Una cadena de inundaciones anuda a generaciones valencianas. Nuestra memoria está mojada por el recuerdo de una riada.
En octubre de 1982 fue la pantanada de Tous. La rotura de la presa debido al volumen de agua por las lluvias de la gota fría hizo que el Júcar se desbordase y, entre otros muchos desastres, arrasase el puente que unía Millares con Dos Aguas, donde vivíamos. Quedamos incomunicados. Recuerdo ir a ver el puente derruido y el temor al agua.
Un aire plomizo se ha posado en los pueblos de L’horta Sud y Valencia desde el día 29 de octubre de este 2024. El agua ha vuelto a esculpir en la memoria colectiva de varias generaciones una nueva riada, nuevas aguas desbocadas que siembran la desolación y la rabia. También en la de mi hija. Ella hereda este linaje de aguas fatídicas.
¿Hasta cuándo nuestra memoria debe estar mojada de inundaciones y desastres? No es posible el olvido, y la literatura cumple su imprescindible labor social al impedirlo. El correlato literario de las catástrofes actúa, sin duda, como dique de contención, medio de expresión, al tiempo que permite compartir un relato universalizado, refugiando entre sus letras la obligada reescritura de la vida y su fragilidad frente a la exuberancia y furia de una naturaleza descontrolada. Resiste a lo efímero, preludia el duelo.
Y este mundo literario se sustenta, y no poco, en las librerías. La pequeña red de éstas que defendían la literatura en los pueblos afectados por esta riada: Librolandia o Somnis de Paper (Benetússer), Bufanúvols (Catarroja), La Moixeranga (Paiporta), Passarel.la (Picanya), Samaruc (Algemesí), L’esplai (L’Alcúdia), o Libro Ideas en el CC Bonaire, también han visto las páginas de sus libros mojados y embarrados. No pocas de las editoriales valencianas, a puertas de la campaña de Navidad, han sufrido graves pérdidas en sus almacenes. Mientras las prioridades básicas de luz, agua, comida, ropa y de salubridad en las zonas van poco a poco reestableciéndose, no es posible ignorar el poder salvífico de la palabra. Y las iniciativas, como la del Gremi de Llibrers, han de ser aplaudidas y difundidas. Y quizá esos libros mojados sean hoy más que nunca necesarios para contrarrestar bulos, noticias falsas, desinformación e infotoxicación con la que se ha intentado manipular a una opinión pública dolorida y resentida, cuyas emociones legítimas han intentado ser desvanecidas en una lluvia de mentiras y ausencias.
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