‘Mea’ Cuba

Heberto Padilla fue un poeta cuyo recuerdo estará siempre unido a su enfrentamiento con el poder de la revolución cubana y no, o al menos no tanto, con su obra poética. Guillermo Cabrera Infante, que tuvo a Padilla como colaborador en Lunes de Revolución, dijo de él que “era otro excelente poeta terrible”, y es que Heberto Padilla ya había protagonizado algunas desavenencias con los representantes de la cultura cubana por sus viajes al extranjero, en donde mantuvo relaciones de amistad con escritores y periodistas, un papel nada favorable para un cubano que no quisiera ser tildado de enemigo de la Revolución. En 1968 Padilla fue galardonado con el premio de poesía Julián del Casal, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), por el poemario Fuera del juego. Este premio fue el detonante por el que Padilla entrará de lleno en el declive más infame e inhumano, que hizo que diera con sus huesos en la cárcel el 20 de mayo de 1971. La obra de Padilla, y la de Antón Arrufat (fallecido en mayo de este año), ganador en la modalidad de teatro con Los siete contra Tebas, fueron catalogadas como reaccionarias.

Cuando Heberto Padilla se adscribe en 1959 a la recién triunfante Revolución es fiel en sus escritos al compromiso del nuevo orden que se instaura en Cuba. Llega incluso a criticar a los poetas de la revista Orígenes, y arremete sobre todo contra José Lezama Lima, augurando que “esa etapa de transición” la acaban de cancelar.

"Padilla entonará el mea culpa y denunciará a sus amigos presentes por contrarrevolucionarios: Pablo Armando Fernández, Manuel Díaz Martínez, Reinaldo Arenas y Lezama Lima"

Nueve años después de este escrito, fue cuando la UNEAC intentó presionar a los miembros del jurado para que no votaran Fuera del juego. Lezama Lima y Manuel Díaz Martínez (poeta premiado el año anterior) defendieron sus criterios literarios y no accedieron a las presiones, y Díaz Martínez fue finalmente expulsado del jurado. Los revolucionarios no podían permitir tamaña “política de agresión bélica frontal contra Cuba” con una “poesía y un teatro que sirven a nuestros enemigos”, y en marzo de 1971 Padilla cumplirá 37 días en los calabozos de la policía política. Una primera carta pública firmada por Juan Goytisolo, Italo Calvino, Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre, Octavio Paz y Mario Vargas Llosa, entre otros, hace que un hombre destruido comparezca en público para declarar en su propia contra ante intelectuales convocados por la Seguridad del Estado. Padilla entonará el mea culpa y denunciará a sus amigos presentes por contrarrevolucionarios: Pablo Armando Fernández, Manuel Díaz Martínez, Reinaldo Arenas y Lezama Lima, que no asistió a aquella pantomima política.

“El caso Padilla” me ha venido a la memoria en este tiempo extraño que parece avecinarse en que la versión teatral de Orlando, de Virginia Woolf, ha sido “suspendida” por el ayuntamiento de Valdemorillo, en la Comunidad de Madrid, cuya concejalía de cultura depende de Vox. “No lo olvides, poeta. / En cualquier sitio y época / en que hagas o sufras la Historia, / siempre estará acechándote algún poema peligroso”, escribió Heberto Padilla.

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Este artículo fue publicado en “Abril”, suplemento de El Periódico de España, el pasado 6 de julio.

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