Que a la mecánica cuántica, dicho de manera castiza, no hay quien la entienda es un tópico sustentado con las mismas o parecidas palabras en tantas y tantas declaraciones de las grandes figuras de la física del siglo XX. Así, Feynman dejó escrito que bastaba con tener la más ligera impresión de comprenderla como para estar seguro de que ocurría todo lo contrario. Y Niels Bohr, uno de los padres fundadores, creía que un fuerte rechazo inicial era un peaje inevitable antes de sumergirse en sus arcanos.
Así que si esto les pasa a los, digamos, profesionales del asunto, ¿a qué podemos aspirar los que estamos de paso, sin más pretensiones que hacernos una idea del conocimiento que fundamenta prácticamente toda la tecnología –y, con ella, de la economía– de la sociedad en que vivimos?
La mecánica convencional, las leyes de Newton, incluso la relatividad son perfectamente inteligibles, y queda a expensas de la habilidad del relator una explicación más o menos sencilla o elegante de sus conceptos. Pero la mecánica cuántica es antiintuitiva, imposible de asociar a esquemas o situaciones convencionales. De ahí que sea un desafío para los que se dedican a la divulgación científica. Por eso, algunos hemos dado en la manía de hacernos con cuanto libro de mecánica cuántica aparece, atrapados por la curiosidad de comprobar cómo se las arregla cada autor para salir del paso.
Cuántica, de José Ignacio Latorre, es otro intento más. Y, como todos, tiene aciertos —bastantes— y quizá algún resbalón. Nos ha gustado el formato elegido, a base de textos cortos donde los conceptos se presentan de la manera más sintética posible, como un conjunto de notas bien ordenadas. La lectura así se agiliza y simplifica, pues facilita el saltarse o aparcar los puntos ríspidos —y hay tantos…— para una relectura más sosegada.
Con este esquema, el capítulo 1 es de los mejor resueltos, y no deja de tener mérito, pues es donde se plasman los fundamentos conceptuales de esta arriscada disciplina, que quedan expuestos de manera sobria, casi minimalista, sin arriesgar en las explicaciones. El autor ha privilegiado que el plato resulte fácil de digerir, aun a cambio de perder sabores… es una elección, y ciertamente funciona.
Una palabra sobre las matemáticas de la mecánica cuántica: en este punto, todos los intentos divulgativos están condenados de antemano al fracaso, pues cualquier cosa que no sea limitarse a poner la función de onda a palo seco, sin más desarrollo, es adentrarse en un jardín que solo los muy especialistas pueden transitar. El autor soluciona la papeleta agrupando el tema en un apéndice final; lo cual es un buen recurso, aunque el resultado no sea lo más logrado del libro.
Tampoco nos han entusiasmado, aunque ya estamos acostumbrados, las apelaciones a la belleza, simplicidad, armonía, etc., frecuentes en el prólogo, como esta horrorosa frase que el autor se atreve a incluir en la página 17: La ciencia más profunda es estética en estado puro. Por alguna razón, o complejo, los científicos parecen tener necesidad de trascender de la ciencia y buscar complicidad en otras disciplinas… cuando son los avances de científicos y tecnológicos de los últimos cien años los que están proporcionando una visión más acabada de la realidad —naturaleza o physis, estructura del cerebro y pensamiento—, a un nivel que la filosofía nunca ha podido dar.
Un pequeño resbalón, como decíamos arriba, pero que no desmerece un esfuerzo divulgativo original, trabajado y bien concluido. Muy recomendable.
Autor: José Ignacio Latorre. Título: Cuántica. Editorial: Ariel. Venta: Amazon, Fnac
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