Master and Commander(2003), la película que dirigió Peter Weir sobre novelas de Patrick O’Brian, nos sumerge desde el primer fotograma en el mar merced a un navío, el que manda el capitán Jack Aubrey. Un mar de guerra, la de los tiempos napoleónicos, a muerte entre franceses y británicos en todas las tierras, en todos los mares del mundo. La película comienza en la noche, en medio de una densa niebla que apenas deja ver ni oír nada. Todo te puede confundir o prevenir. Decidir. Esa es la pasión, el filo de la navaja del mando, el elemento esencial del liderazgo; mandar bien o asumir el error con la responsabilidad metida en el alma para siempre. En esa noche neblinosa, el oficial de guardia se debate entre la certeza y el engaño, al haber atisbado una luz en medio de la negrura. Si no lo comunica en forma, el enemigo puede arrasar su navío, si lo hace y se equivoca, quizás todos le miren con recelo. Ya saben el cuento del lobo o el del medroso oficial que no conoce bien su oficio. Lo que sigue es una empecinada persecución, un mortal juego de ajedrez entre los dos navíos ,el Acheron francés, el HMS Surprise británico, entre los dos capitanes, a través del Atlántico y luego el Pacífico, simples peones de una guerra que se planifica en París y en Londres, un mortal juego de fintas, engaños añagazas, sabiduría de curtidos navegantes, de guerreros implacables, de siglos de odiseos y jasones, con triunfos y derrotas, de muertes y accidentes, de calmas y tempestades, de ron y de canciones, de islas tan remotas que parecen nacidas de un mundo perdido hace millones de siglos. En ese viaje alguien puede proclamar con orgullo nelsoniano que el HMS Surprise , allí, en alta mar, es Inglaterra, un pequeño guardiamarina puede perder un brazo y mirar al dolor con estoicismo de generaciones vividas para eso, escuchamos las conversaciones de los oficiales en la cámara del capitán y las de la marinería bajo cubierta. Aquellas, las de gente con historias, orgullo y disciplina, clarete y jerez, las otras, envueltas en humanidad, no menos orgullo, no menos historias, ciertas supersticiones y camaradería entre hamacas colgadas del techo.
En la tripulación y junto al capitán Aubrey figura Stephen Maturin, un médico, un médico ilustrado, un tanto librepensador, humanista, capaz de dar todo por descubrir una fauna no clasificada en las remotas Galápagos. Junto con su amigo Aubrey pueden hablar de lo divino o de lo humano, o simplemente guardar un silencio íntimo que lo dice todo, o vivir la experiencia de la música, que así es como concluye Master and Commander, al son en la cámara del capitán de la música elegante, culta , romántica, de Bocccherini, La musica notturna delle strade di madrid, Aubrey al violín, Maturin al chelo, maravillosos Russell Crowe y Paul Bettany, mientras el HMS Surprise vira porque nada es eterno en la mar, e incluso, un viejo enemigo puede imprevistamente resucitar como un avezado Montecristo camuflado tras un ingenioso disfraz. La aventura jamás muere, sino que resucita siempre que alguien tome la pluma para escribirla o recordarla.
Peter Weir filma Master and Commander de manera magistral, más allá del clasicismo con un estilo narrativo que reúne lo mejor de Conrad, Marryat, Salgari, Stevenson, Coloane y Paternain, pero también de Curtiz, Walsh y tantos otros. Una puesta en escena física, sincera, sus secuencias en el Cabo de Hornos, un fin del mundo verniano, son inolvidables, como lo son las de los combates, vívidos y vividos, sangrientos y heroicos, o las del abordaje final, dos navíos de guerra que se enfrentan como ancestrales corsarios con cuentas pendientes. Por qué nadie se acuerda de Peter Weir —Picnic en Hanging Rock, El año que vivimos peligrosamente, Matrimonio de conveniencia, Único Testigo, El club de los poetas muertos, El show de Truman— como un maestro más de los grandes del cine es un misterio fácilmente discernible. No gustan los cineastas clásicos que cuentan historias humanas de manera moral, sin artificios ni coartadas homiléticas. Una rosa es una rosa, una rosa, que diría el poeta.
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Masster and Commander : The Far Side of the World (2003). Producida y dirigida por Peter Weir. Guión de Peter Weir y John Collee, basada en la novela Capitán de mar y de guerra, escrita por Patrick O’Brian . Fotografía de Russell Boyd. Montaje: Lee Smith. Diseñador de producción: William Sandell. Vestuario: Wendy Stites. Interpretada por Russell Crowe, Paul Bettany, J, Billy Boyd, James D´Arcy, Edward Woodall, Chris Larkin. Duración: 138 minutos.
Gran película; por momentos parece una puesta al día de aquella magnífica El hidalgo de los mares de Walsh basada en las novelas de Forester pero con el estilo visual único e inconfundible de Peter Weir, que retomó el cine de aventuras donde lo habían dejado Lester, Milius o Huston e hizo algo nuevo y magistral a la altura de sus mejores películas (para mí La última ola, Picnic en Hanging Rock, Gallipoli y El año que vivimos peligrosamente).
La vi en el cine en el 2003, y fue la sensación más absoluta de felicidad que experimenté con una película.
Enorme película, que describe magistralmente lo que era vivir y luchar en los barcos de entonces, a la vez que sondea las profundidades de cada uno de los personajes y sus relaciones.
En la ficha técnica dice que está basada en la novela Capitán de Mar y Guerra, pero en realidad toma elementos de distintas novelas de la serie Aubrey-Mathurin de O’Brien.