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Martin Baron, un director estrella para un periódico estrella

Martin Baron, un director estrella para un periódico estrella

Muchos factores y muy diversos se han juntado para que Martin Baron se convirtiera en un director estrella, como los de los viejos tiempos. En su libro Frente al poder: Trump, Bezos y el Washington Post (La Esfera de los Libros), el director del Post entre 2012 y 2021 reflexiona sobre todos los retos a los que se tuvo que enfrentar para lograr un mandato plagado de éxitos. Tantos éxitos que, por un momento, hizo pensar que un periodismo libre, comprometido con la verdad y rentable aún era posible.

Sería prolijo detallar cada uno de esos factores. Para hacerse una idea, basta una somera enumeración. Un factor menos frívolo de lo que parece es que, antes de llegar al Post, Baron ya era un personaje cinematográfico gracias a Spotlight (2015), la película sobre la investigación de los casos de pederastia generalizados entre el clero de Massachussets, destapados por el Boston Globe cuando él era director. Esa película resucitó el aura del periodismo de investigación hasta unos niveles que no se recordaban desde Todos los hombres del presidente (1976). El Washington Post, por su parte,  ya es un periódico de película gracias a los casos del  Watergate y de Los papeles del Pentágono, convertido este último en película por Spielberg en 2017. La combinación resultaba perfecta: Un director estrella para un periódico estrella.

Apenas unos meses después de su incorporación al diario, ya en 2013, Jeff Bezos, uno de los galácticos magnates de la nueva economía, el dueño de una de las empresas más poderosas del mundo, Amazon, compra el periódico por un precio irrisorio. Como si del maná llovido  del cielo se tratara, el Post recibe una inyección de inversión y de tecnología, precisamente lo que necesitan los periódicos para afrontar la crisis de modelo de negocio que les tiene al borde del abismo. “¿Dónde está nuestro Bezos?”, suspiraban en las redacciones del mundo.

"El Post publica lo que nadie más publica y vuelve a lo alto del pódium compitiendo de tú a tú con el New York Times"

Otro golpe de suerte, aunque a primera vista no lo parezca, bendice a Baron. Donald Trump entra en política en 2015 y sólo dos años después se convierte en presidente. Con él, llega la tempestad sobre Washington. Rayos y truenos, inundaciones, vendavales, polarización. Terreno abonado para un diario especializado en política, investigación y enfrentamiento con el poder. Las suscripciones suben como la espuma hasta récords insospechados, los beneficios sustituyen a las pérdidas cronificadas.

Todo ello unido a importantes exclusivas que convierten al periódico en una referencia obligada. La masiva vigilancia de los ciudadanos por parte de la Agencia Nacional de Seguridad, los mails de Hillary desde una cuenta particular, la fortuna de los Clinton… El Post publica lo que nadie más publica y vuelve a lo alto del pódium compitiendo de tú a tú con el New York Times.

Mientras, la sociedad americana se enciende. Movimientos como el #BlackLivesMatter o el #MeToo obligan al diario a enfrentarse a más denuncias y controversias de las que puede investigar. Con éxito desigual —la exigencia era muy fuerte—, el diario consigue salir más o menos airoso.

Como si de un reportaje se tratara, Baron cuenta en su libro con todo detalle cómo se vivieron todos estos hitos, y muchos más,  en el Washington Post. No son sólo sus memorias, sino que, como un reportero, realiza decenas de entrevistas con los protagonistas del momento para recoger puntos de vista diferentes, ofrecer sus testimonios y llenar las lagunas de su memoria. A lo largo del relato, se deslizan muy interesantes reflexiones sobre el periodismo y cómo acometer los actuales desafíos, ideas interesantes también para el periodismo español.

Activismo

“Es importante que no nos comportemos como el partido de la oposición (…) Los periodistas no debemos actuar como activistas”.

En 2020, Baron observa que lo que habían sido “principios fundacionales” del periodismo estaban siendo cuestionados y considerados como elementos anticuados e inadecuados para un momento complejo de nuestra historia. “Hay una nueva generación en este campo que quiere llevar al Post, al New York Times y a otros periódicos en la dirección del activismo”, escribió en un mail a un colega.

Trump contra la prensa

El periodismo que acude a los hechos ciertos y verificables claramente sufrió una pérdida acelerada de confianza y de influencia durante los años de Trump. El expresidente lo contaba como uno de sus grandes logros. Su ritual de acusaciones, diciendo que éramos “unos fabricantes de noticias falsas y el enemigo del pueblo dio sus resultados”.

"Los partidarios del expresidente recurrieron al lenguaje de la Alemania nazi para vilipendiar a la prensa: Lügenpress (prensa embustera)"

Al proclamar que los periodistas eran “horribles”, “asquerosos”, “basura” o “escoria”, el presidente había dado de facto permiso a quienes atacaban a la prensa para considerar que su causa era justa. Llegó a calificar a los periodistas como “uno de los peores seres humanos que uno se puede encontrar”. Escribe Baron: “En lo más alto de su lista de enemigos estaba la prensa, y en lo más alto de la prensa, el Post”. “Utilizó la política gubernamental de un modo irregular para castigar al propietario de un diario independiente [Bezos] como venganza por una cobertura informativa crítica”.

Trump alababa lo que denominaba “la hipérbole veraz”, que definía como “una forma inocente de exageración”. En una entrevista en el programa 60 minutos le preguntaron por qué insistía en denigrar a la prensa “¿Sabes por qué lo hago?”, contestó. “Lo hago para desacreditaros a todos y para menospreciaros; así cuando escribáis cosas negativas sobre mí, nadie os creerá”

Los partidarios del expresidente recurrieron al lenguaje de la Alemania nazi para vilipendiar a la prensa: Lügenpress (prensa embustera).  Incluso se utilizaron la etiqueta #TheList para publicar fotos de periodistas cruzadas con una X roja.

  La respuesta de Baron

Martin Baron reaccionó a los ataques de Trump con una frase que hizo fortuna: “Nosotros no estamos en guerra con el gobierno, estamos trabajando”.  Y aclaró: “No deberíamos pensar en nosotros mismos como soldados, sino como profesionales”. No obstante, no faltaron las críticas a una reacción tan débil y hubo quien propuso enfrentarse a Trump con sus mismas armas.

“Tradicionalmente, los votantes han puesto el listón algo más alto: no basta con no ser un delincuente para confiarle a alguien el poder; y con razón. La prensa, en nombre del público, debe vigilar los abusos, la falta de honradez, la confabulación o la inmoralidad aunque estas conductas no se ajusten a los patrones de un  enjuiciamiento criminal”.

“A largo plazo, los ataques de Trump fueron para nosotros mucho mejores que cualquier plan publicitario que pudiéramos haber lanzado por nuestra cuenta. Definitivamente, eso fue más positivo que un anuncio en la retransmisión de la Superbowl”.

➤ Jeff Bezos, el propietario

Cuando el propietario de Amazon, uno de los hombres más ricos del mundo, compró el Post, se reunió con sus trabajadores y respondió a sus inquietudes. Una de las preguntas que le plantearon fue ¿qué podría aportar? “Podría proporcionar una pista de despegue —respondió—, una inversión a largo plazo que permita ganar tiempo para que los experimentos funcionen”. Siempre pensaba a largo plazo; a menudo se refería a lo que podría pasar dentro de 20 años.

"Baron mantuvo una buena relación con Bezos y asegura que el magnate nunca se inmiscuyó"

Baron mantuvo una buena relación con Bezos y asegura que el magnate nunca se inmiscuyó, incluso cuando el periódico informaba sobre los abusos laborales de sus empresas o los escarceos amorosos en su vida privada.

Las ideas que aportaba tenían que ver más con consignas de estrategia que con la líneas informativa y editorial:

—“No deberíamos poner a los anunciantes en el centro. Deberíamos poner a los lectores en el centro”.

—“Se puede ser rentable reduciendo el tamaño. Y esa estrategia es buena para la supervivencia, pero al final conduce a la irrelevancia en el mejor de los casos. En el peor, conduce a la desaparición”.

—“Yo no me quiero suscribir a un periódico, necesito una idea que pueda asumir y a la que pueda pertenecer (…)  Yo pagaría tranquilamente cien dólares porque me vincularan  a esa idea, una idea que fuera: Nosotros amamos a este país, así que nos responsabilizamos de este país (…) Tenemos unos niveles de exigencia tan altos que nos ponemos furiosos si esos niveles de exigencia no se cumplen”.

—”Ser aburrido es un pecado capital”, solía decir. Le gustaban, según Baron, reportajes como  “Soy un liberal acérrimo. Eso arruinó mi paternidad” o “Cómo encontrar un novio feminista”.

Nostalgia

En opinión de Baron, las redacciones habitualmente sufren una fuerte atracción gravitatoria hacia lo que solían ser, a expensas de lo que deben y necesitan ser.

Periodistas vs. gestores

“La relación entre la dirección de la gestión y la dirección de la información, en lo relativo a la cobertura informativa, está casi pensada para el conflicto. El periodismo es tanto una profesión como un negocio, pero el comercio y el periodismo pueden ser compañeros de cama incómodos e incluso incompatibles. (…) La presión de hacer más a un menor coste nunca cesaba. Por lo general, a mí me parecía que los directores generales y sus equipos comerciales no entendían  el esfuerzo y los recursos que exigía un periodismo de calidad, y que sus estadísticas y evaluaciones eran, salvo ocasiones excepcionales, basura”.

Autopromoción

“La idea de presumir de nuestros éxitos como recomendaba  Bezos se convirtió en una prioridad fundamental (…) Los periodistas del Post tenían que estar constantemente presentes en programas de televisión y radio (…) Al final. los periodistas del Post estaban realizando entre todos unas mil apariciones mensuales en radio y televisión”

Baron, el hombre. En el libro, el ex director del Washington Post apenas ofrece detalles personales. La mayor indiscreción es la confesión de que padece severas hemorragias nasales crónicas, heredadas de su padre al que le costaron la vida.

"Incluso su carácter un tanto asocial lo justifica por un motivo profesional"

Los únicos detalles que nos ofrece sobre él mismo: “Mi pelo es ingobernable, y suelo elegir ropa casual a menos que no me quede otra opción. La camisa remangada”/ “Estaba soltero y no hacía demasiados esfuerzos por mantenerme en forma /Era alérgico a las muchas reuniones sociales de Washington y sólo asistía a las que me apetecía/  Era conocido por no sonreír casi nunca”.

Incluso su carácter un tanto asocial lo justifica por un motivo profesional. “Siempre he sido profundamente receloso con los políticos y me considero totalmente independiente. Me parece que estar al margen tiene sentido y es importante”.

El peso de la cabecera

Cuando murió Ben Bradlee, el histórico director del Watergate, se celebró un solemne homenaje en la Catedral Nacional de Washington. Bezos no tenía previsto asistir. Bob Woodward se enteró y le envió un mensaje escueto: “Fue el alma de una institución que ahora es tuya”. Bezos captó la indirecta. “Entendido, gracias, iré”, contestó el empresario. Se subió  al avión privado y se plantó en Washington. Woodward y Carl Bernstein pronunciaron emocionados panegíricos de su antiguo director. Tras asistir al emotivo acto de exaltación del periodismo, Bezos confesó: “Antes no lo pillaba. Ahora lo entiendo”. Se refería al  “ingrediente intangible” de una institución periodística.

La competencia

Frente al New York Times —con sus recetas y sus crucigramas—, ”el Post no consiguió meterse en la vida diaria de la gente, en su vida común, aparte de las noticias y de la información”.

El “mea culpa”

En numerosas ocasiones a lo largo del libro, Baron reconoce haber cometido errores. Uno de ellos, quizá el más importante de todos, el no haber percibido con antelación las consecuencias de la elección de Trump. “Antes de las elecciones nuestros periodistas deberían haber estado viajando por todo el país para captar el estado de ánimo de la nación. Y no lo hicimos. Ese fue un error que tratamos de no repetir en el futuro. Los periodistas tendrían que ir a todas partes y escuchar más”.

(…).

Otro error. La obsesión por publicar los miles de correos pirateados por Wikileaks del Comité Nacional Demócrata distrajeron la atención del periódico del fondo del asunto, de lo verdaderamente importante: era una muestra de la injerencia de Rusia en el proceso electoral.

El futuro

“Jeff Bezos no cree que los periódicos impresos vayan a desaparecer próximamente. Algún día se considerarán como un artículo de lujo. Será como hoy tener un caballo”

El #MeToo

En la cobertura  del #MeToo, por supuesto era necesario investigar a fondo a los denunciados  por abusos pero, en opinión de Baron,  era necesario también que a las denunciantes  “se les hicieran preguntas duras e incómodas, porque eso es lo que exige el buen periodismo. El daño de publicar una historia incoherente o falsa podría ser enorme, no sólo para los individuos acusados, sino también para la lucha contra las agresiones sexuales en su conjunto”.

#BlackLivesMatter

"Muchos periodistas negros estaban disconformes con la abrumadora presencia de blancos en los cargos más relevantes y en el trato que se daba a los redactores de color"

Muchos periodistas negros estaban disconformes con la abrumadora presencia de blancos en los cargos más relevantes y en el trato que se daba a los redactores de color. ”Estaban furiosos con el Post y conmigo. No estaban solicitando un cambio, lo estaban exigiendo”, asegura Baron a la vez que reconoce su error. “Yo debería haber abogado por un editor de alto nivel que pudiera liderar nuestros objetivos en diversidad, no sólo con la idea de contratar a unos o a otros, sino también para reforzar nuestra cobertura de temas raciales, enquistados y problemáticos, etnicismos e identidades. Puede que nunca hubiera conseguido los recursos que necesitaba,  pero no haberlo intentado fue lamentablemente el error más grave de mi mandato al frentes del Post”.

Periodismo y redes sociales

“Los periodistas del Post debían tener en mente a todas horas que, siempre que hablaban públicamente, sus opiniones podrían afectar a la empresa o la institución para la que trabajaban (…) Se supone que tienen que aguantar un montón de mierda, y que sobre todo tienen que reprimir sus emociones y seguir con su trabajo (…) Pensar bien las cosas no es cobardía; es una protección contra los peligros de la impulsividad”.

Baron tuvo que enfrentarse a muchos de sus periodistas, entre ellos Wesley Lowery, que se había convertido en un influencer de la causa del #BlackLivesMatter.  “Le recordé que su trabajo era el de periodista de noticias, no un comentarista ni un activista, ni un defensor de nada”. Algunos periodistas  criticaban la cobertura del propio periódico de determinados asuntos y varios  redactores llegaron incluso a llevar a los tribunales su propio diario por coartar su libertad de expresión. Era tal el caos, que “los periodistas del Post se peleaban abiertamente entre ellos en las redes”.

"Cuando salió de la última asamblea sobre el uso de las redes, Baron anotó sus impresiones: El énfasis estaba en el yo, mí, me… y no nosotros, nuestro, nos (...) Ha sido muy deprimente"

“Día tras día, Twitter parecía sacar los peores instintos de nuestros periodistas, los impulsos más inconcebibles. Era difícil comprender por qué unas personas tan inteligentes no podían controlarse (…) Los reporteros y los editores, en mi opinión no deberían utilizar las plataformas de las redes sociales —porque su audiencia se la deben al periódico— para inmiscuirse en noticias que no tienen la responsabilidad de cubrir, suplantando a los editores al proponer criterios de cómo deberían cubrirse esas noticias (…) El deseo de expresarse de una persona no debería tener prioridad sobre el derecho de una empresa o una institución a proteger su reputación poniendo límites. Los periodistas del departamento de noticias no deberían utilizar cuentas de Twitter relacionadas con el Post para abogar por causas que les son queridas, y poco importa lo dignas o meritorias que puedan ser.”

Cuando salió de la última asamblea sobre el uso de las redes, Baron anotó sus impresiones. “Nunca me he sentido tan distante de mis compañeros periodistas (…) Las ideas del personal sobre las redes sociales, para mí, valoran la expresión individual por encima de los intereses de la institución. El énfasis estaba en el yo, mí, me… y no nosotros, nuestro, nos (…) Ha sido muy deprimente”.

El debate de la objetividad

“Al defender la objetividad en nuestro trabajo estoy nadando a contracorriente y contra lo que se ha convertido, lamentablemente, en una poderosa marca en esta profesión . Objetividad: no hay palabra más impopular en la actualidad entre los periodistas que trabajan para los medios tradicionales (…) La objetividad está pasada de moda (…) Se ve como un sinónimo de neutralidad y equilibrio, y es llamado periodismo equidistante, o periodismo de “por un lado… y por el otro”.

"El Washington Post se halla sumido en la actualidad en una profunda crisis. Las pérdidas aumentan pese a las inyecciones de Bezos, los cambios de director se suceden"

“La verdadera objetividad lo que significa realmente es esto: como periodistas no podemos dejar de obsesionarnos con llegar a conocer la verdad… o, para utilizar un término menos altisonante, la realidad objetiva. Y conseguirlo exige tener la mente abierta y utilizar un método riguroso. Debemos fijarnos más en lo que no sabemos que en lo que sabemos, o en lo que creemos que sabemos. No deberíamos empezar nuestro trabajo dando por hecho que conocimos las respuestas; tenemos que buscarlas y encontrarlas. Tenemos que ser oyentes generosos y aprendices entusiastas”.

P.S. El Washington Post se halla sumido en la actualidad en una profunda crisis. Las pérdidas aumentan pese a las inyecciones de Bezos, los cambios de director se suceden, no se acaba de encontrar una línea coherente, el ambiente en la redacción no puede estar más enrarecido… Nada que ver con la brillante etapa durante la dirección de Martin Baron, que tal vez fue solo un espejismo.

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Autor: Martin Baron. Título: Frente al poder: Trump, Bezos y el Washington Post. Editorial: La Esfera de los Libros. Venta: Todostuslibros   

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