Marc Ros (Barcelona, 1974), cantante y compositor de Sidonie, acaba de publicar su primera novela, El regreso de Abba (Suma de Letras, 2020), y anda rematando el que será el noveno álbum de su banda, de igual título que su primer retoño bibliográfico. “La novela —afirma su autor— acaba en el disco o el disco acaba en la novela. Todo empieza y acaba donde tú quieras. (…) Sylvia Plath decía que la diferencia entre escribir poesía y novela es que en la primera no podía poner cepillos de dientes y en la segunda, sí. Yo necesitaba el espacio para que los personajes de mis canciones se pudieran cepillar los dientes”.
En El regreso de Abba, Ros ubica en Cadaqués, pueblo que “ha atraído a piratas, brujas, poetas, pintores y músicos”, a Abba, a Hugo y a Domènech. Son, respectivamente, una cantante, el compositor y líder de una banda decadente y un cineasta, tirando de eufemismo, peculiar. Una discográfica sin nombre ha encargado a los dos primeros la creación de un álbum interpretado por Abba y con canciones compuestas por Hugo; Domènech debe hacer un documental que registre la gestación de la obra. Valiéndose de esta triada de personajes, el novelista ofrece una biopsia literaria —y muy humana— del mundo musical y muestra los miedos, las dudas, los vértigos, las búsquedas, los hallazgos y las alegrías de quienes se dedican a cantar historias: “Tenía que hablar —cuenta a Zenda— de un mundo que yo conociera bien, en este caso el mundo de la música. Hubiera sido una liada muy grande si, en mi primera novela, me meto a escribir novela negra o a hacer Graham Greene, o a hacer ciencia ficción, un Asimov: no conozco el terreno”.
Ros dice que Kerouac, los Beatles y los Stones “fueron los que empujaron a un tío muy hogareño y muy miedica a saltar a la aventura”. Afirma que, como Nick Cave, “tiene un horario de oficina” y que “escribir, para mí, es una consecuencia de leer, y leer ha abierto una brecha entre mis monstruos y yo. Me he sentido muy protegido por la lectura. Tengo bastantes problemas de comunicación. En los últimos años, gracias a una terapeuta, descubrimos que padecía un poco de ansiedad social. Esto entra en contradicción con la imagen que tienes de mí encima de un escenario tocando con Sidonie. El mismo tipo inseguro y tímido sigue ahí”.
Lo más parecido a un villano que hay en El regreso de Abba son unos magnates inmisericordes de una discográfica que, de una forma obscena, desprecian el arte en pos del beneficio económico. ¿Existen estos tipos en la vida real y, sobre todo, actúan de una forma tan descarada? Responde Ros: “Hemos conocido a gente que te regala un gramo de cocaína para que hagas una buena crítica del próximo lanzamiento de la compañía, o que quema CDs y los lanza a un cubo ardiendo. CDs con los sueños de la gente”.
Uno de los personajes de El regreso de Abba, Federica Fellina, dice en una escena que transcurre casi al final de la obra: “El odio es pop, ha vuelto, ¡y de nuevo lo puedes votar!”. ¿Ese odio va a más? ¿Llegará la sangre al río? Ros contesta que, durante el confinamiento, “quizás la gente mala sí que esté aprendiendo cosas. Cuando salgamos y nos encontremos todos en la calle, uff… El odio se alimenta muy fácilmente con cualquier cosa, es combustible. Vamos a flipar. Me da un poco de miedo”.
La entrevista completa la pueden ver en este vídeo:
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