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México, la tierra del encanto

México, la tierra del encanto

Hay que agradecer a la editorial SM que ofrezca una mirada de México muy distinta a la que presenta en la actualidad un país al borde del precipicio debido a la violencia, la corrupción y el abandono institucional, y muestre la fascinación por toda una época en la que hechizó al mundo por su cultura popular, su vida cotidiana y sus paisajes. Es lo que compendia el libro México: La tierra del encanto, una selección de 400 imágenes seleccionadas por el librero Mercurio López Casillas, cuyo relato permite conocer algunas de las claves que forjaron parte de la identidad mexicana, mediante un recorrido visual por piezas utilitarias que inundaron calles, librerías y hogares entre 1910 y 1960, como estampillas y afiches plasmados en libros, revistas, cancioneros, almanaques, tarjetas postales, calendarios o guías turísticas, firmadas por artistas como Jorge González Camarena, Roberto Montenegro, Leopoldo Méndez, Miguel Covarrubias, Carlos Mérida, Saturnino Herrán, Francisco Díaz León, Vlady, Ramón Alva de la Canal, Ernesto García El Chango Cabral, Diego Rivera y decenas de autores anónimos, quienes las crearon con el empeño de mostrar una nueva imagen de México que atrajera y encandilara al mundo contando con la cultura popular e indígena, ya que a finales del siglo XIX no se reconocía a la gente del pueblo y se abordaba el pasado prehispánico sin contar con los indígenas vivos, que representaban nada menos que el setenta por ciento de la población total. López Casillas señala que a partir de la Revolución de 1910 se buscó reconocer al pueblo mexicano como figura principal de su devenir, luego de que no se pudiera cumplir la justicia social prometida por los caudillos, lo que se llevó a cabo de una manera idealizada a través del arte y las expresiones populares. “Fue así”, dice el editor, “como se retomó la figura del charro, la china poblana y la tehuana como estereotipos de lo mexicano”, en una época, agrega, en la que prevalecieron la música de mariachi y las películas mexicanas como orgullo y parte de esa identidad. Apoyado en las colecciones privadas del editor Ramón Reverté, del galerista Ramón López Quiroga, del investigador James Oles y del propio Mercurio López, el libro incluye piezas de diseñadores como José Espert Arcos, Jorge Enciso, Raúl Gamboa o Mariano Martínez; fotografías de Hugo Brehme, Armando Herrera y Manuel Álvarez Bravo, o la obra Bosque de Chapultepec, de Justino Fernández, un plano de 1937 que es considerado una rareza dentro del mundo del coleccionismo, así como diversos trabajos del grabador José Guadalupe Posada, un creador que marcó a buena parte de los artistas del siglo XX mexicano y que se convirtió en una influencia fundamental para concebir la imagen de México durante décadas, hasta que vino el narco y lo devoró todo.

LIBROS PARA SER LIBRES

"Pero lo que de verdad importa, como bien agrega, es apoyar la labor editorial independiente, que en México está a punto de zozobrar"

Los lectores no se fabrican. Más bien se encuentran y se seducen, y para ello un potencial lector debe adquirir, previamente, una cultura que le lleve a necesitar la lectura no solo como una forma de divertimento y placer, sino en última instancia, de liberación. Como sostiene el escritor Juan Domingo Argüelles (Chetumal, 1958), autor del libro de reciente publicación El vicio de leer: Contra el fanatismo moralista y en defensa del placer del conocimiento (Laberinto Ediciones), “es indispensable que sepamos que leemos libros no sólo para divertirnos y entretenernos, sino porque confiamos en que los libros nos van a hacer libres; no sujetándonos a una ideología, sino pudiendo decidir si los libros nos gustan o no”. Autor de una vasta obra poética entre la que destacan poemarios como A la salud de los enfermosLa última balada de François Villon Todas las aguas del relámpago, y de ensayos como ¿Qué leen los que no leen?La letra muerta Escritura y melancolía, Argüelles considera que es urgente derribar mitos como que existe una literatura elitista y una literatura para el pueblo, que la gente no lee porque los libros son caros, que regalando ejemplares —como está haciendo el Gobierno mexicano actual— la gente va a leer o que la lectura y los libros hacen buena a la gente —como cree el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, quien ha recetado una Cartilla Moral a los mexicanos–. Por otra parte, el autor advierte que si cualquier gobierno quiere ciudadanos lectores, debe partir de la premisa de que la gente no lee libros porque no tiene una cultura que la lleve a necesitarlos y ésta se tiene que crear, “pero sin fanatismos ideológicos que se entrometan en la lectura literaria y en la comprensión estética para dictar caminos únicos y a contracorriente de la libertad de cada lector”, porque “cuando la moral se involucra en la literatura, ésta se echa a perder, como ocurrió en Rusia o en Cuba, donde prevalece un sistema único de comportamiento”. Argüelles también aborda en este ensayo aspectos relativos a una política editorial estatal mal llevada, y observa que el tópico “promoción y fomento de la lectura” se ha vuelto un cliché y una moneda muy gastada que solo sirve a los políticos para pararse el cuello. Pero lo que de verdad importa, como bien agrega, es apoyar la labor editorial independiente, que en México está a punto de zozobrar. Y punto.

PARA DOCUMENTAR NUESTRO OPTIMISMO

"Su recalcitrante y trasnochado populismo sigue siendo aceptado por una mayoría de mexicanos que ya no siente lo duro, sino lo tupido"

Hace unos días el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador volvió a contagiarse de Covid. Reacio a usar mascarilla en sus comparecencias y actos públicos, era de esperarse que ello sucediera, pues don Andrés es más terco que una mula y se cree inmune a los males que aquejan a los mortales, y no tiene la humildad de reconocer errores y admitir críticas. En fin, que se sabe que en este segundo contagio pudo infectar a otras tantas personas, tanto de su gabinete como de su entorno más personal, y se dice que no los contagió precisamente de sus inmaculados ideales de bien común, lo que a estas alturas no se sabe qué puede ser peor, pues su recalcitrante y trasnochado populismo sigue siendo aceptado por una mayoría de mexicanos, que ya no siente lo duro sino lo tupido (económica, social y sanitariamente), y se consuelan con la famosa unidad de media mexicana: el “ai se va”. Pero como AMLO no se calla ni debajo del agua, para sus fans contagiados de covid recetó el otro día nada menos que miel con limón, añadiendo que “no están de más las caricias”, olvidando que puede ser peor el remedio que la enfermedad. Y ómicron se frotó las manos, o mejor dicho, las espículas.

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