En estas misivas se auscultan las implicaciones privadas que conforman la ética de nuestras interacciones: “Para mi placer y deleite, mi comodidad y paz, vivo una vida retirada, una vida hogareña, libre de los enredos, los clamores confusos y el ruido retumbante del mundo, pues en este retiro vivo en un silencio tranquilo, en el que tengo mis propias contemplaciones”.
En sus Cartas sociables (1664; Cátedra ediciones, 2024; Edición de Sonia Villegas López), Margaret Cavendish (1623-1673) profundiza en el registro histórico de su época, involucrándose, de paso, en nuestros debates acerca de cómo obtener el cambio deseado. Trescientos sesenta años después de haberlas escrito, la aristócrata, filósofa, poeta, científica, escritora de ficción y dramaturga inglesa sigue intentando incorporar los precedentes al aquí y ahora.
Abierto y sintácticamente rico es el idioma de la que fuera duquesa de Newcastle, mediante el cual pretende superar las difíciles circunstancias de la Guerra Civil Inglesa (1642-1649) para impulsar no sólo lo que podemos hacer, sino también lo que podemos imaginar, consciente de que “el ingenio hace una escalera de palabras para subir a la alta torre de la fama, y la lengua lleva a los hombres más allá de sus pies y les construye un palacio más majestuoso y duradero que sus manos”.
La pensadora liberal y luchadora por el reconocimiento de la mujer del siglo XVII se centra en abordar la global sinrazón que vertebra la división social: “La diferencia entre un hombre sabio y uno necio es que el hombre sabio lleva su felicidad todavía dentro de él, y el necio siempre la busca fuera de él, y rara vez o nunca la encuentra”.
Con una inteligencia nada artificial, la narradora de El mundo resplandeciente (1666) logra construir un futuro mejor, extrayendo de la historia precedentes y paradigmas que podrían aportar soluciones que creíamos olvidadas: “El sabio nunca busca la felicidad, porque siempre la tiene consigo”.
Lleno de ideas e invitaciones a la reflexión, este volumen aboga por el conocimiento de la ciencia y la filosofía con una escritura exquisita que enfatiza las maravillas y los absurdos de los cuentos de hadas que nos contamos, aderezándolos con ironía: “El lecho nupcial es la tumba del amor”.
En la visión de la que fuera dama de la reina Enriqueta María de Francia, llegando incluso a acompañarla al exilio en Francia tras la derrota del bando monárquico, no somos meros autómatas, sino que estamos impulsados por objetivos y propósitos independientes: “Las mujeres no reciben la educación que debieran recibir, quiero decir, la de calidad; muchas veces las educan sólo para bailar, cantar y tocar el violín, escribir cartas elogiosas, leer romances, para hablar alguna lengua que no es la suya nativa”.
Al combinar estudios de casos con reflexiones personales, el de la primera mujer en ser recibida en la Royal Society de Londres sigue siendo un libro repleto de esperanza, compasión y perspicacia, tres siglos y medio después de haber sido concebido: “Sus padres cuidan más de los pies [de las mujeres] que de su cabeza, más de sus palabras que de su razón”.
Que ninguna criatura se mueve en una burbuja perceptiva parece ser la conclusión, sino que existe en relación con otras entidades: “Uno puede ser muy buen amigo mío y, sin embargo, no ser de mi opinión”. Las disquisiciones de la representante de la Restauración monárquica de 1660 nos permiten ver que los males contemporáneos, como la austeridad y la desigualdad, son contingentes, no inevitables.
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Autor: Margaret Cavendish. Título: Cartas sociables. Traducción: Sonia Villegas López. Editorial: Cátedra. Venta: Todostuslibros.
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