Conservo un libro titulado Cuentos viejos de la vieja España –Aguilar, 1943– que creo que fue el primero “de mayores” que conocí tras mis lecturas infantiles. Lo había preparado Federico Carlos Sáinz de Robles, y en él se encuentran narraciones de la lengua castellana del siglo XIII al siglo XVIII, en un español inteligible. Ya el título me atraía, pero es que además en la portada, incrustada en la piel, había una misteriosa imagen dorada, que acompaño a este texto –al parecer, el retrato de Juan Timoneda– y a lo largo de los relatos ilustraciones casi diminutas –aquí van tres de ellas– que me parecía que daban una dimensión especial a esa “vieja España” que se anunciaba en el título. Del Calila y Dimna se reproducen once cuentos. Los entendí casi todos bien –me dejaron algo despistado el que trata de las relaciones matrimoniales entre un viejo y una joven, o el de la mujer que le dice al amante que ella a quien quiere es a su marido, porque yo no acababa de descifrar el intríngulis– pero me fascinaron otros, como el cuento de la liebre y el león, el de los cuatro compañeros de viaje, el de la rata transformada en niña, o el del ladrón y la escala de la luna…
Fueron pasando los años, intenté leer el Calila y Dimna cuando fui consciente de su importancia, pero acabé dejándolo, desanimado ante ese castellano ininteligible que compone la mayoría del texto. Luego vinieron tiempos en los que se aseguraba con toda seriedad que en España no había tradición del cuento, etc. Animado por Juan Cruz, que era entonces editor de Alfaguara, preparé mi antología del cuento español en castellano Cien años de cuentos, 1898-1998 y a partir de ese momento, rastreando por curiosidad cada vez más lejos en el tiempo los antecedentes de nuestros cuentistas del siglo XX, me leí con paciencia Calila e Dimna, y el libro me deslumbró otra vez, ahora no solo por los cuentos, sino por el desarrollo narrativo del conjunto.
Digo en el prólogo de mi versión que cuando una lengua como la española tiene una historia muy larga en el tiempo, “hay una especie de ley implacable que nos sigue obligando a leer a sus clásicos del mismo modo en que fueron escritos, ayudados acaso de un glosario, como si las palabras y expresiones antañonas del castellano, muchas de ellas también desusadas desde hace varios siglos, tuviesen un derecho misterioso a seguir manteniéndose presentes, para su lectura, de la misma manera en que se formularon originariamente”. Ello hace que el verdadero sentido de la obra quede solo para los lingüistas, y que la mayoría de los lectores acaben considerando tales obras inútiles antiguallas.
Como creo que Calila e Dimna es uno de los grandes clásicos de la literatura, y que no solamente no ha envejecido sino que presenta un aire sorprendente de modernidad, tanto en la curiosa estructura general, con las numerosas inserciones de unos textos y de unos cuentos en otros, como en la finura con la que están descritas las conductas humanas, que parecen proyectarse con acierto en las ambiciones y manejos oscuros del mundo en que vivimos –Calila y Dimna sigue vigente como “tratado de los comportamientos”, entre otras cosas– se me ocurrió hacer una versión que lo ofreciese en un español estrictamente contemporáneo, sin traicionar el “estilo” de la obra, y me he dedicado a ello los últimos años, al hilo de otras escrituras.
Y es que me parece intolerable que en el español actual exista una traducción del libro que recoge la primera versión inglesa de Calila e Dimna, que se publicó a mediados del siglo XVI, o que también tengamos la traducción de la primera versión francesa, publicada en 1816, así como la traducción directa y reciente de un manuscrito árabe de mediados del siglo XIV que se conserva en el Líbano… pero que no tengamos una versión accesible para todos los lectores de la primera de todas, la que se hizo en España a mediados del siglo XIII.
Además, por uno de esos regalos que te hacen las hadas cuando pones en una tarea esfuerzo e ilusión, descubrí en la biblioteca de la RAE el Ejemplario contra los engaños y peligros del mundo, versión castellana del siglo XVI de la traducción que Giovanni da Capua hizo del hebreo al latín a finales del siglo XIII, precisamente del Calila y Dimna, que tiene más de cien xilografías. Así, mi libro se acompaña de esas antiguas ilustraciones, como el que de niño me deslumbró… Como curiosidad, acompaño el collage que hice con algunas ilustraciones, para las guardas…Creo que su abundancia y su gracia acompañan bien a una obra plenamente viva, esplendoroso inicio de la historia literaria de la lengua española, sobre todo en lo que se refiere a su narrativa breve.
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Título: Calilla y Dinma. Editor: José María Merino. Editorial: Páginas de Espuma. Páginas: 288. Edición:papel.
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