Tiene muchos años, pero los lleva muy bien y parece que tiene muchos menos de los que tiene. Conserva la cabeza ágil, curiosa, fuerte, contestataria, fiel a sus principios y convicciones, creadora, como siempre. Sus palabras siempre le representan bien, sus múltiples facetas, su pasado y su presente; también su futuro, pues esas palabras apuntan siempre al futuro, a lo que está escribiendo, a lo que escribirá, a lo que dirá próximamente en foros como éste.
Hace unos días participé en un almuerzo-coloquio con Mario Vargas Llosa en el Club Siglo XXI, en Madrid. Fui invitado por el diplomático y presidente del club, Chencho Arias, que fue haciendo preguntas durante el acto a Mario Vargas Llosa, al principio preguntas propias y luego las preguntas de los asistentes a la comida.
Habló sobre literatura, sobre política, sobre arte, sobre cine, sobre escritores en general, sobre Tiempos recios (Alfaguara), que fue la novela que nos reunía en esta ocasión. Fue un festival Vargas Llosa. El coloquio duró una hora y resultó mucho más interesante que una conferencia, por la variedad de las preguntas y las respuestas, algunas largas como pequeñas conferencias. Se adivina que cuando habla Vargas Llosa lo hace después de haber meditado mucho los temas, después de haber escrito mucho, de haber contrastado esas mismas ideas con muchos textos, literarios y periodísticos, con muchas personas, muchos textos y muchas realidades.
Me gustó asistir, porque pude ver a un autor que me ha acompañado durante buena parte de mi vida, como lector y como escritor, como maestro silencioso y discreto desde sus libros. Fue una pasión lectora que heredé de mi padre, a quien también le gustaba mucho el escritor peruano, y que yo he desarrollado en trabajos universitarios y artículos, ya digo, durante muchos años, unos treinta años.
He leído muchos libros suyos. Tiene, según los contabiliza Alfaguara en la edición de su última novela, aclamada y premiada novela, Tiempos recios, 31 libros. Yo he leído, en efecto, muchos de ellos. Los que más me gustan, y lo digo a bote pronto, son Conversación en la Catedral, La guerra del fin del mundo y La fiesta del Chivo, entre las novelas. Entre los ensayos —es un brillante ensayista— el que más me atrajo fue La orgía perpetua, sobre Flaubert y Madame Bovary, del que ya nos hablaba con admiración y entusiasmo el profesor Víctor Ruiz cuando yo era un adolescente que soñaba con ser escritor.
También me encantan sus artículos. Recomiendo desde aquí la antología El lenguaje de la pasión, muy del momento pero con mucha calidad, muy literarios por estar tan bien escritos y por alcanzar debido a ello una suerte de permanencia.
Vargas Llosa ha cultivado y cultiva todos los géneros. La edición de sus Obras Completas que realizó Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores da fe de ello. Los ha cultivado a lo largo y a lo ancho; les ha dedicado muchas páginas a la novela, al ensayo y al artículo, entre otros, como siguiendo, satisfaciendo, una gran necesidad de expresión.
El otro día dijo Chencho Arias que cuando Vargas Llosa perdió las elecciones presidenciales de su país, episodio que debió de ser muy duro para él, como cuenta Juan Cruz en su magnífico libro Primeras personas (Alfaguara), lo hizo “para gloria de la literatura”. Habría que preguntarse, si llega a ganar don Mario, si hubiera seguido escribiendo, y cómo, y si hubiera llegado finalmente a ganar el Premio Nobel de Literatura.
Yo creo que hubiera seguido escribiendo, y no de muy diferente manera. Tras las elecciones Vargas Llosa escribió sus memorias, muy políticas, El pez en el agua, donde cuenta con mucho detalle esa experiencia, y hay que decir que tras ganar el Nobel se ha mostrado en buena forma. Otros autores, cuando ganan un premio tan importante dejan de escribir, o de publicar, o lo hacen con menos fuerza. Pero Vargas Llosa parece que ha querido demostrarse que sigue siendo el mismo, que la literatura para él es pasión, vocación, y, como dije antes, necesidad. También disciplina.
No es fácil hacer justicia a la obra de Mario Vargas Llosa en un artículo. Son muchos los libros y escaso el espacio que aquí tengo. Pero lo importante es transmitir al lector la magnitud de su esfuerzo, la pureza de líneas de esa obra, su profundidad, la valentía del ciudadano Vargas Llosa y del escritor Vargas Llosa. El otro día en el Club Siglo XXI expresó opiniones políticamente incorrectas, pero lo hizo muy seguro de sí y de lo que hacía, más atento a la autenticidad de su pensamiento y de su análisis que al efecto que esas palabras iban a tener en el auditorio.
Me gustaría, para terminar, recomendar a los que no lo conozcan el libro de Juancho Armas Marcelo Mario Vargas Llosa: El vicio de escribir (Debolsillo), un libro muy documentado y ameno, un libro sobre el Nobel peruano que demuestra conocer muy bien a la persona Vargas Llosa y al escritor Vargas Llosa, es decir, su extensa obra.
También me gustaría recomendar el ensayo Arquetipos femeninos: Francisco Umbral y Vargas Llosa, obras y vidas paralelas (Editorial Dalya), de la profesora e investigadora Ana Godoy, experta en la obra de Mario Vargas Llosa. Este libro fue antes una tesis doctoral y sin duda colmará las expectativas de los lectores más exigentes de Mario Vargas Llosa. Es una obra profunda, comparativa, sobre Umbral y Vargas Llosa, y sobre la mujer en la obra de ambos, muy bien escrita.
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