Himno de retirada, que suena mucho mejor que su original Recessional, es uno de esos libros en los que te adentras para ver de qué palo van, qué coordenadas ideológicas podrían situarlos. En este caso David Mamet no deja lugar a dudas de que escribe desde la aversión al leftism que no es exactamente lo mismo que nuestra progresía posmo, aunque cada vez vayan pareciéndose más. Mamet es judío y no muy amante de la sonoridad de su apellido, así que agradeció mucho que Jackeline Bisset se lo afrancesara, se entiende que por el modo en que la actriz debía pronunciarlo, pero más allá de todo eso es una personalidad cultural relevante y, más todavía, un director de mucho y muy buen cine. Aunque hable más que nada de Norteamérica, su libro se rebela contra una serie de asuntos globales que empiezan a ser molestos para muchas personas, probablemente para bastantes lectores que no sean tan de derechas como este autor, o que no sean de derechas en absoluto.
Habla de la Biblia y la Torá, de Broadway y muy escépticamente de cambio climático, que considera poco menos que un milenarismo contemporáneo. El tono es casual y literario, jalonado por consignas que van apareciendo aquí y allá, y que van perfilando una especie de trumpismo ilustrado. Y lo cierto es que su sensación de que una nueva religión toma forma y se expande, con sus doctrinas y lenguajes litúrgicos, con todo un nuevo rigorismo, es más que evidente excepto para quien no lo quiera ver, pero no deja de ser desconcertante que no haya referentes críticos en las izquierdas y que sea un autor como este, una rara avis en la galaxia neocón, el único que parezca estarse dando cuenta de que algo ocurre, algo que empieza a volverse orwelliano y delirante.
En El retrato de Dorian Gray (1890) Wilde escribió que “no hay nada parecido a un libro moral o inmoral” y que “los libros están bien escritos o mal escritos y eso es todo”. Esta perspectiva intelectual se ve ahora amenazada por el sectarismo de las posiciones, que genera desde guerras domésticas en campos como los del feminismo hasta cismas en el corazón del republicanismo estadounidense. Son malos tiempos para el pensamiento autónomo, lo que es habitual, pero siempre más exacerbado cuando suenan tambores de guerra —en este caso— cultural. Lo triste y recurrente de todo el asunto es que la cultura woke, que es contra la que Mamet reacciona, solo lee libros “morales”, y que el enemigo ni siquiera los lee propiamente, decantándose más bien por foros y webs en los que poder encontrar una realidad ajustada a sus creencias. Lo que viene siendo la posverdad, vaya, aunque frente a una hiperverdad mediática, en la que los intereses de las grandes corporaciones se alinean sospechosamente con los de los movimientos sociales.
Alcanzada una cierta velocidad de crucero, Mamet empieza a armar un discurso al que ya se le coge la medida: rechazo de lo público, denuncia del adoctrinamiento en escuelas y universidades, y una preocupación más o menos paranoica por cómo las minorías podrían estar marcando las agendas políticas y culturales en Occidente. No se le puede quitar la razón respecto a ciertas cosas, dado que casi todos hemos visto cómo Netflix arruina sus series a golpe de cuota, o aquí, cómo se financian películas y privilegia a artistas solo por su pertinencia propagandística, pero también parece olvidarse de serios problemas de fondo en “el país más libre y próspero de la historia”. Como quiera que sea, toma partido con la virulencia típica de los renegados, en su caso, de la tradición liberal que domina las artes escénicas sin que existan muchas voces discordantes. Este último motivo basta para recomendar el libro, al menos, para quien aspire a tener una visión más amplia del fenómeno de la cancelación y sus difusos límites. Son algo más de 200 páginas bien aprovechadas, así que adelante.
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Autor: David Mamet. Traductora: Verónica Puertollano López. Título: Himno de retirada. Editorial: Deusto. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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