“El indiano —cuenta para Zenda G. H. Guarch, autor de esta epopeya familiar en forma de novela— , forma parte de la literatura relacionada con el esclavismo que analiza la sociedad española de la primera mitad del siglo XIX, y especialmente la burguesía catalana, en la que una mayoría no deseaba la liberación de los esclavos, ya que los veía como una fuente de prosperidad y riqueza”.
El indiano es una narración novelada sobre los hacendados españoles de las Antillas, catalanes en su mayoría, que a principios del XIX se instalaron en Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico para hacer las Américas. Inspirada en mi antepasado Pedro Guarch Miralles (1773-1838), protagonista de la historia, al que podemos considerar el hombre que cambió la historia familiar, es sin embargo la fuerza interior del personaje de Bella Salom, su esposa, el que perfila la historia interior de la familia y el relato. Escribí esta historia entre el 20 de septiembre y el 20 de diciembre de 2015, un corto espacio de tiempo para un libro de esta envergadura, porque en realidad la llevaba dentro desde hacía años. Tuve la sensación de cumplir con la última voluntad de mis ancestros.
El hecho de que mi abuelo materno, el doctor Guarch, un popular médico del barrio gótico de Barcelona, de la primera mitad del Siglo XX, alguien que colaboró gran parte de su vida con la Cruz Roja, naciera en Puerto Rico, en la Hacienda San José, en Caguas, fue siempre algo que me hizo imaginar cómo habría llegado a suceder. Con mis abuelos maternos mantuve una relación afectiva muy cercana, ya que durante unos años de mi infancia conviví con ellos en su piso de la calle Puertaferrisa, un lugar estratégico en la Barcelona de mitad del siglo XX, donde también se hallaba la consulta, y años más tarde volví a residir allí unos años, ya en un piso de la planta tercera del mismo edificio, mientras estudiaba la carrera de arquitectura en la ETSAB. Aquel hombre con un fuerte sentido ético odiaba la esclavitud y me inculcó su pensamiento. Él tenía la convicción de que la humanidad había dado un paso de gigante con su abolición.
Sin embargo, muchos años más tarde, en la segunda década del siglo XXI, la triste realidad es que apenas se ha avanzado, ya que la esclavitud sigue entre nosotros. Los mismos traficantes árabes siguen hoy en día con el ominoso negocio del trato de seres humanos, esquilmando las poblaciones subsaharianas, iguales tratantes de esclavos aguardan en las playas de Mauritania, Senegal, Marruecos, Libia…, la misma laxitud en Occidente, un laissez faire amparado por una ambigua legislación, la misma corrupción envolviéndolo todo… El inevitable hombre blanco al final de la cadena. Decidí volver a contar la historia de la esclavitud porque entendí necesario que la gente no olvide y poner un grano de arena para acabar definitivamente con el ominoso tráfico de personas.
Algunos de los que lean esta narración querrán saber algo más. Cuando tomé la decisión de escribir aquella historia tuve que acudir a muchas fuentes, la principal de ellas la memoria, lo que yo recordaba. Algunos hechos que se narran los escuché en casa de mis abuelos mientras viví con ellos, otros estaban considerados “secretos de familia” y por tanto no debería conocerlos, pero lo cierto fue que mi abuelo sentía debilidad por mí, y siempre contestó a mis indiscretas preguntas aunque mi abuela lo fulminara con la mirada. Las frecuentes visitas a Barcelona de su primo hermano Fernando Guarch, propietario final de la Hacienda San José, en Caguas, Puerto Rico, que llegaba a España como el “tío americano”, siempre trayendo ostentosos autos, me hizo preguntarle sobre el origen de la fortuna de los Guarch en Puerto Rico. Cuando tomé la decisión de escribirla, la mayoría de las personas que conocían partes de la historia ya habían desaparecido. A través de varias fuentes y estudios, incluyendo la tesis doctoral de la profesora Birgit Sonesson, “Catalanes en las Antillas” (Archivo de Indianos, España, 1995), y también en www.sologenealogía: Pedro Guarch Miralles-Francisca Salom, pude encontrar alguna documentación complementaria.
Fue mi madre, una mujer culta de pausados y aristocráticos modales, la que enseñó a leer buena literatura a sus hijos, a través de colecciones populares adquiridas durante la República, como “Novelas y Cuentos” —treinta céntimos de peseta el ejemplar semanal— en la que se publicaron por primera vez en España las novelas clásicas francesas, inglesas, italianas y centroeuropeas, que años más tarde hicieron nuestras delicias cuando ella comenzó a proporcionarnos los libros que le habían interesado por algún motivo.
El indiano forma parte de la literatura relacionada con el esclavismo que analiza la sociedad española de la primera mitad del siglo XIX, y especialmente la burguesía catalana, en la que una mayoría no deseaba la liberación de los esclavos, ya que los veía como una fuente de prosperidad y riqueza. Los catalanes participaron de una manera directa y fundamental en la trata de esclavos hasta fechas tan tardías como 1865, cuando España era el único país europeo que pretendía mantener el esclavismo, y Barcelona seguía siendo la ciudad en la que muchos hombres de negocios seguían con la trata de esclavos. Cerca de la mitad del comercio con Cuba, Puerto Rico y las Antillas pertenecía a los catalanes, y las mayores haciendas de las islas mantuvieron esclavos hasta cerca de final de siglo. Este libro es un relato sobre una sociedad que anteponía su bienestar a cualquier sentido ético, analizando los comportamientos de los protagonistas en una trama que atrapará al lector, construyendo un apasionante relato de aventuras con naufragios, haciendas con esclavos, hermosas damas y tesoros perdidos en el mar, que al tiempo se transforma en una implacable denuncia sobre el abuso de unos seres humanos hacia otros.
El resultado final de todas aquellas elucubraciones familiares es una gran historia acerca de un personaje singular, mi antepasado Pedro Guarch Miralles, alguien que hizo fortuna en América cuando el azar le hizo encontrarse en el lugar adecuado al lograr rescatar un importante envío de esclavos de un naufragio en la costa venezolana. Adquirió una gran finca en Puerto Rico para dedicarla a la producción de azúcar y volvió a Barcelona para contraer matrimonio con una hermosa dama, mientras a su alrededor las circunstancias iban tejiendo una trama que finalmente le condujo hacia un inexorable destino. Tengo la certeza de que al mismísimo Robert Louis Stevenson no le habría disgustado leerla.
La línea de genealogía resumida que me conduce desde el protagonista es la siguiente:
Pedro Guarch Miralles (1773-1838) y Francisca (Bella Salom), protagonistas de la narración > Pedro Guarch Salom (1803-1872) > Juan Guarch San Millán (1845-1923) > Juan Guarch de la Torre (1880-1963) > María del Carmen Guarch de la Roza (1919-2002) > G.H.Guarch (1945) (Autor de El indiano).
Añadiré que los hijos de Pedro Guarch y Bella Salom siguieron con su comercio de negros en la polacra La Constantinopla, aunque nunca llegaron a ir a África con ella. No les fue preciso, pues llegaron a un acuerdo con varios tratantes que adquirían la ominosa y muy rentable mercancía en las playas de Costa de Marfil y Guinea y la transportaban jugándose el tipo con la armada inglesa hasta ciertas bahías naturales en Antigua y Jamaica. Allí se elegían a los que valían la pena, y por ellos pagaban al contado o en oro al peso. De allí, La Constantinopla los trasladaba a los mercados de esclavos de las Antillas y determinadas ciudades como Cartagena de Indias, la Guaira, Belem, incluso Fortaleza y Natal en Brasil, dejando muy buenos réditos, teniendo en cuenta el gran riesgo que corrían. A los cuarenta y cinco se retiraron para reinvertir en Puerto Rico, donde volvieron a adquirir la Hacienda San José y prosiguieron con el ingenio de azúcar. Pedro Guarch Salom casó con Francisca de Paula Caracena, la hija de Rosalía Caracena, propietaria de una importadora de vinos en Londres que su padre había conocido en aquella ciudad. Enviudó de ella y volvió a contraer matrimonio con Magdalena San Millán, mi tatarabuela. En cuanto a Pelegrin, hombre más pausado y tranquilo, se dedicó a los negocios de bolsa en Barcelona, ya que la herencia Salom le había dejado el suficiente dinero para iniciarlos. También se encargó de los de sus hermanas, Francisca, Carmen y Dolores. Esta última era la que más se parecía a su madre, algunos decían que como una gota de agua, pero los que la habían conocido aseguraban que Bella Salom había tenido un encanto personal muy especial que ninguna de sus hijas había heredado.
Guarch Salom fue un intelectual. No hay mucho que contar de él porque se dedicó a estudiar y a leer. Nada hizo que llamara la atención, pero cuentan que tuvo una vida tranquila y murió de viejo.
El doctor Rapallo, esto es, el padre León, S.J., fue expulsado de la orden. Murió en Miami a los noventa y cinco años, estudiando las costumbres de los semínolas. Su obra desapareció con él en el incendio que arrasó su casa.
Casimiro de la Hacienda llegó a ser el negro más considerado de Puerto Rico. Tuvo familia y colocó a todos los hijos, todos ellos lucharon por conseguir la abolición, hasta que finalmente se llevó a cabo en un solemne acto celebrado en la Asamblea Nacional de Puerto Rico el 22 de marzo de 1873, treinta y cinco años después de la muerte de Pedro Guarch Miralles, asistiendo a la misma su hijo mayor, Jacobo Pelegrin Guarch Salom, que colaboró activamente en la causa.
En cuanto a Tecla de la Hacienda, se convirtió en curandera. Muchos iban a buscarla para que les recetara las hierbas adecuadas, o les confeccionara el mejunje que necesitaban para sus dolencias. Adquirió fama y vivió hasta finales de siglo en Caguas. Ella aseguraba que los años que estuvo sirviendo a Bella Salom fueron los mejores de su vida, y que nunca había conocido a nadie tan obstinado y terco como don Pedro Guarch, pero que a pesar de ello, aquel hombre se adelantó casi medio siglo al liberar a sus esclavos cumpliendo con la voluntad de su esposa, una elegante mujer a la que todos allí conocían como la Dama de Puerto Rico.
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Autor: G. H. Guarch. Título: El indiano. Editorial: Almuzara. Venta: Amazon y Casa del libro
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