El mal como rutina. Un hombre joven y ocioso, que practica el running por vicio y que atiende el huerto de un amigo, se empecina en una discusión con un vecino y transforma su vida, como quien cría palomas o colecciona sellos, en la de un sádico cruel. Mañana es el día siguiente es una crónica del mal. Zenda reproduce un fragmento de la novela de Mario Marín publicada por Ediciones del Viento.
UNO
Esto me ocurrió hace solo un año. Me embarbasqué sin freno. Y en cualquier momento vendrán y me llevarán. Estaré en la terraza, viendo algún catálogo de los van Eyck, o de Botticcelli, o de Ribalta. Entrarán con un ariete gritando que al suelo y me dejaré coger.
Porque fue mucho. Como romper en agosto un panal con otro panal. Mucho de mucho. No hay otra manera de explicar la cosa sino con la existencia de Dios, porque pasó muy gorda. O fue el nuestro o el de los moros o el de los chinos o se pusieron de acuerdo los tres. La cuestión es que me encabroné y después no supe salir. El asco me pudo.
No fue tampoco por una racha de bares. Mi médica me había tenido agarrado con una medicación fuerte por lo del oído y llevaba más de un mes sin beber nada fuerte. Tampoco fumado. Fumo desde siempre, pero si me da el punto, me paso semanas enteras fresco. La primera vez que me drogué tenía doce años y fue con chicharrones. El chicharrón, si está bien amasado y tú tienes mucha prisa y mucho miedo, te lo meten por hachís y ni te enteras. Se lo pillábamos al hermano de Braulio. El cabrón tenía siempre una postura de chicharrón para los vainas que comprábamos la primera vez. Después, a los dos o tres días nos buscaba y nos pasaba para un par de porros. Se murió este año pasado, y seguía con lo del chicharrón para los aventajados.
A mí me sigue gustando el jaleo, pero ya no hay fuerza para tanto y cada vez la cago menos. Con los veintitantos tuve filos muy malos, de solo ganar para gastar, de buscar siempre lo torcido y de salir una noche aquí y terminar dos días después detrás de allí.
Ahora desde hace un tiempo vengo con otras miras. Hay que respetarse a uno, porque no tenemos más pecho ni más piernas ni más cabeza que la que tenemos, y tienen que durar. Fue mi vecino Pedro quien me convenció. Yo vivo en Huelva, en la Avenida de las Adoratrices, en el bloque del DIA. Y Pedro también. Nunca hemos sido amigos del mismo grupo, él es cinco años más nuevo que yo y tenía su propia gente. Pero sí hacíamos la misma ruta; mismos bares, misma droga y mismas discotecas.
Hará tres o cuatro años Pedro empezó a correr con su hermano chico. Enrique es un chaval largo y muy serio que ahora trabaja en Alosno, de bombero de Diputación. Tenía que prepararse unas pruebas muy zumbadas de correr en unos tiempos y hacer unas tablas de algo y el chaval llevaba muchos años entumecido con los estudios. Cinco para sacarse Turismo y terminar haciendo guardias de noche en el Canela Golf de Isla. Pedro con su hermano es locura, y cuando le dijo que corriera con él, solo le dijo que cuándo y hasta dónde.
Después de las carreras, el hermano siempre se subía y Pedro y yo nos tomábamos dos o tres cervezas en el Bar Madrid. Cuando el chaval hizo los exámenes y aprobó, Pedro me dijo que corriera con él, y desde entonces no he parado. Es una locura lo del footing. Como un vicio.
Booktrailer: Mañana es el día siguiente
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Autor: Mario Marín. Título: Mañana es el día siguiente. Editorial: Ediciones del viento. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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