Mario Vargas Llosa en su casa de Lima. Foto: Daniel Mordzinski.
Mientras escribía el libro, cada aspecto bio-bibliográfico se iba ensamblando como una pieza más del rompecabezas. Sin embargo, una pregunta siguió revoloteando, hasta el día de la entrevista. ¿Se conocieron estos monstruos de la literatura: Mario Vargas Llosa y Francisco Umbral? Como dos planetas del mismo firmamento literario, cada uno giraba en órbitas distintas, sin reconocer abiertamente otro cuerpo celeste de igual intensidad, tamaño e importancia en su misma galaxia. Cuando “Joyce y Proust se encontraron, intercambiaron tres o cuatro banalidades, Joyce quejándose de sus dolores de cabeza y Proust de sus dolores de estómago”. Con Umbral y con Vargas Llosa ocurrió algo similar: el Ateneo fue testigo de ese encuentro “casual”, en el que intercambiaron un tema meteorito revestido de mujer, con cuyos hilos descubrimos otros universos femeninos. Como dice Claudio Guillén: “¿Quién sabe si Tristan Tzara no leía solapadamente a Montaigne o André Breton a Agatha Christie?”. Ellos ¿hicieron lo propio con Corín Tellado?
—Alguna vez dijiste que como escritor te gusta obtener toda la información sobre la vida de los autores, como una especie de fetichismo, “un intento inconsciente por contaminarte o infectarte de ellos”. ¿Crees que te has contaminado con algún escritor español contemporáneo, Mario?
—Contemporáneo, no sé, no sé… He leído muchos autores contemporáneos con mucho interés en España, por supuesto. Al extremo de identificarme como me identifico con los clásicos, no sé. Yo creo que esa distancia es necesaria para que tú tengas esa especie de actitud de mitificación de un personaje ¿no? Creo que a tus contemporáneos no los mitificas de esa manera. De los más modernos, creo que yo convertí más en un mito a Faulkner ¿no?, porque lo sigo leyendo. Por ejemplo, estoy releyendo por tercera vez una novela de él, que es El sonido y la furia, que es una novela maravillosa. Tan difícil de leer ¿no? Fíjate que es la tercera vez y todavía… (me parece) una novela enormemente difícil, sobre todo en los monólogos del idiota, ¿no?, de Benji, que no sabe cuál es el pasado, el futuro. Pero él desarrolló una técnica maravillosa para poder representar, a partir de esa mentalidad tan… poco desarrollada.
—¿Con cuál de los escritores españoles cercanos a tu generación te identificas?
—Mira, te cuento, un escritor español que me gusta mucho, sobre todo por una novela, es Javier Cercas, el de Soldados de Salamina. Yo creo que es una de las mejores novelas modernas que se han escrito en España. A mí me parece una extraordinaria novela, de una gran complejidad, maravillosamente bien escrita y construida de una manera tan sutil, tan compleja y, al mismo tiempo, se lee con tanta facilidad ¿no? Tiene una transparencia que es muy engañosa, porque en realidad la novela es de una enorme complejidad. Nunca sabes tú dónde termina la historia y dónde comienza la pura fantasía. Incluso cuando has terminado te queda una gran inseguridad para distinguir lo que es ficticio y lo que es histórico en el libro… Me gustan muchas novelas españolas, pero creo esa es una de las más interesantes que he leído. Lo que pasa es que me cuesta citar a escritores vivos, porque parece que estuviera excluyendo a otros porque son tan buenos, pero hay como una…
—No quieres restar importancia a ninguno.
—No, no quiero, digamos, parecer que estoy desdeñando o ninguneando a ningún buen escritor. Hay muy buenos escritores en España, ¿no?, pero te he citado a Cercas porque a mí esa novela me pareció una novela de una gran sutileza, una gran originalidad, incluso que es la que no ha tenido todo el reconocimiento que me parece.
—Como ciudadano madrileño, Mario, imagino que has leído mucho a Francisco Umbral, tanto en la prensa como en sus obras.
—Sí, sobre todo en la prensa.
—¿Qué opinas de él como escritor?
—Mira, yo creo que el género mejor de él era la crónica periodística. Yo creo que él era un cronista que hizo de un género que es un género más bien menor, un género muy creativo. Creo que realmente él tuvo una personalidad como cronista. Dio a la crónica una originalidad, una calidad literaria que es muy infrecuente, muy insólito ¿no? En sus novelas a mí me interesa menos. Me parece que curiosamente el tipo de prosa que él escribía era una prosa un poco inflada ¿sabes? Una prosa (donde) había muchas más palabras que ideas en las novelas de él, a diferencia de las crónicas, que eran mucho más ceñidas. Ha sido un escritor que ha tenido una influencia en su tiempo ¿no?… Pero si yo tuviera que quedarme con algo de lo que hizo, me quedaría con sus crónicas.
—¿Crees que en su narrativa hay algo de tu escritura también?
—No lo sé… Digamos, esos juegos entre la realidad y la ficción, la historia y lo imaginado, yo lo hago. Esa es una cosa que… entonces, allí hay una cercanía. Seguramente escribiendo los dos, pues de manera muy distinta.
—De sus más de cien libros ¿alguno de que te haya impresionado en relación a las mujeres?
—No puedo citar ninguno, no. (Mario ríe y luego se queda pensativo).
—¿Alguna vez has escrito algo sobre él en el periódico o en tus ensayos?
—No, no, no. Que yo recuerde, no. No recuerdo haber escrito una reseña de alguno de sus libros, no.
—Sin embargo, he encontrado muchos comentarios que él hizo de tu obra y algunas opiniones sobre tus ensayos. Por ejemplo, en alguna ocasión él dijo que eres un gran ensayista y un crítico deslumbrante, porque había leído La orgía perpetua. ¿Entonces, no los conoces?
—No, no lo conocía. Es una reseña de haber salido en un periódico, en una crónica ¿no? No, no la conocía, no.
—Lo dice en Los cuadernos de Luis Vives, en Palabras de la tribu y otros libros, y además en las entrevistas que le hizo Eduardo Martínez Rico, publicadas con los títulos Umbral: Vida obra y pecados y Verdades de un mentiroso ilustre.
—Ya. Palabras de la tribu sí lo tengo, sí, yo he leído ese libro.
—Incluso escribe un artículo titulado «Mario» en El País, el 10 de abril de 1988. ¿No lo has leído?
—No, pues yo no vivía en ese tiempo en España, vivía en Inglaterra ¿no? No vivía en España. Es una columna ¿no? La que tenía en El País y después en El Mundo, ¿no? No, pues fíjate que no, no lo conocía, no.
—O sea que ¿desconoces todos los comentarios que él ha escrito sobre ti?
—De Umbral yo creo que sí, no he leído nada de Umbral, nada sobre mí. Nada que recuerde por lo menos, ¿no?
—Curiosamente, Mario, según todo lo que vengo investigando, en algunos títulos de tus novelas y en los personajes femeninos hay ciertas similitudes con los de Francisco Umbral. ¿Crees que en algún momento hubo entre vosotros una influencia bidireccional inconsciente?
—Puede ser, puede ser, puede ser, claro que sí, puede ser. Como te digo, las influencias son tan discretas a veces ¿no?, de las que tú no eres consciente. Umbral debía tener mi misma edad ¿no? O sea, somos de la misma generación, más o menos. ¿Qué año nació él?
—Él nació el año 1932.
—O sea, era mayor con cuatro años. No, incluso lo conocí muy poco a Umbral. Solo un par de veces, pero nunca creo haber tenido una conversación literaria con él.
—¿Nunca han estado sentados uno frente al otro?
—Hemos estado sentados, una vez, por ejemplo, recuerdo, creo que fue en el Ateneo. Pero sí conversamos, fíjate cómo es la memoria, qué interesante. Comenzamos… (Mario hace una pausa larga) Hablamos sobre Corín Tellado, porque yo había escrito un artículo sobre Corín Tellado y había hecho una entrevista a Corín Tellado. Entonces él se burló un poco, me dijo «oye…» (Mario no completa la explicación y continúa…) Pero yo le dije: «Es un fenómeno sociológico, Corín Tellado es un fenómeno sociológico». Y le conté que cuando vivía en París descubrí que en una callecita que se llama la Rue de la Pompe había un quiosco donde vendían novelitas de Corín Tellado. Descubrí eso porque vi una fila, una cola larga, y eran todas chachas españolas que estaban en París, y yo me acerqué y les pregunté qué cosa estaban haciendo allí, y habían ido a comprar las novelitas de Corín Tellado. Creo que en esa época yo ni siquiera sabía quién era la escritora que tenía tantas lectoras, tan populares, y descubrí que era Corín Tellado, que tenía centenares de novelas, que publicaba una novela por semana.
—¿Esa fue la única vez que te encontraste con Francisco Umbral?
—Bueno, esa vez la recuerdo. Yo creo que otra vez hemos estado, pero de saludo, ¿no? No lo he conocido, no era un escritor que yo hubiera frecuentado. Yo en esa época no vivía en España. Iba a España, pero vivía en Inglaterra.
—Él falleció en 2007 y vivió casi toda su vida en Madrid.
—Yo ya estaba viviendo en España. Pero ¿él era madrileño o vallisoletano?
—Sí, Umbral era madrileño, pero vivió en Valladolid toda su niñez, adolescencia y parte de su juventud. Siendo Umbral un personaje tan conocido, un escritor reconocido, aunque no llegó al Nobel ¿no lo has visto más veces en Madrid?
—En reuniones grandes, pero salvo esa vez en el Ateneo no recuerdo haber tenido una conversación larga.
—Insistimos: ¿en el café Gijón tal vez, porque uno de sus libros titula La noche que llegué al café Gijón?
—No, no.
—¿Sabes que ciertos títulos de tus libros coinciden con algunos títulos suyos?
—¿Cuáles, por ejemplo?
—Pues te puedo enumerar varios. He traído un pequeño listado… (comienzo a decirle las coincidencias y Mario ríe al oírlas)
—¡Qué divertido! ¡Qué divertido!, ¡interesante, ah!
—Podemos seguir comparando los títulos, pero pregunto si leías sus libros o artículos.
—Los artículos sí, los recuerdo, sí. Es verdad que son coincidencias generacionales, ah, son nombres que estaban en el aire, en el ambiente.
—Y si hablamos de tu primera enamorada, Teresa, él también tuvo su primera novia llamada Teresita.
—¡Qué divertido!, ¡qué divertido! (Mario ríe a carcajadas), una graciosa coincidencia, sí, efectivamente.
—En una entrevista él manifiesta que las diferencias contigo eran de carácter político y nada más, nada personal.
—Personal no puede ser, porque no hemos tenido ocasión de pelearnos siquiera.
—En Egos revueltos, Juan Cruz insinúa que entre ambos había cierto odio. ¿Eso es cierto?
—En absoluto, en absoluto. Ni odio, ni enemistad, si no lo conocí yo a él. Ya te digo, una o dos veces en reuniones. La única vez que hemos conversado algo, y muy poco, fue esa reunión, creo que en el Ateneo, donde hablamos de Corín Tellado, pero después… yo creo que nunca más conversé con él, y eso de odiar, jamás, ni distanciarnos, no hubo siquiera ocasión. Él dice «diferencias políticas», pero yo ni sé siquiera cuáles eran las posiciones políticas de Umbral. ¿Cuáles eran las posiciones políticas de Umbral, qué cosa era Umbral políticamente, era de derechas o de izquierdas? ¿Qué cosa era? (sin esperar nuestra respuesta, él mismo se responde). Era una persona bastante excéntrica ¿no es cierto? Con posiciones muy… Era muy cáustico, eso sí recuerdo en sus columnas, claro. No, pero yo no tuve jamás ocasión de discutir siquiera con él, ¿no?
—¿Y sus libros sobre las mujeres te parecen eróticos?
—Es que no los he leído tanto como para saberlo. No, no, la obra de Umbral la conozco muy mal ¿no? Muy poco, estoy sorprendidísimo con esas coincidencias que me dices. Pero fíjate, ¡qué interesante eso que dices! No conozco la obra de Umbral como para hablarte de ella. He leído un librito sobre Valle-Inclán, por ejemplo.
—Sí, es un ensayo titulado Valle Inclán: Los botines blancos de piqué. Bueno, como estoy investigando tengo muchas preguntas, y seguramente van a seguir surgiendo… Muchísimas gracias, Mario.
—Encantado. Muchísimo gusto.
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