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Matilde Asensi: «Pienso en el final antes, así puedo engañar a los lectores»

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Matilde Asensi: «Pienso en el final antes, así puedo engañar a los lectores»

Hace veinte años Matilde Asensi era una joven enfermera que vivía en Alicante y que aprovechaba las libranzas en el hospital para investigar y escribir. Una doble tarea que le sirve para hilvanar sus historias que comienza a escribir, siempre, pensando en el final.

«Antes de sentarme a escribir yo siempre pienso en el final», asegura a Efeminista, entre firma y firma de su última novela «Sakura» (Ed. La Esfera de los Libros) en la Feria del Libro de Madrid.

«Me gustan las dos cosas por igual, el trabajo de investigación me parece tan interesante como luego hilvanar la historia», contaba en su primera entrevista, con Efe, nada más publicarse su primer libro «El salón ámbar».

Hoy, con más de veinte millones de lectores en todo el mundo, la escritora, un referente para los incondicionales de la novela histórica de aventuras, sigue «hilvanando» de igual modo sus historias. Mucha lectura, mucha documentación y, sobre todo, un final.

«Sakura» no tiene nada de diferentes respecto a los anteriores, asegura. Es uno más dentro de su género, la aventura histórica. El tema sí es nuevo, pintura.

«Es que tampoco hay mejores. Son todos míos. Con todos he estado estos años dedicándoles años de mi vida. No sé si el último es el mejor, ni el segundo, ni el primero. Para mí son todos iguales», afirma cuando se le pregunta si «Sakura» es su libro favorito.

«Sakura» ha robado a Asensi cuatro años en su gestación. Un proceso que ella resume de la siguiente forma: «La historia la encuentro por casualidad. Como soy lectora (…) leo mucho y leo muchas cosas muy distintas. Y ahí es donde me encuentro esas chispas que, de repente, llegan. (…) Luego viene la fase de documentación y empezar a leer, a leer, a leer, a hacer cuadros sinópticos, a hacer dibujitos, a apuntar ideas. Cuanta más información tienes, la cabeza más es capaz de crear lo que luego es la trama, las subtramas, lo que es el plot del libro».

Pero antes de todo, lo primero es, para Asensi, el final. «Si no tengo el final no me siento a escribir porque si sé cómo va a acabar. Puede engañar a los lectores y llevarlos por donde yo quiera, hacerlos comulgar con ruedas de molino que se dice habitualmente. Para que no puedan sospechar cómo va a terminar el final lo tengo muy trabajado siempre antes de sentarme incluso a escribir».

Asensi cierra el ciclo con el broche de oro: el encuentro con los lectores para hablar con ellos de sus historias, de su obra.

«Significa el momento de encontrarme con esas personas para las que estoy escribiendo cuando estoy a solas totalmente en mi despacho», cuenta.

Antes, recuerda, cuando no existían las redes sociales, era la única oportunidad que tenía como escritora de ponerle cara la gente que estaba esperando sus libros. «Yo escribo en mi despacho, a solas, en silencio, de madrugada, generalmente. Era la única vez que podía verles la cara, no podía saber quiénes eran los que me leían».

Pero ahora, con las redes sociales, es diferente. «Tienes a noventa mil metidos dentro del despacho, que ya procuro que no sea así. Pero bueno, se meten».

En todo caso, el contacto con los lectores durante la firma de ejemplares «sigue siendo el momento en el que te encuentras con la gente que está deseando verte y dices: ¡Ostras! son capaces de aguantar tres horas de cola debajo del sol debajo de la lluvia por cruzar dos palabras contigo. Eso no tiene precio. Eso es impresionante».

¿Qué le dicen? Me dan las gracias por escribir, cuenta. «Me dicen que esperan el siguiente libro. Algunos me regañan por no sacar libro antes pero bueno, yo protesto y les digo (ríe) que la esclavitud se abolió».

Sobre la presencia de las mujeres en la historia de la literatura española, la autora recuerda que «las mujeres, para poder estar en el mundo de lo que fuera, necesitaban usar seudónimos, como Fernán Caballero».

Ahora, dice, «podemos reivindicarlo» y recuerda la exposición que acaba de ver en el Museo ABC «Dibujantas», en la que se hace un repaso a un grupo de ilustradoras pioneras en un mundo monopolizado por hombres. «Me quedé fascinada, todas firmaban sus obras con las iniciales, con el apellido, porque no podían decir que eran mujeres». Eso ha cambiado, afortunadamente, señala Asensi. «Nos queda un trecho por recorrer, pero hemos dado ya pasos de gigante», concluye.

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