fragmentos cortos y la alternancia de temas, ocurrió bastante tarde. Hasta que el manuscrito no estuvo a punto de entregarse no tuvo su estructura definitiva, con el orden que tiene ahora y con esta idea de empezar una nueva página para cada sección (al principio era todo un texto corrido con asteriscos entre párrafos). El material de partida, sin embargo, se ha ido gestando a lo largo de bastante tiempo. Aunque sea de manera dispersa y con otros propósitos.

Por un lado, hace ya algunos años que tanteaba la idea de una trilogía de libros sobre música, escritos cada uno desde un punto de vista: el intérprete, el compositor y el público. Quería jugar con el estilo y el género, ir cambiando de registro según abordase un asunto u otro, pero sobre todo quería sacar a la música clásica de ese aura de sobriedad y de “estar fuera del mundo” para acercarla a los desencuentros y torpezas del día a día. Me parecía que explicar las confusiones de horarios, los viajes interminables y los proyectos frustrados se acercaba más a la realidad del músico, además de que sería una manera de dejar atrás las reflexiones interminables sobre la esencia del sonido para poder alcanzar a un público más amplio. La manera inmediata de abordarlo fue ir anotando anécdotas que me iban ocurriendo en ensayos y conciertos, y así empecé a ir acumulando todo este contenido.

"Al proponerme componer un texto largo el tono se hacía demasiado pomposo, demasiado elaborado, en comparación con los asuntos sencillos de los que quería hablar"

Por otro lado está la parte del internado, mi estancia en la escolanía de El Escorial. Creo que el hecho de haber pasado allí mi infancia, viviendo y participando en la vida musical del monasterio, es algo muy fácil de mitificar y de convertir en una historia. A poco que hablase de nuestra formación, de explorar los pasillos del edificio o de las celebridades que conocimos, siempre había alguien que me decía que tenía que escribir sobre ello. Recopilar las historias de aquella época fue relativamente sencillo, porque son cosas que no he dejado de contar y porque aún guardo relación con mucha gente que convivió conmigo y que compartió las mismas experiencias.

En su momento intenté desarrollar cada uno de estos proyectos por separado. Incluso las primeras conversaciones con el editor, Jonás Trueba, se desarrollaron con la idea de una novela —partiendo de las circunstancias reales, pero adornándolas para hilar una historia— sobre el internado. Pero tanto esto como aquellos escritos sobre música fracasaron por la misma razón: al proponerme componer un texto largo el tono se hacía demasiado pomposo, demasiado elaborado, en comparación con los asuntos sencillos de los que quería hablar. Un ejemplo de aquellas pruebas: “Todos estos objetos se acumulan por casa y a veces paso por delante y me paro a pensar en ellos, lo mismo que toda esa memoria que está acumulada y que de cuando en cuando reviso. Son el trasfondo, no la estructura. No pueden ser la estructura porque no tienen un orden o una dirección. Su presencia se activa en resonancia con otras cosas”. Se entiende lo que quiero decir, ¿no?

"Al proponerme componer un texto largo el tono se hacía demasiado pomposo, demasiado elaborado, en comparación con los asuntos sencillos de los que quería hablar"

En medio de este proceso, habiendo pensado incluso en desistir de publicar con Caballo de Troya, empecé una newsletter que me ayudó a encontrar el tipo de escritura que buscaba: una sencilla, más cercana a la crónica que a la narración, en la que el humor tuviese un papel importante y en la que, por encima de todo, no hubiese grandes formulaciones o conclusiones importantes. Esto, junto con la ocurrencia de combinar fragmentos breves que fuesen alternando sucesos de la infancia con otros actuales —una ocurrencia que tiene más que ver con la necesidad de reunir cierta cantidad de páginas para enviar a la editorial que con la especulación literaria—, fue el punto de partida de lo que ahora es el libro.

No descarto retomar aquel proyecto de la trilogía musical. Las mejores condiciones podría funcionar como el libro del intérprete, y tengo una idea para un texto de conversaciones entre compositores que puede merecer la pena elaborar. Para la parte del público, sin embargo, no tengo nada claro. Creo que sería algo a medio camino entre un tratado de estética y una novela de terror. Pero no lo sé. El público es siempre el problema.

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Autor: Manuel Pacheco. Título: Las mejores condiciones. Editorial: Caballo de Troya. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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