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Mariano Guindal, lecciones de vida y de periodismo

Mariano Guindal, lecciones de vida y de periodismo

Las memorias de Mariano Guindal (Madrid, 1951), tituladas Un hombre con buena suerte, tienen muchas posibles lecturas. Una puede ser el testimonio de un testigo de primera fila de la historia de España durante la segunda mitad del siglo XX y principios del siglo XXI. Otra, la lucha del hombre por la vida, desde su origen humilde, los orfanatos, los trabajos precarios de botones hasta convertirse en uno de los periodistas más reputados de este país. Otra más puede ser la de la lucha contra la muerte de un hombre perseguido y maltratado por el cáncer.

El libro es tan rico que vamos a quedarnos con una lectura casi marginal de esas Memorias apasionadas de un reportero, como reza el subtítulo. Marginal, sí, pero de gran interés para los que ejercen, o quieren ejercer, la profesión de periodista. Mariano Guindal tuvo la suerte —buena suerte, diría él— de trabajar muy de cerca con grandes mitos del periodismo, desde Manu Leguineche hasta Pepe Oneto, de los que aprendió los principios básicos de la profesión. Se trata de unos principios muy sencillos, por obvios, pero con frecuencia olvidados en el atolondrado trabajo de las redacciones.

Manuel Leguineche

El gran maestro de Guindal fue Manuel Leguineche, primero en la agencia Colpisa y luego en la agencia Lid. Manu era un obseso de los recortes —no sé cómo podríamos llamarlo en el periodismo digital, tan dependiente de Google—: tenía un enorme archivo de artículos recortados de aquí y de allá. Y a los jóvenes redactores trataba de insuflarles su pasión:

«Cuando te pones a escribir y dispones de un buen recorte es como un soplo de aire»

Leguineche era un reportero todoterreno y sabía bien que en las historias de las desgracias humanas se encuentra la verdad más profunda de los personajes.

«El auténtico periodismo se hace escribiendo sucesos»

Tenía los pies en la tierra y detestaba la tendencia, tan frecuente, de convertirse en oráculo:

«Cuando los periodistas nos proponemos vaticinar, siempre la cagamos»

El consejo al principiante, como todos los consejos sabios, no puede ser más sencillo:

«Todo lo que tienes que hacer es contar lo que ves y escribir lo que escuches»

El periodista tiene un objetivo claro, la exclusiva. Contar lo que nadie sabe, o aquello que quienes lo saben pretenden ocultar:

«Los scoops son la sal de nuestra profesión»

Viajar fue una de las obsesiones de Leguineche, escapar al síndrome de la redacción, que tantas veces engulle al periodista hasta dejarlo ciego:

«Para mí viajar es buscar un poco de conversación en el fin del mundo»

El autor de El camino más corto tenía claro que viajar no es sólo ver mundo. El periodista no es un turista:

«No olvides que lo importante no son los paisajes, sino los paisanajes».

Francisco Umbral

Mariano Guindal escuchó mucho al sabio Umbral, que frecuentaba Colpisa en sus primeros tiempos en Madrid. El autor de Mortal y rosa le llevó incluso a omitir su primer apellido —Garrido— para ser conocido por el segundo, el mucho más sonoro Guindal. Umbral, Pérez de primero, sabía de lo que hablaba:

«Los periodistas somos como las putas: necesitamos un nombre artístico (…). Tienes que crear tu propio personaje»

Más esencial para Guindal fue otro consejo para alguien —entonces era muy frecuente— que había llegado a la profesión sin tener la oportunidad de formarse:

«Leer mucho y subrayar».

Fermín Cebolla

Las prisas siempre han acompañado al periodismo. Siempre ha habido un deadline o un cierre. La urgencia no es exclusiva del periódico continuo que ha traído Internet. A Guindal se lo dejó muy claro Fermín Cebolla, escudero fiel de Leguineche y uno de los mejores redactores jefe / carpinteros que ha dado la profesión:

«La mejor crónica es la que llega primero».

José Oneto

El recientemente fallecido José Oneto —siempre muy ocupado— utilizaba a veces a Mariano Guindal como ayudante. Lo enviaba a cubrir ruedas de prensa, y a la vuelta le sometía a un interrogatorio:

«¿Color de la corbata?, ¿la chaqueta era cruzada?, ¿se ha afeitado el bigotito?, ¿y los zapatos, bien lustrados?, ¿llevaba gemelos?, ¿lucía el yugo y las flechas?, ¿qué periódico llevaba debajo del brazo?, ¿tenía ojeras?, ¿se le veía contento? (…) ¿Lo que ha dicho? Para eso están las agencias. Nosotros estamos para leer el lenguaje corporal, para deducir a través de los detalles lo que de verdad está pasando. No lo olvides, el diablo está en los detalles».

Miguel Delibes

Vivir del periodismo es casi tan difícil como vivir de la escritura. A Guindal se lo enseñó, una vez más, Leguineche. Esta vez aludiendo al gran maestro de la escuela de El Norte de Castilla:

«Miguel Delibes me dijo que del periodismo no vive nadie. Cuando empecé, todos estaban pluriempleados: uno en el ayuntamiento, otro en Correos, otro en las oficinas de un club de fútbol. El propio Delibes era profesor de mercantil por la mañana, novelista por la tarde y periodista por la noche».

Simón Sánchez Montero

No solo los periodistas enseñaron a Mariano Guindal. También los políticos le dieron sabios consejos. Por ejemplo, cuando le planteó al histórico líder comunista que quería afiliarse al PCE. Sánchez Montero le contestó tajante:

«Ni se te ocurra. Y menos aún en la agrupación de periodistas, que se pasan el día discutiendo sobre el sexo de los ángeles. Lo importante es informar. Para opinar ya hay muchos, tal vez demasiados».

Joaquín Almunia

Guindal considera un gravísimo error la manía que tienen los partidos políticos y los gobiernos de tener periodistas amigos y periodistas enemigos. Se lo ratificó paradójicamente un amigo suyo socialista:

«Almunia siempre me dijo que los periodistas y los políticos no pueden ser amigos, porque sus intereses son contrapuestos».

Mar Díaz Varela

En sus memorias, el reportero —auténtica esponja a la hora de aprender de los demás— recoge enseñanzas como esta de su propia mujer, también periodista:

«Evitar y compensar la información falsa y la manipulación informativa en Internet es el gran reto al que se enfrenta el periodismo del siglo XXI».

Mariano Guindal

No todo van a ser enseñanzas ajenas. Sus cincuenta años de profesión acreditan que aprendió mucho de otros y que ya está en posición de ofrecer sus propias lecciones. Haciéndose pasar por un estudiante que realizaba un trabajo universitario, consiguió una exclusiva mundial: entrevistar al expresidente argentino Juan Domingo Perón, exiliado en Madrid. La artimaña lleva al periodista a concluir:

«El periodismo es una profesión de pícaros».

Las fuentes son imprescindibles para el periodista. Guindal tuvo una muy caudalosa en la Policía en los años 70. Se trataba nada menos que del entonces joven amigo de Billy el Niño y Conesa y hoy muy célebre comisario Villarejo. Lo que le lleva a decir:

«Tener un confidente dentro de la policía es un lujo, pero había que ir con mucho cuidado, porque al menor descuido te colocaba material averiado».

De sus peripecias con Villarejo por siniestros lugares plagados de hampones y gente de mal vivir, Guindal concluye:

«Es muy difícil evitar la fascinación de lo criminal».

En esta profesión, todos nos hacemos antes o después la misma pregunta: ¿Por qué me hice periodista? Con el tiempo, se hace cada vez más difícil encontrar una respuesta, tal vez por obvia, En el caso de Guindal, el dilema se lo planteó su hijo San. Esta es la respuesta:

«Me hice periodista para poder hacer preguntas».

Uno de los asuntos en los que el periodista se muestra más vacilante es el de la rectificación. Da vueltas y recurre a desmedidos circunloquios para explicar su metedura de pata: los diablillos de la imprenta, el tradicional error de edición, el malentendido, el “en realidad quería decir”… Guindal sufrió esa zozobra tras al dar por buena una crónica de madera —la que se escribe antes de que la noticia suceda— de la boda de Lolita. Resultó que la ceremonia, que se preveía silenciosa y rutinaria, se convirtió en una gran algarabía y un tremendo escándalo. Esa desazón la resume el periodista en pocas palabras;

«El desmentido es todo un arte».

Guindal es un caso insólito de periodista que reconoce sus «deficiencias gramaticales». Asegura que se aferraba al infalible «sujeto, verbo y predicado» para evitar problemas en la escritura. De ahí su estilo claro y sencillo, respondiendo a su máxima:

«Si mi madre entiende lo que escribo, entonces lo puede entender todo el mundo».

Y, para finalizar, también deja traslucir su preocupación por la deriva del periodismo hoy en día, donde no todo es lo que parece. Así lo resume:

«Cualquiera puede grabarlo todo con su móvil, pero la supuesta espontaneidad de unas imágenes no acredita su verdad, A menudo solo son una parte de la verdad, cuando no documentos más falsos que Judas o imágenes directamente manipuladas».

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Autor: Mariano Guindal. Título: Un hombre con buena suerte. Editorial: Península. Venta: Todos tus librosAmazonFnac y Casa del Libro.

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