Cuando comencé a escribir Restauración pensé que sería una novelita corta, que no me llevaría más de un par de meses. Se me cruzó por el camino la idea de escribir acerca del retrato, el efecto de verse a sí misma a través de la mirada de alguien más y lo que eso representa. Había una herida oculta que pugnaba por manifestarse, se impuso e hizo conmigo lo que quiso para convertirse en novela.
El tema de la restauración se sumó de manera orgánica, como si me hubiera estado esperando. Cuando uno escribe una novela va recolectando toda clase de curiosidades, como hacen los cuervos. La casa descrita en la novela existe, pasaba junto a ella para ir a ver al exnovio tóxico y, tal cual, me preguntaba cómo sería vivir ahí, dar un poco de cuidado a ese lugar abandonado y bello. Podría decir que la casa me eligió, me dijo «escríbeme». Varios meses después de terminada la novela, ya publicada incluso, me enteré por un artículo de Liliana Pedroza que esa casa, mi casa de Restauración, pertenece a la familia de Octavio Paz y que había sido ahí a donde se llevó a vivir a Elena Garro cuando recién se casaron. Coincidencias mágicas que desata la literatura.
El proceso de ensamblaje de todas esas piezas fue lento y laborioso. Tenía el arco clásico de tres actos dado por la reescritura de Barba Azul, el proceso fascinante de ir abriendo las habitaciones de la casa, al tiempo que se realizaba la restauración hasta llegar a la puerta de la cámara secreta. Del lado del intertexto de Farabeuf estaba la tirada del I Ching, con sus seis líneas, al que superpuse el hexagrama 18, llamado justamente «La Restauración», lo que dio estructura al presente de la sesión fotográfica. A eso le sumé los antecedentes de Jazmín y de su fallida relación con Zuri, una serie de banderas rojas que hoy parecerían completamente obvias, pero que hace diez años no lo eran tanto: había tantas violencias normalizadas e invisibles que muchas seguíamos sin darnos cuenta. La historia de Gertrudis nació por sí sola, de la misma herida, al ir un poco más profundo y más lejos.
En algún momento imprimí todo lo que llevaba escrito y pegué sobre el muro blanco de la habitación donde escribía seis diferentes columnas que serían las líneas narrativas por tejer. Imaginaba el rompecabezas de la novela como un biombo de seis hojas, donde cada hoja está calada con una figura, y que al cerrarlo se superpone con las demás para generar una figura distinta. Quería crear una suerte de acertijo que involucrara al lector, que lo hiciera partícipe de la historia al armar el rompecabezas y aportar su propia interpretación. Por eso el final es tan ambiguo, se cierra sobre sí, es casi imperceptible el momento donde las historias se conectan como cinta de Moebius. Me llevó más de cuatro reescrituras de la novela llegar a la versión que finalmente se publicó y puedo decir que quedé bastante satisfecha, sobre todo después del esmerado trabajo de edición a cargo de Alfonso Castán, quien no dejó pasar ni una coma, ni un acento, ni un pelito fuera de lugar, y eso lo agradezco mucho, como agradezco a la novela y a sus personajes que junto con tantas otras voces literarias y reales me acompañaron a lo largo de esos cuatro años en ese otro proceso, mucho más personal, de reconocer en mí la herida del patriarcado e intentar aliviarla.
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Autora: Ave Barrera. Título: Restauración. Editorial: Contraseña. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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