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Marina Perezagua: «Trump es símbolo de un mundo anormal»

Marina Perezagua: «Trump es símbolo de un mundo anormal»

Marina Perezagua (Sevilla, 1978) vive en Nueva York, Salman Rushdie ha elogiado su obra, que la crítica ha considerado singular por sus temas y por sus personajes, y en su nueva novela denuncia a dos gigantes, China y su tráfico de órganos, y Estados Unidos y las torturas previas a su pena de muerte.

Seis formas de morir en Texas (Anagrama) se titula la novela que Perezagua achaca «al desconocimiento sobre los cientos de miles de víctimas que el Partido Comunista Chino asesina para extraer los órganos y venderlos, con lo cual se sustenta su sistema sanitario», por un lado, y al «modo en que Estados Unidos banaliza la pena de muerte o tortura sistemáticamente a sus presos», por otro.

—¿Estados Unidos es la demostración de que la democracia es compatible con la pena de muerte?

—No estoy muy segura de qué entendemos ya por democracia. Los presos no tienen derecho a votar, dejan de existir para el mundo como ciudadanos. No haré una idealización de un criminal, lógicamente, pero si las votaciones dependen de cuestiones éticas tal vez la democracia tiene ciertas grietas y los votantes deberían disminuir en número exponencialmente, dentro o fuera de prisión, pues es fuera precisamente donde más taras éticas encontramos.

—¿Su libro es un alegato contra la pena de muerte?

—No. Estoy plenamente en contra de la pena de muerte, pero mi libro es una novela interesada sobre todo en la historia de sus personajes. Soy escritora, no activista.

—África y Asia están bien presentes en su obra ¿culturalmente Occidente cada vez significa menos?

—Están presentes, pero como símbolo del mismo declive de Occidente. En el caso de esta novela, China y Estados Unidos, dos gigantes económicos, muestran una relación simbiótica donde se violan sistemáticamente los derechos humanos.

—¿Todas las religiones tienen una parte cruel?

—Casi todo en la vida tiene una parte cruel. No soy creyente, pero no culpo a la religión de ninguno de nuestros males.

—¿Sus personajes vienen al mundo para sufrir?

—No, sin lugar a dudas, no. Vienen al mundo para vivir, como todo lo que respira.

—Tanto sus personajes como sus argumentos parecen huir de lo común, de lo que podemos entender por «normal». ¿Desprecia la normalidad?

—Los personajes pueden ser algo excéntricos, yo misma lo soy, pero por eso mismo, en mi vida diaria, me agarro a la rutina. La normalidad me resulta acogedora, sobre todo si puedes entrar y salir de ella. Salir, pero siempre volver.

—¿Donald Trump es el presidente menos normal?

—Trump es símbolo de un mundo anormal, que no está muy interesado en la realidad. Hoy la realidad se vende a partir de soportes virtuales ceñidos a un único objetivo: no dolor, no conflicto, no drama y, ante todo, buena pose. El 12 de noviembre del año 2016 el semanario alemán ‘Der Spiegel’ lanzó una portada que se compartió de manera internacional como icónica, atrevida y valiente, en la que aparece la cabeza de Donald Trump como una bola de fuego en actitud de devorar al planeta Tierra, diminuto al lado del llameante coloso. Bajo la ilustración, la noticia: «El fin de mundo (tal y como lo conocemos)». Tal vez la alusión al tema de REM no sea un simple guiño del artífice de la portada a sus gustos musicales, sino una manifestación más de la esquizofrenia de la seducción hasta en las noticias más serias. En efecto, Donald Trump acabó por retirar a EEUU del acuerdo climático de París, pero ¿acaso no estábamos ya todos retirados?

—¿El mundo ofrece razones para el optimismo?

—El mundo está repleto de personas maravillosas, lo que dudo es que el planeta soporte durante mucho más tiempo las consecuencias de las acciones de los líderes mundiales.

—¿Qué ha encontrado en Nueva York que le haya hecho quedarse?

—Vivo entre Nueva York y Europa. Como siempre se ha dicho, Nueva York es una ciudad-mundo, la representación de la globalidad de culturas y lenguas. También en Nueva York he descubierto, aunque parezca una paradoja, América Latina. Por otra parte, encuentro que esta ciudad me ofrece mejores posibilidades de escribir en soledad, porque las distancias son enormes, los inviernos largos, pero los estímulos muchos.

—¿Desde allí cómo se ven las cosas de aquí?

—Sesgadas, igual que desde aquí vemos las de allí.

—Alguna vez ha dicho que carecer de familia le ha facilitado escribir ¿por qué?

—No carezco de familia. Tengo una familia materna que es maravillosa, y una parte de la paterna. Seguramente me expresé mal. De todos modos creo que nadie puede saber los motivos que facilitan la escritura, tal vez la carencia sea uno de ellos, pero ¿quién no tiene carencias?

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