La literatura LGTBI ha mantenido a lo largo de 2021 la tendencia de normalización que emprendió hace bastantes años. Normalización que tiene varios frentes: hay editoriales especializadas (algunas excelentes), pero se publica también en grandes y pequeños sellos generalistas; la diversidad de temas tratados es cada vez mayor; los autores son LGTBI y no LGTBI; y, además de novedades, se recuperan libros antiguos y olvidados que tienen un interés notable.
Los caminos de la edición son inescrutables y a veces traen regalos extraños: ¿qué hace Alberto Olmos escribiendo de Jan Morris? Era difícil de imaginar para mí, pero lo hace en una sugestiva colección de la editorial ZUT llamada Vidas Térmicas. Y lo hace bien, con el inevitable toque Olmos.
Jan Morris es un personaje fascinante al que yo descubrí muy tarde y al que solo leí hace poco más de un año, cuando murió. Su obra viajera es vastísima, pero quizá su libro más conocido es El enigma, en el que habla de su cambio de sexo. Jan Morris nació James Morris y se comportó durante muchos años como lo que convencionalmente se entendía por un hombre: se alistó en el ejército, fue a la guerra, se casó con una mujer y tuvo cinco hijos con ella.
Siempre supo que era una mujer, pero tardó en imaginar la posibilidad de serlo también orgánicamente. A los 45 años, después de hormonarse y de pasar por un período de androginia, viajó a Casablanca para operarse genitalmente con uno de los cirujanos más conocidos de la época en esta materia. Vivió aproximadamente la mitad de su vida como hombre y la otra mitad como mujer.
La gran virtud del libro de Olmos es no hacer un relato cronológico y biográfico de Morris, sino un mosaico coherente y bien articulado de impresiones y asuntos acerca de ella, desde su ascensión al Everest con la primera expedición que alcanzó la cumbre hasta su nacionalismo galés, pasando por el amor a su casa solariega o el amor —literariamente apasionante— a su esposa, con la que se casó dos veces, una siendo hombre y otra siendo mujer.
Morris nunca fue una activista de la causa trans, e incluso podría decirse que sentía un cierto desprecio o incomprensión hacia los activistas. Alberto Olmos, por supuesto, no pierde la ocasión de aprovechar este hecho para hacer algunas reflexiones críticas —nunca demasiado intensas— hacia el feminismo actual y el énfasis de los movimientos de liberación sexual en nuestros días. Al margen de cualquier valoración, el análisis no deja de ser pertinente, porque la figura de Jan Morris se ha convertido en un icono y ella no responde mucho a lo que se le atribuye.
Jan Morris, en definitiva, es un libro muy breve, panorámico, inteligente y bien documentado. A un lector profano le ofrecerá un retrato fidedigno de un personaje que, como ya he dicho, resulta fascinante. Y a un lector medio profano, como yo, le alumbrará algunos aspectos más desconocidos —pero también interesantes— de Morris.
Fernando Molano Vargas nació en Bogotá en 1961. En 1992, publicó la novela Un beso de Dick. Murió en 1998 a causa del sida, como recordaba al principio de esta nota. Es decir, es uno más de los autores que quedaron sepultados por esa pandemia llena de miedo y de estigmas de la que en 2021 se han cumplido cuarenta años. La editorial argentina Blatt&Ríos reedita ahora esa novela iniciática, y lo primero que hay que celebrar es que exista una editorial así, dedicada, entre otras cosas, a recuperar literatura gay olvidada y a veces inédita, como algunas novelas antiguas de Blas Matamoro.
Un beso de Dick es la historia de dos adolescentes colombianos, compañeros de clase y de equipo de fútbol, que están despertando sexualmente. Está narrada a través de los ojos de uno de ellos, Felipe, y contiene toda la ingenuidad de esa primera adolescencia, lo que resulta técnicamente admirable. “¡Cómo es posible que uno se enamore así de un muchacho!”, dice Felipe. “O sea: uno sabe que eso no debe ser así. Pero… ¿cómo hace uno para sacarse el amor del cuerpo si uno está todo enamorado?: eso no es como sacarse una astilla de un dedo.”
La novela no busca grandes honduras o, mejor dicho, busca solo una, a la que se acerca bastante: esa hondura deliciosa e inaprensible del descubrimiento del amor; ese estrépito de sentimientos que se confunden, la felicidad y el dolor y el placer y la gloria.
Aparecen con naturalidad todos los aspectos que un lector de cualquier tendencia sexual puede reconocer: el enamoramiento, los juegos de seducción, el regodeo sexual, el miedo a la pérdida, la perplejidad ante lo sublime y la grandeza de la ternura. Pero aparecen también una serie de aspectos que tienen que ver con la condición homosexual, y en concreto con las vivencias de la época y de la geografía en la que Fernando Molano escribe: la mirada homoerótica del deporte, la masculinidad disociada o tóxica, la incomprensión familiar, y el secreto o el eco ininterrumpido de la soledad.
“Con lo rico que es marcar goles, sentirse todo hermoso y machito por ir ganando, y oír a las peladas [las chicas] que gritan y lo animan a uno cantando esas porras, y mandándonos unos piropos de muy lanzadas…”, escribe Felipe. Molano capta muy bien esa sensación todavía no del todo desterrada de que el erotismo homosexual —incluso el más pleno— puede ser Interpretado en la adolescencia como un mero paréntesis o como una rareza marginal que no tiene por qué afectar al rumbo principal de la vida: tener novia, casarse y procrear. En ese sentido, tanto Felipe como Leonardo comparten los mismos sueños y el mismo mundo.
La novela, muy dialogada, muy ágil narrativamente, muy eficaz, tiene algunos tics molestos, sobre todo el de marcar los excesivos silencios de los personajes con puntos suspensivos. Y no he conseguido entender —seguramente he hecho una lectura despistada y se me ha escapado la clave— qué sentido tiene el título. Ninguno de los protagonistas ni de los personajes se llama Dick, y confío que no se trate de un vulgar juego de palabras con el inglés “polla”.
La novela, por último, tiene una particularidad que no quiero dejar de subrayar, sin hacer ningún spoiler importante: tiene un final feliz; o no tiene, al menos, un final amargo, como era todavía norma en la literatura homosexual de la época. Y eso, de por sí, bien vale una lectura.
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Autor: Alberto Olmos. Título: Jan Morris. Editorial: ZUT. Venta: Todostuslibros
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Autor: Fernando Molano Vargas. Título: Un beso de Dick. Editorial: Blatt&Ríos. Venta: Todostuslibros
Ya no importa si la literatura es buena o mala, lo que importa es la ideología imperante y la fuerza de los lobbys.