La escritora y psicóloga María Esclapez (1990, Elche) señala con su nuevo libro Tú eres tu lugar seguro (Bruguera, 2023) que “es importante darnos ese abrazo emocional y ser compasivos con nosotros” porque “somos humanos y cometemos errores” y “si un día te dices que eres tonta y al día siguiente te lo repites, al final se te graba y te lo crees”.
Esta autora, que cuenta con más de 350.000 seguidores en las redes sociales que le sirven de ventana para “democratizar el conocimiento y que todo el mundo tenga acceso a entender cómo funciona su cerebro”, reconoce en una entrevista a EFE que “un libro no sustituye la terapia” pero escribir estas reflexiones “ayudan a quien no puede acceder a profesionales de la salud mental hoy en día por la saturación de lo público y el coste de lo privado”.
—¿Cree que nos consideramos nuestro propio lugar seguro?
—En términos generales, te diría que no aunque habrá gente que, por supuesto, siempre esté en paz consigo misma. Y me parece estupendo. Pero si gastamos muchas energías en mirar fuera, se nos puede olvidar lo de dentro, que muchas veces es lo importante. En la vida trabajamos, estudiamos, quedamos con la familia, nos esforzamos en que la relación en pareja funcione, criamos a nuestros hijos si los hay… Y está fenomenal. Pero siempre se nos olvida mirar dentro. Cuidarse no solo es dedicarse dos horas o darse caprichos, sino parar una milésima de segundo para ver cómo nos estamos tratando. Es importante saber cómo nos hablamos y de qué manera nos percibimos. Nos falta prestarnos atención y ver qué está pasando dentro de nosotros. Si lo hacemos, empezamos a ser un lugar seguro y todo lo que no trabajemos ahora va a seguir estando en el futuro.
—Pero no podemos ser solamente nuestro lugar seguro…
—Así es. Tú tienes que tratarte bien, pero no hay que olvidar que es importante tener una red de apoyo basada en el resto de los vínculos. Por eso hablamos de tener relaciones sanas con los demás y contigo mismo, porque somos seres sociales y no podemos ser independientes afectivamente. Necesitamos trabajar en nosotros mismos, pero en nuestro ADN está escrito que necesitamos tener relaciones con los demás. Y esto no es dependencia emocional.
—Y hay personas que dicen no tener nada de lo que hablar. ¿Es posible o considera que es una forma de evitar enfrentarse a ello?
—Sí, podría ser. A veces se evita por miedo porque no es agradable remover la historia y atar cabos, aunque luego sea un alivio. Aunque pueda doler, también puedes entender todo y saber de dónde vienen ciertas cosas. Pero claro, es muy fácil que no nos apetezca hacerlo porque es un trabajo muy duro. Sin embargo, hay personas que no lo hacen porque se relegan a un segundo plano o que piensan que otras personas están peor. Esto no lo veo tan evasivo, sino un comportamiento más sumiso… Aquí habría que preguntarse por qué esta persona piensa así o si alguna vez la han invalidado emocionalmente.
—¿Qué papel juega la responsabilidad emocional y afectiva?
—Siempre lo ha sido todo y al final es a partir de lo que construimos los vínculos, solo que ahora le estamos dando más visibilidad porque somos más conscientes y lo tenemos mucho más claro. La responsabilidad afectiva quiere decir que lo que yo hago y digo tiene consecuencias en cualquier persona con la que esté teniendo una relación. En cualquier conversación con una petición, un límite o una negación siempre hay una bidireccionalidad. Es importante no solamente hacer lo que a mí me apetezca, sino que también tengo que contar con el resto de personas para no herir, por ejemplo.
—Y habla de la importancia de tener amor propio. ¿Cree que, aunque se nombra mucho, se practica poco?
—Yo uso la metáfora de la niña interior porque se habla de trabajar la autoestima y quererse, pero es difícil saber cómo hacerlo. Tener autoestima es verte bien en el espejo, comer bien, hacer deporte y hablarte bien. Quererse está genial y es lo que yo intento que la gente haga, pero muchas veces se confunde con términos individualistas. No puede darte igual tampoco la gente que te rodea porque pasa a ser egoísmo y no amor propio.
—En definitiva, habla de ese abrazo emocional que no nos damos, a veces, por no saber por dónde empezar…
—Es importante darnos un abrazo y ser compasivos con nosotros mismos. Puedes equivocarte o hacer algo mal, pero seguro que no sabías hacerlo mejor en ese momento. No sirve para justificar nada, sino para entender y aceptar que somos humanos, que cometemos errores y que no somos perfectos. Hay que pensar qué le diríamos a ese niño que un día fuiste porque nadie nace sabiendo.
—¿Cree que el amor propio tiene ahora mayor visibilidad, pero menor atención?
—Esta pregunta es difícil porque yo lo que veo en consulta todos los días son casos en los que obviamente la dimensión de la autoestima está tocada. Y sí, falta amor propio, pero no sé si esto ha estado siempre y ahora que somos conscientes lo hemos empezado a ver o es que ahora ha empeorado. No sabría decir bien qué pasa, quizás tendría que basarme en algún estudio.
—Por lo tanto, ¿qué le diría a aquellas personas que quieren cuidar su interior pero no saben cómo empezar a hacerlo?
—Es importante observar cómo nos hablamos porque nos escuchamos constantemente. Si un día te dices que eres tonta y al día siguiente te lo repites, al final se te graba y te lo crees. Además, acabarás tratándote así de manera sistemática, aunque tú no te des cuenta. Entonces, yo diría que hay que prestar atención a cómo nos tratamos y recordar esa etapa vulnerable que todos tenemos. Creo que estas dos cosas encaminan muy bien el principio del campo.
—El libro es un complemento y no un sustituto de la terapia. ¿Cómo de importante es entenderlo?
—Es cierto… Un libro no sustituye a una terapia. De hecho, hay un aviso en el libro que recomienda ir porque la terapia no deja de ser un espacio individualizado y único. Pero yo también quiero que la gente pueda tener acceso a un conocimiento científico, pero sin necesidad de dedicarse a la ciencia. Para mí escribir este tipo de libros es una manera de democratizar el conocimiento y de que todo el mundo tenga acceso a entender cómo funciona su cerebro, cómo puede dar esos primeros pasos y a saber qué cosas son importantes de entender a la hora de atar cabos en su día a día y de su presente. Estos libros ayudan a quien no puede acceder a profesionales de la salud mental hoy en día por la saturación de lo público y el coste de lo privado.
—Otra de sus ventanas son las redes sociales. ¿Faltan profesionales dentro de estos espacios en los que, cada vez, hay más jóvenes?
—En todas las plataformas digitales en las que haya público tiene que haber divulgadores. Al final hay muchas fuentes de información y no todas son fiables. Te metes a TikTok y te encuentras vídeos muy buenos y otros que explican cómo manipular a tu pareja para que siempre esté a tu lado. Esto no puede ser. Tenemos que insistir en el mensaje funcional, sano, correcto y entonces tenemos que estar ahí presentes, cada uno en su plataforma.
Impresionante la claridad de esta terapeuta tan joven. Hay antecedentes de lo que afirma, por ejemplo en Louise Hay, lo cual no la invalida sino lo contrario