Bernard de Fallois es un catedrático reconvertido en editor que tuvo el privilegio, durante sus años de doctorado, de acceder a las carpetas de Proust que conservaba su sobrina Suzy Mantet, en donde «descubrió a principios de los años 1950 los manuscritos de Jean Santeuil y de Contre Saint-Beuve», publicados en Gallimard cuando contaba tan solo 26 años. Quien fue profesor un día —como señala el propio De Fallois evocando un proverbio que gustaba citar a Marcel Pagnol—, profesor toda la vida. Son muchas las cuestiones que el mencionado descubridor del Jean Santeuil aborda en estas siete conferencias en las que trata de dilucidar la poética de Marcel Proust para explicar cabalmente su obra.
En realidad, son nueve epígrafes los que estructuran estas Siete conferencias sobre Marcel Proust, reunidas bajo el sello editorial de ediciones del Subsuelo, con traducción de Lluís María Todó, Supongo que el dividirlo en siete partes, poniendo casi como exentas los epígrafes titulados «Los lectores de Proust» y «Las Lecturas», se corresponde con las intenciones del ponente de establecer una analogía con la heptalogía de En busca del tiempo perdido.
La primera llamada de atención que De Fallois hace al lector es la practica imposibilidad de seguir con Marcel Proust el método Saint Beauve, ya que el que pretenda conocer todo lo que aconteció al autor parisino en su vida tiene una ardua tarea lectora por delante. En primer lugar, leer «la correspondencia general y cronológica establecida por [el] académico norteamericano Philip Kolb […] Miles de cartas», sin contar las correspondencias particulares, por ejemplo: «las cartas a su madre [], y las que escribió a Raynaldo Hahn, a Lucien Daudet, a Robert de Montesquiou, a madame Strauss, [y] a la condesa de Noalles, etc». A ello hay que sumar los testimonios de las personas que lo conocieron, como Robert Dreyfus, Danil Halevi, Jean Cocteau y Paul Morand, así como una docena de biografías, entre las que nuestro conferenciante destaca la primera «creo que fue la de León Pierre-Quint», la de André Maurois, titulada significativamente En busca de Marcel Proust, el voluminoso estudio del biógrafo inglés George D. Painter y, también, la que considera como más completa, la realizada por Jean-YvesTadié. Al lado de todas estas obras, el profesor-editor no se olvida de señalar sumariamente las numerosas monografías, tesis y estudios que se han realizado sobre los diferentes aspectos de la vida y obra del preclaro autor de la Recherche.
Una abrumadora relación que le sirve para posicionarse —no solo para advertir y aleccionar al lector— y oponerse al método Sainte-Bauve y a los que pretenden encontrar en la vida de un determinado escritor los esenciales significados de su escritura. De Fallois señala el hecho paradójico de que Proust cuestionase abiertamente esta forma crítica de abordar una obra literaria, por medio de la cual conviene conocer «ciertas cuestiones» personales del escritor si se pretende interpretar adecuadamente los verdaderos alcances de sus valores creativos y, en cambio, en la mayoría de las ocasiones, se abordase desde estos presupuestos la lectura de En busca del tiempo perdido, deslizándose permanentemente la dilucidación de sus contenidos ficcionales a los aspectos biográficos, o analizándose estos a la luz de aquellos.
Paradoja en la que incurre, a pesar de sus declaradas intenciones y bienintencionados propósitos hermenéuticos, el propio De Fallois. El catedrático-editor no deja de utilizar una y otra vez en sus sucesivas conferencias, a la hora de abordar las complejas cuestiones que suscita la Recherche, los denostados argumentos biográficos que con tanto ardor proustiano cuestiona. Evidenciando lo difícil que resulta deslindar en Marcel Proust lo biográfico de lo ficcional y lo ficcional de lo biográfico, al estar urdidas sus fabulaciones y alegorías con escritura autográfica, siendo en su caso extremadamente dificultoso y complejo abordar su obra creativa desde una perspectiva meramente formalista o narratológica.
Bernard de Fallois se apoya en Proust y en su teoría de los dos yo para explicar esta dicotomía, entre la obra y la vida, o si se prefiere entre los elementos ficcionales y los avatares biográfícos. El autor de Por el camino de Swann, como señala nuestro conferenciante, diferencia en un escritor «el yo humano, mundano, social, individual, y el yo profundo del creador que nadie conoció jamás en vida». Esta escisión entre el yo mundano y el yo creador la presenta De Fallois como una de las ideas originales de Proust, que sustenta y fundamenta su poética, y al que atribuye el honor de haber sido el primero en formularla. Pero el profesor-editor se olvida de que ya Henry James en la novela corta La vida privada (1892) plantea esta cuestión, entre el escritor aparente, de éxito social, superficial y fatuo y el verdadero creador, oculto a la sociedad de su tiempo, que escribe las obras maestras en total aislamiento. Claro está que Proust otorga otra dimensión, quizá por influencia ruskiana, a ese «yo profundo», hermanándolo con el yo creador que a lo largo del tiempo ha ido —y va— tejiendo las grandes obras artísticas capaces de trascender la usura implacable del tiempo: «El hombre de genio tan solo puede dar nacimiento a obras que no morirán si las crea a imagen, no del ser mortal que es, sino del ejemplar de humanidad que lleva en él». Por lo que la misión más elevada del crítico es la de descubrir ese «ejemplar de humanidad» imperecedero que el escritor deja entrever, la mayoría de las ocasiones connotativamente, en los tamices de su escritura.
Este planteamiento de los dos yo se refuerza, de manera análoga, con la teoría de los dos tiempos que gobierna el tiempo humano y que fundamenta la escritura de la Recherche. Entre los dos yo y los dos tiempos se produce una simetría inequívoca que sustenta los arquitrabes y arbotantes de la insondable catedral proustiana. Es sabido que a Proust le gustaba comparar su magna obra con una catedral. Esta compleja teoría del tiempo la explica simplificadoramente De Fallois en apenas unos párrafos:
«El tiempo cronológico, el que sirve para contar, y el tiempo real, que no es continuo, que sufre eclipses, cortes de corriente, y que es el verdadero.
Así como existe el yo exterior, el que conocen los demás, y el yo real del creador, del mismo modo existe el tiempo del que creemos acordarnos y el que nos viene según el azar, y que es el verdadero».
No resulta extraño que, debido a este núcleo generador, el autor de Los placeres y los días pensase titular inicialmente su obra —precisamente debido a la coexistencia intermitente de estos dos tiempos— Las intermitencias del corazón, divididas a su vez en dos partes, El tiempo perdido y El tiempo recobrado. Título y estructura narrativa que se apoya en una teoría del tiempo que recuerda la durée formulada por su primo político el filósofo Henry Bergson y que Proust, de alguna manera, reformula literariamente en su teoría de la memoria involuntaria.
Es entre estos dos yo, el del personaje real y el de ficción, y entre estos dos tiempos, el cronológico y el de la creativa durée literaria, entre los que se mueve el lector de la obra proustiana. Un movimiento que adquiere complejidades glosemáticas, ya que el yo desdoblado del Narrador vuelve a desdoblarse en el yo del lector, así como los dos tiempos que gobiernan nuestra vida. Todo un proceso de interiorización que hacen que la lectura de En Busca del tiempo perdido no sea un mero entretenimiento, ni mucho menos inocua. Quizá, porque como señala Bernard de Fallois refiriéndose a Marcel Proust: «la realidad verdadera no está jamás en el objeto, no está ni en Odette, ni en Morel, ni en François le Champí, sino en la mente que los transfigura».
Siete conferencias, aunque en realidad sean nueve, que, siguiendo las exigencias del imperecedero morador de la rue Hamelin, pueden considerarse esenciales.
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Autor: Bernard de Fallois. Título: Siete conferencias sobre Marcel Proust. Editorial: Ediciones del Subsuelo. Venta: Todostuslibros.
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