«Estar aquí, firmando en la Feria del Libro de Madrid, es como jugar en el Bernabéu. Algo grandioso». «Estoy que no me lo creo». «Un sueño cumplido»… Son palabras de algunos escritores que, tras ser devotos paseantes, han saltado la barrera y han podido contemplar la Feria desde el otro lado. Hay autores (autoras, en esta crónica) con varios libros ya publicados o con algún importante premio que, debido a la pandemia y a la suspensión del certamen del año pasado, aún no habían tenido la ocasión de participar. Otras autoras se han asomado desde editoriales discretas, pero con mayor entusiasmo y pasión, valorando esos pequeños detalles diferenciales. «El hecho de llegar a la Feria y entrar por la puerta de los autores, ya de por sí emociona».
El premio Biblioteca Breve —siempre se recuerda que Vargas Llosa lo obtuvo en 1962 por La ciudad y los perros— es uno de los más sólidos y prestigiosos de la literatura española. Después del traspiés «comercial» del 2019, el galardón ha vuelto a ser lo que era y al año siguiente lo obtuvo una perfecta desconocida con su primera —y espléndida, a juzgar por las críticas— novela: Noche y océano, de Raquel Taranilla, a quien se la ve casi al fondo de la caseta detrás de unas gafas oscuras sin apenas gesticular. Esta profesora de Ciencias de la Información en la Complutense no pudo promocionar su importante premio, ya que los primeros ejemplares de su novela salieron el 11 de marzo del 2020 y cuatro días después el Gobierno declaraba el primer estado de alarma. «Me quedé sin promoción y sin Feria, pero no me importó”, comenta con sosiego, casi como si se alegrara de haberse librado de ese peso social. A Raquel Taranilla los premios, las críticas, el éxito o el público no le emocionan tanto como a la mayoría de los escritores. La clave tal vez reside en su nuevo título, Mi cuerpo también, una especie de ensayo sobre la administración de la medicina con el hilo conductor de ella misma, que va contando lo que está ocurriendo desde el primer diagnóstico. Diseccionar a quien te disecciona. Hace 12 años, la autora tuvo un cáncer y decidió escribir este libro, con voluntad divulgativa, que reedita ahora en Seix Barral. Sobre la novela premiada, la autora la define como «el fruto malsano de la sociedad de la información y del conocimiento», y reconoce que no es una frase afortunada para vender el libro.
En contraste a esa actitud contenida de Raquel Taranilla, la poeta Popy Genís se muestra pletórica con su primera vez. «Sueño cumplido», resumió. Y es que hace ya un tiempo, cuando era una niña de 12 años, dijo a sus amigas, mientras paseaban entre las casetas de la Feria: «Algún día yo estaré ahí firmando, y todas me miraron como si estuviera mal de la cabeza». Ella ya había empezado con la poesía y el teatro, y le gustaba leer, escribir, estar en sus mundos y tenía ese sueño de ser una protagonista en la Feria, algo tan insólito para una casi adolescente. Lustros después Popy Genís ha firmado su primer libro publicado, Le he puesto tu nombre a un caracol (Libros del Mississippi) y confiesa sentirse como en una nube. «Estuvo genial. Vino a verme mucha gente que me quería y quería verme cumplir ese sueño». Popy firmó más ejemplares de los que suele firmar un debutante, ya que además de estar arropada por los amigos, ella misma recitaba sus propios poemas a todo aquel que se acercaba a la caseta, y era tal su emoción que contagiaba.
Más serena se mostraba Julia Sabina, cuya primera novela, Vidas samuráis, está publicada por Destino. «Envié el original a varias editoriales. Pasó distintos filtros y me lo publicaron», dice, como si fuese lo más normal del mundo. Esta profesora de la Universidad de Alcalá ha deslumbrado por la frescura, el humor, las imágenes y la cercanía de su novela, que retrata las dificultades a los que han de enfrentarse los de su generación al incorporarse al mundo adulto. La protagonista siente que su país le está fallando y emigra a Francia donde ha de empezar de cero, y no es fácil. Le espera una vida samurái. «La difícil experiencia de exponerse al público es muy emocionante», dice la autora, quien señala que lo que más le interesa es conocer a sus lectores e intercambiar opiniones sobre el libro y la literatura.
Para Ángela Banzas, «estar firmando en la Feria es un privilegio y una responsabilidad». Su primera novela, El rumor de las olas, un libro de 600 páginas, cuenta una larga historia de varias generaciones de mujeres y un secreto familiar que, como el «rumor de las olas», siempre está de fondo. Es una novela de intriga, situada en su Galicia natal, que se ha publicado en Suma de Letras, y que Ángela Banzas escribió para sí misma —»son mis raíces»— tras su maternidad, un hecho que le marcó. «Desde este puesto privilegiado de estar firmando en una caseta me quedo con la mirada de la gente y con sus gestos: cómo curiosea el lugar, cómo se acerca al libro…». Pequeños detalles que iluminan.
La maternidad también fue decisiva en el primer libro de poemas de Anna Vergés, Todo lo que nació después de ti, publicado en Valparaíso. «Cuando una mujer es madre, su mundo se tambalea. Todo cambia y para siempre», confiesa la autora, cuya maternidad revolvió su vida, y surgieron —sin buscarlos— los poemas, como un refugio, como una necesidad. «Fue como un duelo. Tuve que renunciar a mi vida de antes. Al ser madre, una parte de ti desaparece», dice la autora, a quien esa nueva vida le hizo ser consciente de la muerte, de la fragilidad de la existencia y de que todo es efímero y hay que aprovecharlo. Ya con la lección aprendida, Anna Vergés mira el presente y se demora en la firma de los ejemplares que le piden algunos curiosos (curiosas), interesadas por ese tema, tan importante e inusual. Y Anna lo celebra como una experiencia —tranquila— más de la vida.
La cantautora Titxu Vélez lleva más de una década sobre los escenarios, pero es la primera vez que se enfrenta desnuda y de frente al público en la Feria con su primer libro de poemas, de título tan complicado como C, editado en MueveTuLengua. C, como la letra que abre los títulos de sus dos álbumes musicales, Contradicciones y Cuerpo a tierra. El libro se editó a finales de 2019 y Titxu temía quedarse sin Feria del Libro por la pandemia, pero se ha reenganchado a esta edición y se muestra feliz por la vuelta a la normalidad. Los poemas —toda una vida— son largos y de verso libre, distintos pero complementarios a sus canciones. También es muy diferente cantar o firmar libro, tal como reconoce. “En el escenario eres tú quien lleva la iniciativa y tienes a mano la guitarra, que te arropa. En cambio, en mitad de la caseta, te sientes como si estuvieras desnuda. La gente pasa y se acerca y curiosea tu libro y te habla o no, y te sientes mucho más expuesta», dice Titxu, quien considera que firmar su poesía, su vida dada la vuelta, es un acto más íntimo que cantar. Uno de sus experiencias más gratas es cuando se le acercan los fans, los que conocen sus canciones, y entonces hablan de música o de poesía, pero en otro tono, como viejos amigos.
La abogada y criminóloga Amalia Marugán es una de las primeras detectives españolas (su licencia es de 1987). Trabajó en su propia agencia con mucha labor de calle (infidelidades, timos, padres preocupados por sus hijos), y le impactó tanto su experiencia en el psiquiátrico penitencial de Fontcalent que sabía que tenía que escribir una historia. Así surgió su primer libro, Vivir como si ya hubiera muerto (Bubok), una novela con una detective femenina, Mena, y dos peligrosos antagonistas. Uno de ellos, sin embargo, despierta la simpatía del lector. «La gente viene y me pregunta si va a salir también en la siguiente novela». Para Marugán firmar en la Feria es como un regalo, aunque inquietante. «Soy muy miedosa, y temía que no viniese nadie a la caseta, como también tengo miedo a cómo saldrá mi siguiente novela». La experiencia, sin embargo, ha sido positiva, y ha visto cómo los lectores se le han acercado y han conectado con su historia y le piden más.
Para la periodista Lola Escribano, Las mariposas no viven un solo día es su cuarta novela. Sus tres anteriores fueron autopublicadas, en sellos tipo Círculo Rojo, y su experiencia fue tan desalentadora que se hubiese quedado inédita de no haberse topado con Lastura, una pequeña editorial independiente que creyó en esa historia llena de pasión y de lucha por la vida, a pesar de las muchas dificultades que llegan. «Creo que puede interesar a la gente porque habla sobre sentimientos y es una reflexión sobre la vida», dice la autora, quien añade que, al no tener expectativas de publicarla, la escribió con total libertad, pensando más en la historia y en disfrutar que en los lectores. Para Escribano firmar en la Feria del Libro de Madrid es algo que le emociona y sobrecoge: «Es como estar en el Bernabéu jugando contra Messi». Algo que nunca olvidará.
Laura Ferrero se autopublicó su primer libro de relatos, Piscinas vacías, hace cinco años, y ahora tiene ya tres libros editados en el sello de Alfaguara. El último es su novela Qué vas a hacer con el resto de su vida, una compleja historia familiar con una madre ausente. Lo curioso es que sus otros dos títulos son libros de relatos, un género al que las editoriales españolas son reacias, y llevan varias ediciones. A pesar de esta trayectoria ya sólida, es la primera vez que Laura Ferrero firma en la Feria de Madrid. Se muestra contenta con esta vuelta a la normalidad y señala que no lleva preparada ninguna dedicatoria, ya que prefiere charlar con sus lectores y dedicarles un texto más personal.
Y por último, y para no demorar esta crónica que podría convertirse en las mil y una noches, nos fijamos en Karina Sainz Borgo, una periodista cultural que ya había recorrido la Feria millones de veces por su trabajo, y que en el 2019 dio el salto a la caseta tras el fenómeno editorial en el que se convirtió su primera novela, La hija española, publicada en Lumen y traducida a más de 20 idiomas. Ahora ha vuelto a las firmas con su segunda novela, El tercer país, y nos resulta muy esclarecedor lo que comenta sobre la diferencia entre esos dos momentos. «La primera vez que firmé fue algo más abstracto. La gente no te conocía y se acercaba a ti por curiosidad, por saber cómo era esa autora a la que tanto estaban traduciendo. Ahora es distinto. Ya te conocen, te han leído, y se nota esa cercanía, se aprecia mejor el cariño», dice Karina, quien se muestra asombrada y muy agradecida a esa gente que decide invertir su dinero y su tiempo en leerla, y luego tiene la paciencia y el interés por comentarle sus impresiones. Ella misma, como lectora —lleva la literatura en las venas— ha hecho horas ante las casetas —cuando firmaban— de Mario Vargas Llosa, Javier Marías o J. M. Coetzee, su sagrada trilogía.
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