Foto: Luis Endera
Cuando Blas me llamó para proponerme formar parte de esta entrevista, dos emociones claramente contrastadas se colocaron sobre mi mente. La primera, claro está, las ganas que tengo siempre de juntarme con él y charlar un rato; la segunda, dudas, la reticencia de que en estas líneas quedara patente que Blas y yo somos amigos y que barro, naturalmente, para casa.
Pero Blas me dijo que, precisamente, esto último era lo que quería. Tenía muy claro que no quería una entrevista al uso, sino una charla de dos amigos en la cual se pueden explorar otros matices que otro entrevistador, por muy bueno y profesional que sea, no podría porque no hay ese nexo de camaradería. Me gustó tanto la idea que no dudé en decirle que sí. También me atrajo que quisiera realizarla en el emplazamiento real donde ocurre la trama de su nuevo lanzamiento, No mentirás, bajo el nombre ficticio de Mors. La idea de poder charlar en sus calles me sedujo. Más tarde me contó que añadía a este mini proyecto a Luis Endera, el magnífico director de cine, como fotógrafo. Ya Blas me había dado a entender que lo que quería es que tuviéramos uno de nuestros habituales encuentros entre los tres de los que nada bueno sale.
Después de tomar un café en las inmediaciones de la plaza central del pueblo, donde prácticamente comienza la novela, procedemos a sentarnos en uno de los bancos del lugar —que más tarde Blas me explicaría que tiene un significado especial en la trama que no puede desvelar en estas líneas— y empezamos a charlar. Le advierto que no me he traído preparada ninguna pregunta para que la conversación fluya entre ambos. A él le encanta esto. Nuestra charla es ésta:
—¿Qué esperas de la novela? ¿Qué recepción o acogida piensas que va a tener?
—No te puedo negar que sueño con tener bastante notoriedad con este trabajo. Las anteriores han funcionado muy bien, y eso que siempre he jugado por mi cuenta, sin apoyo. ¿Por qué no iba a hacerlo una novela bien trabajada que tiene detrás al mayor grupo editorial del mundo? Quiero llegar a esos lectores que no tienen ni idea de quién soy, por supuesto. Sobre todo me gustaría que considerasen que, una vez leída, tienen delante a un buen escritor.
—¿Entonces podríamos considerar que te interesaría más un reconocimiento como escritor de calidad que la venta de ejemplares en sí?
—Claro. He tenido la suerte de vender muchos ejemplares anteriormente y la recepción siempre ha sido buena, pero uno siempre quiere más y me apetece que me cuenten que en sus páginas había una historia bien escrita que les ha calado.
—Estoy seguro que así será porque yo la he leído y tiene una calidad tremenda. Ya lo he apuntado antes, pero me encantaría recalcar que estamos llevando a cabo esta entrevista en el lugar donde transcurre la trama de la novela. Es así, ¿no?
—Así es —mira a su alrededor—, éste es el famoso pueblo de Mors que aparece en la novela. Evidentemente su nombre real es otro, pero me encantaba el juego que da el dichoso nombre y quería que así se llamara pasara lo que pasara. De todos modos no les será muy difícil a los lectores situarlo en el mapa si así lo quieren.
—No es tan fácil, ¿eh? —me río—, ya que para llegar mi Google Maps no reconocía el nombre real —más risas—. Lo que me llama la atención es cómo se te ha podido ocurrir una historia tan oscura, con esa pegada que tiene, en un lugar tan tranquilo. Esto es un sitio muy pequeño y lo último que esperas es que pueda suceder algo así.
—Totalmente de acuerdo. Y esto es con lo que quería jugar. Déjame contarte que la elección de este lugar como emplazamiento de la acción tiene una doble historia. La primera tiene que ver con su tranquilidad. Aquí nunca pasa nada. Y esta es la premisa con la que parte la novela. Un pueblo en el que nunca pasa nada y, de repente, pasa lo peor. Cuando sucesos así ocurren en grandes concentraciones de gente, todo se relativiza y se diluye entre la inmensidad. Cuando pasa en un espacio tan chiquito la sensación de ahogo es mucho mayor. Aquí todos se conocen y es imposible tener secretos. Y si ya se tienen, mantenerlos ocultos ni te cuento. Eso es lo que quería trasladar al lector con el lugar. La segunda historia tiene que ver con que éste no era el emplazamiento inicial de Mors. Me inventé un pueblo al norte de España. La culpa de que ahora esté aquí, ubicado en la provincia de Alicante, la tiene este señor —señala a Luis Endera, que está haciéndonos fotos sin parar—, que me comentó lo guay que podría quedar aquí, ya que esto no se hace habitualmente. Lo fácil es ubicar las ficciones en grandes ciudades o en pueblos del norte. Me hizo pensar en esto y era cierto. Hay una tendencia natural a esto en la novela negra en España. ¿Por qué no en un pueblo de la costa levantina? Me fascinó la idea.
—Considero que es un acierto, desde luego. Hay dos cosas que me llaman mucho la atención de la novela. La primera es el grado de documentación. Me gustaría recalcar a los lectores que esto no les va a afectar para nada en que la lectura sea ágil o no, que lo es, muy dinámica. Pero si te pones a hurgar en tus letras te das cuenta de que hay una precisión técnica en los procedimientos policiales asombrosa. ¿Cómo has conseguido esto?
—Puffff. Me ha costado mucho conseguir este equilibrio. Tuve claro desde un primer momento que me quería desmarcar mostrando una realidad policial y forense poco vista en la ficción. Pero, claro, esto tiene un peligro tremendo. Cuando aprendes mucho sobre cómo se hace de verdad el trabajo policial, quieres contarlo. Para esto te has pasado casi cuatro años investigando codo con codo con los cuerpos policiales. Pero no puedes convertir esto en un manual de procedimientos. Además, el lenguaje que usan ellos es muy específico y, para la mayoría de los mortales, entre los que me incluyo, muy difícil de entender. Esto se traduce en que puede parar el ritmo de acción de la novela o que puedas quedar como un cuñao deseoso de mostrar todo lo que ha aprendido. Hallar ese equilibrio entre el dinamismo y la realidad me ha costado mucho, pero creo que lo he conseguido.
—Esto que dices me viene genial para la segunda cosa que me llama la atención de todo esto. Y es que ya te estás convirtiendo en un erudito de estos temas policiales y forenses. También sobre la mente criminal. De hecho, en tu anterior trabajo, ¡Que nadie toque nada!, lo demuestras. ¿Cómo ves esto?
—(Risas) Qué va, no me considero un erudito en absoluto, pero sí me llama la atención que poco a poco me van llamando de lugares para dar charlas sobre estos temas. Soy una persona curiosa que ha investigado mucho, sobre todo en vivo, pero jamás se me ocurriría ponerme a la altura de los grandes expertos en esta materia que tenemos en este país. También es cierto que no dejo de formarme para ir consolidando estos conocimientos “de campo” que he ido adquiriendo, y así los voy haciendo oficiales para no sentirme un intruso cuando doy alguna de estas charlas.
—Pues lo estás haciendo genial. Yo, que soy lector de todas tus obras, tengo claro que reflejas ese trabajo policial y forense como nadie.
—Muchas gracias. La verdad es que tenía claro que quería hacerlo, porque es muy injusto lo estereotipado que está este tipo de trabajo. La ficción nos ha vendido durante muchos años una imagen que no se corresponde con la realidad. Y lo que más me fastidia es que, en este caso, la realidad supera con creces la ficción. El trabajo policial y forense real es mucho más interesante e impactante de lo que nos muestran las películas, series y novelas. Pero un día se puso de moda el inspector solitario al margen de la ley que llega a un escenario y lo remueve todo a su antojo y así se quedó para siempre. Ya es hora de romper con esta imagen y al mismo tiempo conseguir que el ritmo de la novela no decaiga.
—Precisamente esto era lo que te quería comentar ahora: el ritmo de la novela. Es que es endiablado. Además, has hecho una cosa muy difícil, que es ubicar cada fragmento de lo que ocurre en un día, un lugar y hasta a una hora específica. ¿Podríamos decir que el lector se va a encontrar con una historia a tiempo real?
—Creo lo podríamos definir así. En mi maldito afán por hacerla lo más real posible, he intentado que se cumplan los tiempos que requiere cada acción de manera rigurosa. Tenía dos opciones. Relatar lo que sucedía durante ese tiempo o mostrarlo con el detalle de la hora. Esto último fue mi elección, porque seguía aportando dinamismo. Por ejemplo, supongo que en lo cotidiano queda claro que un trayecto desde la ciudad de Alicante a un pueblo ubicado a cuarenta kilómetros tiene unos tiempos. Esto añadido al tráfico que te puedas encontrar. Relatarlo está bien, pero puede entorpecer el ritmo de la trama. Si reflejo que en la ciudad de Alicante está a una hora y en el pueblo a otra, pasado el tiempo necesario, el lector, que no es tonto, ubica todo lo que ha debido suceder de por medio y, además, no pierde velocidad en lo que va sucediendo. Me ha costado mucho hacerlo así, pero estoy muy contento.
—Me parece una estrategia muy inteligente por tu parte. La siguiente pregunta que te quiero hacer es peliaguda, porque no sé si se puede contar o no. De hecho, yo ya lo sé, pero me apetece que lo cuentes tú si te dejan. ¿Esta novela forma parte de alguna saga?
—(Risas) Cabroncete… A ver, tampoco es un secreto porque en más de una ocasión se me ha escapado. La idea inicial es una trilogía, pero hoy en día es peligroso vender algo así. Muchas veces esto anima a la gente y otras tantas la echa para atrás. Sí es cierto que mi plan inicial es una trilogía. De hecho, ya tengo la segunda parte escrita y estoy casi terminando la tercera. Pero quiero dejar tranquilas a las dos facciones, defensores y detractores, diciendo que este libro concluye en su trama. Y que en el siguiente, por supuesto, se encontrarán algo parecido pero a la vez muy diferente. Pero no lo tenemos planteado como una trilogía que tiene que serlo porque sí.
—Pues yo estoy convencido de que veremos esa segunda y tercera parte, porque el libro va a tener una acogida espectacular. Por otro lado me gustaría destacar la gran labor que haces frente a tus lectores. Creo que eres uno de los autores que más interactúa con ellos, y esto te hace ser querido y valorado a partes iguales. ¿Cómo lo ves?
—Lo cierto es que no concibo hacer las cosas de otra forma. Creo que es una retroalimentación muy bonita la que se puede tener con un contacto directo con los lectores. Algo así como un quid pro quo. Yo les ofrezco mi novela, ellos su opinión al respecto y yo tengo la oportunidad, después, de agradecer esa opinión, tanto buena como mala, de manera directa. Creo que es algo genial poder hacerlo y que me ha ayudado a afianzar una comunidad lectora fiel que me permite tener cierta seguridad de un número aceptable de lecturas de mis obras. Esto, además, me hace querer esforzarme todavía más para poder dar el doscientos por cien de mí. Me encanta poder interactuar con mis lectores en vivo. Es maravilloso.
—Pues siguiendo la línea de esa comunidad fiel, creo que Penguin Random House puede estar muy tranquila contigo, porque el número de lectores va en aumento cada día.
—Bueno, esto es peligroso, porque no siempre es así. Creo que cada novela tiene su público y, sobre todo, su momento. Hay veces que lanzas algo que crees que es buenísimo y se venden 50. Luego sacas algo que tú consideras de menor calidad, y se venden 100. No sé, ojalá encontrar una fórmula que funcionara siempre. Pero la verdad que con No mentirás nos hemos llevado un susto muy grande. Acordé con la editorial lanzar un día concreto para la preventa, es decir, para que la gente pudiera reservarla. Y en dos horas alcanzó el número 1 en España en papel. Entiendo que hay algoritmos de por medio para medir estas cosas que a veces no son muy concretos pero, ¿cuántos ejemplares se reservarían para llegar al número 1 absoluto en papel en España? Lo había conseguido anteriormente en formato ebook, ¿pero en papel? ¿En reserva? Menuda locura. Esto nos hizo ponernos todavía más las pilas y asimilar que con este libro las cosas pueden ir realmente bien. Aunque nunca se sabe.
—Y para estos que todavía no te conocen, hay algo que me gusta mucho de ti, y es que tienes un sello personal que imprimes en cada novela. Algo así como el “sello Blas”. Para esa gente que no sabe cómo es, ¿qué destacarías de él? ¿Qué van a encontrar al leerte a ti?
—Esto del sello Blas me encanta. Básicamente porque era lo que quería conseguir desde un primer momento. No hay nada como que un lector lea algo tuyo y que diga: «Es que esto es puro Blas». Más que nada porque a mí me pasa con autores españoles como César Pérez Gellida, Juan Gómez-Jurado o tú mismo. Me encanta abrir un libro y ver siempre ahí vuestra firma clara en cada frase. Cuando los lectores me han ido comentando que yo también poseía ese estilo inconfundible propio me he sentido muy feliz. ¿Que cómo es? Soy de los que les gusta ir al grano. Frases cortas siempre que puedo. No soy excesivamente literario en la construcción de frases, pero porque no me veo capacitado para ello. Me encanta jugar con los latidos de la gente haciendo que aumenten hasta límites peligrosos. Y muy cabrón. Me encanta arrear varazos en los riñones cuando creías estar tranquilo. Metafóricamente, claro.
—Estoy de acuerdo contigo. Sobre todo me interesa saber algo: ¿qué crees que sentirá el lector cuando termine el libro?
—Lo que quiero es que cuando cierren el libro tengan la impresión de que han vivido la trama. Creo que van a sentir una gran dosis de angustia si consiguen conectar con los personajes. Y de verdad pienso que lo van a hacer. Más que nada porque he intentado hacerlos reales. Gente que siente, que sufre, que se alegra, que padece… Esto para mí es fundamental, y creo que lo van a vivir todo junto a ellos. Si cuando lo cierren me cuentan que ha sido así, habré triunfado.
—Y así será, no tengo la menor duda, porque yo lo he vivido de esta forma. No me quiero despedir de ti sin poder preguntarte si hace cinco años te veías donde estás ahora. Para quien no lo sepa, vienes de un mundo de autoedición del cual es muy complicado salir por la puerta grande. ¿Te veías así?
—Ni de coña. ¡Que va! Esto es lo que uno siempre sueña pero, siendo realista, cuesta muchísimo llegar. Yo he tenido que trabajar muy duro durante mucho tiempo para conseguir esto. Ahora, ni más ni menos, voy a publicar una novela con el mayor grupo editorial del mundo, que es Penguin Random House. Además, el año pasado conseguí hacerlo también con Anaya, que no hace falta ni que diga la importancia que tiene en España el grupo Anaya. Es un sueño que pienso vivir a tope. No voy a descuidar ni un momento mi trabajo y voy a dar siempre lo máximo de mí. Pero, qué va, ni por asomo pensé que llegaría al punto en el que estoy. Y ojalá esto siga creciendo.
—No puedo estar más que seguro que sucederá así. Por mi parte no te voy a preguntar nada más: creo que nuestra charla ha sido tal y como queríamos que fuera, por lo que me doy por satisfecho.
—Gracias, Gabri. Tú también sigue peleando fuerte con lo tuyo que, ni más ni menos, has conseguido publicar tu última obra en siete países diferentes. La abuela que cruzó el mundo en una bicicleta es un regalo para los sentidos.
Y aquí ponemos punto y final a esta entrevista. Hemos charlado como los camaradas que somos mientras Luis, magistralmente, dejaba inmortalizado este momento con la cámara. Ahora nos vamos a comer juntos y a seguir maquinando gamberradas, que es lo nuestro.
Fotos: Luis Endera
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