Los escritores siempre buscamos historias nuevas. Pueden surgir de una conversación, de un libro o de un viaje, pero en la novela negra se suele prestar mucha atención a los periódicos. Durante 2012 y 2013 hubo una noticia que hacía salivar a más de uno: se iba a construir una copia de Las Vegas en Alcorcón. Aquello era como si resucitara Al Capone: mafia, juego, casinos, prostitución… Podía ser revolucionario.
Seguí toda la actualidad durante meses. Los casos de corrupción surgían a diario y a nadie se le escapaba que aquello era la forma habitual de actuar de algunos individuos. Fue la época de los recortes y las manifestaciones. El jefe de la patronal llegó a decir que para salir de la crisis había que trabajar más y cobrar menos, poco antes de acabar en prisión por alzamiento de bienes. Se debatía si se iba a modificar la ley antitabaco, que llevaba poco tiempo en marcha, para que la gente pudiera fumar en los casinos. Pero lo que encendió la mecha fue la portada de El Mundo del 4 de septiembre de 2013. Perdonad si no os pongo el titular, pero no os lo creeríais. Es mejor que lo busquéis en Internet. Básicamente, venía a decir que alguien le había hablado (es decir, sobornado) al COI para que las Olimpiadas vinieran a Madrid en 2020. Así como suena. El Mundo. En portada. Y lo peor de todo es que nadie parecía darse cuenta.
Fue en ese momento cuando supe que no iba a esperar a que construyeran Eurovegas, porque la novela que tenía en la cabeza era sobre el presente, no sobre el futuro. Quería casinos y locales de prostitución como fondo para mis obras, pero ese ambiente corrupto y hostil ya existía. El año 2013 era ideal para lo que tenía en mente. Al final no hubo ni Olimpiadas ni Eurovegas, pero sí una huelga de basureros que convirtió Madrid en una pocilga. Así surgió Los señores del humo.
Para escribirla, me centré en tres aspectos: trama, personajes y estilo.
Mis lectores a veces me preguntan cuándo volveré a escribir sobre el Tuerto Durán, el protagonista de mi primera novela negra, El país de los ciegos. Con la distancia que ofrece el tiempo, me he dado cuenta de que esa novela fue un ejercicio de construcción de personajes y ambientes, más que de trama. De hecho, la historia queda vacía en algunos pasajes, y aún así sigue siendo la más recordada por muchos de mis lectores. ¿Por qué? Porque el Tuerto es tridimensional, va más allá del estereotipo y, por alguna razón, la gente empatizó con ese grandísimo hijo de puta.
Para Los señores del humo subí la apuesta: en lugar de un personaje memorable crearía tres. Cada uno de ellos estaría tan trabajado que se merecería una novela para él solo, pero los enfrentaría y me sentaría a mirar lo que ocurría.
Siempre me han gustado los personajes que van más allá de sus limitaciones. El Tuerto lograba imponerse a sus enemigos pese a tener solo un ojo (de hecho, al final del libro queda ciego). En esa línea se mueve Paco Faura. Policía franquista, retirado por culpa de un infarto, se dedica a actuar como detective sin licencia para millonarios sin escrúpulos. Ronda los 70 años y cualquier esfuerzo o sobresalto puede hacer que su corazón se colapse. Necesita el dinero para mantener a su mujer, en coma desde que alguien la atropelló y se dio a la fuga. Cuando no tiene trabajo, investiga en esa dirección con tal de hallar al culpable.
En el lado opuesto tenemos a CJ, un mercenario yanqui de origen dominicano. CJ trabaja como guardaespaldas para el magnate de los negocios que impulsa Eurovegas. Al contrario que Faura, su entrenamiento y físico lo convierten en una mala bestia. Arrastra secuelas de un encierro de varios días en Afganistán a manos de unos talibanes que decapitaron a sus compañeros de brigada. Él se libró pero acabó tocado.
Y por último tenemos a Aldo Vargas. Aldo tuvo que huir de México cuando los narcos pusieron precio a su cabeza. Agarró la documentación de su hermano gemelo y se marchó a España. Allí acabó en la cárcel y conoció a Dmitry, quien le dio trabajo al salir. Desde entonces ejerce de proxeneta para la mafia rusa mientras trata de autodestruirse a base de alcohol y drogas. Al tiempo descubrió que los narcos apresaron a su hermano tomándolo por él y lo ejecutaron. Encontró el video en Internet y cada noche se obliga a verlo. El video de su decapitación.
Faura, CJ y Aldo. Ninguno es policía. Si añadimos a un asesino en serie nos sale un cóctel de lo más movido. Eso nos lleva al segundo pilar que sostiene el libro: una trama compleja cuya estructuración está medida al milímetro.
En el terreno donde se proyectan los casinos aparece un cráneo humano. El dinero tapa el escándalo y todo queda en nada, pero algo se despierta en algún lugar de Madrid. Algo que estaba ahí, esperando su oportunidad. Es entonces cuando empiezan a aparecer más cuerpos decapitados. Faura piensa que el culpable es el mismo asesino que se le escapó treinta años atrás. CJ sospecha que es un antiguo compañero de armas que ha enloquecido tras el hallazgo de aquella calavera. Y Aldo cree que los narcos han vuelto para ajustarle las cuentas. Todo en 95 capítulos tan breves como intensos, repletos de giros y acción.
Un asesino, tres investigadores y una ciudad corrupta. ¿Se puede subir la apuesta? Sí, con el tercer pilar del que os hablaba antes: la voz narrativa.
Para llevar a cabo una novela de esta envergadura necesitaba un narrador a la altura. He dedicado mucho tiempo y esfuerzo en lograr el tono adecuado, alejándome de lo que solemos encontrar en la novela negra contemporánea. Necesitaba que esa voz fuera el cuarto personaje principal, que tuviera mucho peso, que guiara al lector de forma agresiva y que no lo soltase hasta el último estertor, esto es, hasta la revelación final de la última página. Si he logrado mi objetivo o no es algo que deberá decidir el lector.
El proceso de documentación fue arduo. Me alejé de la visión de turista de Madrid para mostrar algunas de las zonas más desconocidas de la ciudad. La historia nos lleva de los bares más cutres al palco VIP del Calderón, de la Cañada Real Galiana a hoteles de lujo, de zonas de prostitución callejera a fiestas de la Marca España. Algunas páginas son directamente un manual de instrucciones para criminales: cómo obtener una pistola irrastreable, cómo ocultarte para que no te encuentren, todo lo que se puede conseguir con un DNI robado o cómo deshacerte de un cadáver. Que lo didáctico no esté reñido con la diversión.
Creo que este es el making of más pesado y aburrido de todos los publicados en Zenda, pero la vida de un escritor a veces es así. Trabajar, documentarse y hacerlo lo mejor posible. Para hacer un pastel hay que mancharse las manos de harina, elegir los mejores ingredientes y quemar varios en el horno antes de que te salga perfecto. Los libros siguen ese mismo camino del artesano, y lo importante no es el cómo se hizo, sino que el resultado sea satisfactorio para el lector. Solo me queda invitaros a pasar las páginas y que disfrutéis del viaje. Pero cuidado con perder la cabeza: hay un asesino suelto y quienes lo persiguen son aún más implacables.
—————————————
Autor: Claudio Cerdán. Título: Los señores del humo. Editorial: Ediciones B. Venta: Fnac
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: