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Mari Pau Domínguez: «La cultura debe seguir siendo la tregua necesaria»

Mari Pau Domínguez: «La cultura debe seguir siendo la tregua necesaria»

Hablamos con la periodista y escritora Mari Pau Domínguez de su último libro, No habrá otra primavera (La Esfera de los Libros, 2022), donde se cuenta la intensa y apasionada vida de Carmen de Icaza, una de las escritoras más leídas de los años cuarenta, que Mari Pau ha narrado con extraordinario pulso para sacar del olvido a una de aquellas mujeres que supieron alzar la mirada y sobrevolar posicionamientos políticos y rencillas ideológicas. Una verdadera vida “de novela”.

La charla tiene lugar en la impresionante terraza del Hotel Urban, en la madrileña Carrera de San Jerónimo. La escritora nos ha citado allí porque “aquí me tratan muy bien. Me siento como en casa”.

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—¿Por qué dedicarle un año de tu vida a Carmen Icaza?

"Podría mentirte y decirte que era una mujer que me fascinaba desde hace tiempo y tal, pero no. La verdad es que ha sido un encuentro fortuito y maravilloso"

—Podría mentirte y decirte que era una mujer que me fascinaba desde hace tiempo y tal, pero no. La verdad es que ha sido un encuentro fortuito y maravilloso. Y se lo debo a Ymelda Navajo, editora de La Esfera de los Libros, que me contactó para pedirme que escribiera la historia de esta mujer. Y fíjate, hacía muchos años que yo no escribía en esta editorial, realmente desde mi primera novela histórica, El diamante de la reina, en la que narraba un episodio de la vida de Isabel de Valois. Y ocurrió más o menos así también. Realmente a Ymelda y a La Esfera les debo el descubrimiento en profundidad de dos mujeres excepcionales con vidas de novela.

—¿Cómo es hacer una novela por encargo?

—Pues te diría, después de once novelas, que la sensación es mejor que cuando tú planteas un proyecto personal, porque en este caso te quedas con la sensación maravillosa de haber sido “la elegida”. Se produce un vínculo especial entre editor, libro y proyecto; una especie de reto y también una presión y una responsabilidad de responder ante un equipo que confía plenamente en ti. Eso personalmente me resulta muy motivador.

¿Qué has descubierto de Carmen Icaza?

—Pues cuando me senté frente al personaje para iniciar el proyecto y la miré a los ojos me di cuenta de lo difícil que era contar la vida de esta mujer, por muchas razones: por la época tan controvertida, por su personalidad compleja y apasionante y por el entorno familiar, tan notable en la sociedad española de los años 30 y 40, así como su relevancia en el devenir político y cultural de España. A la mitad de la novela me dije: «Yo no voy a conseguir llegar a buen puerto». Además, cuando contacté con su nieto para documentarme, Íñigo Méndez de Vigo, el exministro de cultura, me decía todo el rato: “¿Estás segura de que quieres escribir sobre mi abuela? Pero si mi abuela no tenía una vida de novela”. Me quedé planchadísima, pero ya no había marcha atrás. Una vez terminada la novela se la hice llegar, por supuesto, e inmediatamente me llamó y me dijo: “No has podido reflejar mejor a mi abuela, con sus luces y sus sombras. Reconozco que me he equivocado. Sí que tenia una vida de novela, o más bien de novelón”.

"Durante 15 años Sonsoles de Icaza, su hermana, modelo de Balenciaga, fue la amante de Serrano Suñer, cuñado de Francisco Franco"

La historia de Carmen comienza con una escena singular, que es cuando ella tiene que decirle a su sobrina de 17 años que no puede casarse con su prometido porque son hermanos, ya que ella es fruto del amor secreto entre Sonsoles Díez de Rivera y el cuñado de Franco, Ramón Serrano Suñer.

—Es que yo creo que ese momento tremendo, que es absolutamente real, define muy bien el carácter de Icaza: una mujer sensible y valiente a la hora de afrontar un problema familiar que su propia hermana no fue capaz de solucionar. Durante 15 años Sonsoles de Icaza, su hermana, modelo de Balenciaga, fue la amante de Serrano Suñer, cuñado de Francisco Franco, y no vio el peligro de que la hija que habían concebido se enamorara del hijo de Serrano Suñer, pues se habían criado muy unidos. Un secreto a voces que todos callaban y que terminó de forma inevitablemente traumática.

—¿No temías, tal y como está el patio, que te acusaran de fascista al haber abordado la vida de esta mujer que colaboró estrechamente con el régimen de Franco?

"No ha sido fácil contar la historia desde el lado desde el que no se suele contar, porque fueron los ganadores de la Guerra Civil"

—Pues sí. No ha sido fácil contar la historia desde el lado desde el que no se suele contar, porque fueron los ganadores de la Guerra Civil y los que cometieron las peores tropelías tras la victoria. La revancha cruel del ganador. Nunca podremos saber, desde luego, qué habría pasado si hubiesen ganado la guerra los republicanos, pero desde luego lo que sí que yo quería reflejar al principio de la novela es cómo se van formando los dos bandos, cómo se van disgregando y dividendo las dos Españas y cómo en esas dos Españas las atrocidades están muy igualadas. Esa bifurcación era lo que yo quería contextualizar como fondo de esta biografía.

—Pero tenías claro que el contexto histórico no podía arrebatarte la novela, ni por peso ni por extensión.

—Si lo hubiera permitido la novela se me habría ido por ahí. Yo además soy muy crítica también como lectora con las novelas sobre la Guerra Civil, y entonces he procurado no cometer el error que a mí no me gusta ver cuando soy lectora y que últimamente he visto en tantas novelas: uno se encuentra a borbotones con toda la información histórica, detalles, hechos, anécdotas, fechas, marcas, nombres, días… que el autor, incapaz de seleccionar, ha volcado íntegramente. Creo que esa incontinencia casi siempre perjudica a la narración. Tras documentarme con rigor, he sometido a un severo tamiz todo aquello que podía empañar la historia. Creo que el resultado es equilibrado, o al menos no es abrumador.

—¿Hay esta lección que tú extraes tras escribir novela?

"Ojalá los políticos de hoy fueran capaces de encontrar puntos de encuentro en la cultura"

—Por supuesto. Es una lección extrapolable a nuestros días y se basa en un ejemplo emocionante: el hecho de que nacionales y republicanos se disputaran, para leerla, en plena Guerra Civil la novela escrita por Carmen de Icaza, titulada Cristina Guzmán. O el hecho singular de que una comunista recalcitrante como era Dolores Ibárruri, La Pasionaria, fuera fan de la literatura de una falangista y lo reconociera públicamente. Ojalá ahí enfrente, en el Congreso de los Diputados, ocurriese esto; ojalá los políticos de hoy fueran capaces de encontrar puntos de encuentro en la cultura.

—Un buen ejemplo de lo que supusieron las novelas de Carmen es lo ocurrido en la cárcel de Alicante.

—Efectivamente, y lo cuento en el libro porque me parece fundamental. En aquella cárcel de Alicante, donde había estado preso José Antonio Primo de Rivera, los presos se repartían por turnos el único ejemplar de Cristina Guzmán, la novela de Carmen. Hasta que un miliciano republicano se dio cuenta y dio la orden de requisarlo a los presos para circular, de mano en mano, entre los republicanos, sus familiares y sus novias. Eran los años de la guerra y claro, conseguir libros, como conseguir comida o cualquier otro bien, no era tarea fácil. La lección, insisto en esto, está ahí y no debemos olvidarla. Por encima de los ideales, los bandos y las batallas, la cultura debe seguir siendo la tregua necesaria.

—¿Es esa la razón por la que utilizas fragmentos de esa novela de Carmen para articular la narración de tu propia novela?

—¡Es que esa novela de Carmen define tantas cosas…! Cuando me senté a leer por primera vez Cristina Guzman, entendí por qué se había convertido en un best seller en ambos bandos. Es que se trata de una historia esperanzadora: la vida de una mujer fuerte, sola, luchadora, realmente increíble que aparece en un momento terrible de Guerra Civil donde la gente necesitaba, más que nunca, esperanza y consuelo. Y ambas están de una manera muy inteligente hilvanadas en la historia literaria de Cristina Guzmán. Después de tanto tiempo de desmemoria, de alguna manera recuperar esos fragmentos de texto que abren cada capítulo de mi novela dan sentido a la escritura. Encontrar y mostrar al lector de hoy los paralelismos entre la biografía de Carmen que yo cuento y la vida de Cristina que ella contó ha sido mi homenaje particular a esta gran escritora y a una novela que significó mucho en unos años muy duros.

—¿Qué te ha seducido de Carmen Icaza?

"Inteligente, elegante, con una clase tremenda, era sobre todo intelectualmente poderosa"

—Lo que me sedujo de manera inmediata fue darme cuenta de que era una mujer con una gran firmeza de carácter, pero a la vez con una gran ternura. Inteligente, elegante, con una clase tremenda, era sobre todo intelectualmente poderosa. Realmente su fortaleza era su inteligencia, de la que emanaba una valentía que la llevó a escribir artículos muy polémicos de defensa de la mujer independiente y trabajadora, exigiendo el derecho de las mujeres a vivir solas, a trabajar y a ser dueñas de su destino. Hablaba con conocimiento de causa porque cuando murió su padre ella, que era la mayor, se puso a trabajar para sacar a su madre y sus hermanos adelante. Ella viene de esas ideas avanzadas, pero se va quedando deslumbrada por la figura de José Antonio, posicionándose hacia Falange, aunque nunca perdió aquellas ideas. Sorprendentemente, el Régimen lo toleraba. Igual que toleró a Mercedes Formica, una de las tres únicas mujeres abogadas que había en Madrid, delegada del SEU, gracias a la cual se cambiaron leyes importantísimas que superaban las leyes de la II República en cuanto a igualdad.

—¿Cómo se te ocurre vincular a Ernest Hemingway en la vida de Carmen Icaza?

—Bueno, esa es en realidad la licencia que me he permitido incluir en esta vida novelada. Realmente no hay invención ninguna en los hechos que describo en la novela, y tanto la vida de Carmen como la de Hemingway son fieles a la documentación y la realidad. Pero yo deseaba que ellos se conocieran, entablaran amistad y crearan un vínculo especial, y ese ha sido el punto creativo, digamos, el aporte de ficción, si quieres, o imaginativo, por mi parte. De hecho, el título de la novela, No habrá otra primavera, es una frase que le hago decir a Hemingway cuando, desvelado el misterio que cruza la trama y que relaciona a los dos escritores —no podemos revelarlo aquí, los lectores tendrán que leer el libro— (risas), decía que esa frase marca el anunciado final del escritor norteamericano y el comienzo de la sorpresa de Carmen y del mundo de la literatura: “Las inolvidables primaveras de París no se repetirán en ningún otro lugar. Quédatelas todas. Te las regalo”.

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Pepehillo
Pepehillo
2 años hace

En general, las personas de aquella época tenían más carácter que las de hoy. Había más diversidad, y eso es porque, más allá de las normas sociales que lo disimulaban, las personas tenían más carácter, y para bien o para mal, estaban mejor definidas. Bajo una apariencia vulgar, te encontrabas a auténticos personajes, no hacía falta salir del círculo familiar para ver un catálogo de caracteres y existencias variadìsimo. Tengo la sensación de que las personas de hoy somos mucho más moldeables, más predecibles, más iguales. Hemos perdido ‘algo’ por el camino.