Desde mi juventud sentí fascinación por un arquetipo social de largo recorrido: el pijo malo. Siempre me resultó muy interesante el hecho de que alguien de «buena familia» fuese un bala perdida y, sobre todo, un delincuente. Una vida privilegiada parecería contradecir tales inclinaciones y prácticas. Era esa contradicción la que me resultaba particularmente interesante y estimulante. Cuando inicié la investigación para mi libro Macarras interseculares (2020) sobre las leyendas callejeras de la capital busqué con ahínco referencias a pijos malos, hasta que descubrí a la pandilla de pijos malotes definitiva: la Panda del Moco. En su mayoría se trataba de pijos del Paseo de la Habana, también del Pinar de Chamartín, que eran diestros en full contact y fueron verdaderamente míticos en los ochenta. Este grupo de personas, que era más o menos abierto, más o menos difuso (pero que giraba en torno a tres o cuatro individuos que le dieron fama), verdaderamente aterrorizó a muchos jóvenes madrileños y luchó contra otras tribus urbanas y muchos macarras de barrios poco favorecidos. Como me comenta uno de tales personajes, originario de San Blas: «Esos tíos eran intocables». La famosa banda apareció en mi libro recién mentado, en el que incluía un capítulo sobre la misma. Para ello pude contar con Loic Veillard, alias el Francés, con el que hice buenas migas. La Panda del Moco era legendaria en las calles de Madrid, pero era necesario poner su historia sobre papel para preservar su memoria.
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Autor: Iñaki Domínguez. Título: La verdadera historia de la Panda del Moco. Editorial: Ariel. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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