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Mathias Énard: «Cuando más creemos que el Mediterráneo ha desarrollado pensamiento y cultura, más lo destruye»

Mathias Énard: «Cuando más creemos que el Mediterráneo ha desarrollado pensamiento y cultura, más lo destruye»

De padre francés y madre vasca, Mathias Énard nació en La Charante, pero vive en Barcelona. Escribe en francés, pero no sobre Francia, y en casi todos sus libros aparece el tema del compromiso o la responsabilidad del escritor con respecto al mundo que lo rodea, así como un interés claro por lo mestizo y lo diverso. Esos rasgos están presentes en una de sus primeras novelas, Calle de los ladrones (Literatura Random House), ambientada en aquellos años de las revueltas de los indignados y la primavera árabe, aquel tiempo en el que el mundo estuvo a punto de dar un vuelco. Y puede que lo diese, pero no a mejor.

Tras cursar estudios de árabe y persa y pasar largas estancias en Oriente Próximo, en el año 2000 se estableció en Barcelona, donde participó activamente en varias revistas culturales, entre ellas la desaparecida Lateral. Trabaja como profesor de árabe en la Universidad Autónoma de Barcelona. En 2015, se alzó como ganador del premio Goncourt con La brújula (Literatura Random House), en cuyas páginas narra la vida del musicólogo Franz Ritter, quien evoca todo lo vivido y aprendido mientras sus pensamientos vuelan hacia Estambul, Alepo, Palmira, Damasco o Teherán, lugares que han marcado su biografía intelectual y sentimental, de la misma forma que lo han hecho con Énard.

Esta semana el escritor ha recibido el premio Albert Camus 2022, entregado en Menorca por la Fundación Premi Mediterrani Albert Camus. El jurado ha querido resaltar su trayectoria vital y artística como creador y pensador contemporáneo, en particular por su “búsqueda y exploración permanente a través de la literatura de aquello que nos une como seres humanos”, según reza el veredicto. “Es heredero del pensamiento de Albert Camus y mediante la ficción alimenta un humanismo universal”. Sobre el compromiso del escritor y la identidad, conversa el francés en esta entrevista.

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—Calle de los ladrones propone una reflexión desde el compromiso, al igual que Brújula. ¿Un escritor está obligado a tomar posición?

—¿Obligado por qué? El compromiso político es una cuestión de libre albedrío. Cada quien puede decidir.

—Existió una generación de escritores, sobre todo en la generación de Camus, que intervenían en el debate público.

"Los intelectuales, escritores, el público y la sociedad en general han cambiado. El escritor ya no ocupa lugares de poder desde donde opinar"

—Eso ha cambiado mucho. Los intelectuales, escritores, el público y la sociedad en general han cambiado. El escritor ya no ocupa lugares de poder desde donde opinar. En televisión y los medios de comunicación entrevistaban mucho más a los escritores. Ser escritor te daba la oportunidad de llegar a un público interesado. Es lo que podíamos llamar intelectuales.

—¿Y adónde se fueron?

—Ahí está el cambio. Hoy más o menos está al mismo nivel que la opinión de un deportista, del concursante de un programa de cocina o de un reality de aventuras en una isla lejana. Parece que los mensajes se igualan. Todo el mundo opina de la misma forma. También las redes sociales influyen.

—Usted opina en sus novelas.

"Vivimos en el mundo de la opinión, no del pensamiento. Todos opinan, porque claro, todos tenemos ideas, pero pensar requiere tiempo"

—En el caso de un escritor, más que opinar hay que pensar. E intentar hacerlo de una forma distinta. Vivimos en el mundo de la opinión, no del pensamiento. Todos opinan, porque claro, todos tenemos ideas, pero pensar requiere tiempo. Cuando ves un reportaje en la televisión, debajo lees en pequeñas letras todo lo que está pasando: los resultados del fútbol, si la bolsa sube o baja, todo a la vez. Los libros son exactamente lo opuesto a esa rapidez. Proponen una reflexión.

—El Mediterráneo es el mar de Ulises, clásico. Ahora es un cementerio de quienes migran desesperados.

—Está el Mediterráneo de la Odisea, pero también el de la Ilíada, que es el lado más bélico. De hecho, hay gente que piensa que Homero era médico, por lo bien que describía las heridas o la penetración de una lanza en una costilla. Por desgracia, tiene siempre estos dos lados. Cuanto más creemos que el Mediterráneo ha desarrollado pensamiento y cultura, más lo destruye. Mira Andalucía medieval. Se cruzan ahí judíos, cristianos, musulmanes. Crean poesía, belleza, arquitectura, saber, filosofía…

—Usted también traduce. Para usted el lenguaje no es una barrera, pero existen. ¿Qué hacer con ellas?

—Soy consciente de que existen esas barreras, pero lo que me interesa es cruzarlas, para ver qué hay más allá de ellas. Hay que ser consciente de que existen, y de que existen muchas identidades. La cultura es cada vez más híbrida y mestiza. Eso hace que olvidemos las barreras reales que existen alrededor de Europa o en el Mediterráneo mismo, incluso las que se levantan entre dos países.

—¿Cómo es la Francia de hoy?

"Los escritores franceses andan también muy perdidos. Están desconectados de la realidad de la gente"

—Yo escribo en francés, pero no necesariamente sobre Francia, y además vivo en Barcelona. Percibo mucha desorientación en Francia. Está perdida. Cuando no tienes claro hacia dónde quieres llegar es difícil proyectar la forma de hacerlo. En ese sentido creo que los escritores franceses andan también muy perdidos. Están desconectados de la realidad de la gente. Quizá por eso hay un auge de la no ficción. De alguna forma hoy la novela es un relato sin ficción.

—Vive en Barcelona. Fue a Berlín y regresó a España.

—Me gusta Barcelona. Es un lugar muy diverso. Te encuentras con escritores de todo el mundo: de América Latina, españoles, franceses, ingleses, de Marruecos. Me gustaba vivir en Berlín porque era el lugar de la Siria libre. Hay barrios enteros que son sirios. Eso me interesaba mucho Siempre he vivido muy cerca de España. Mi madre era vasca y de pequeña venía mucho aquí.

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