Michel Gaztambide ha pisado este año discretamente las alfombras rojas de Cannes y San Sebastián con motivo del esperado estreno de Cerrar los ojos, cuyo guion firma junto a Víctor Erice. Ahora regresa a la actualidad para presentar Autopsia del zombi, su cuarto poemario y el primero en más de una década.
Pero antes de escribir historias para la gran pantalla y la televisión, para películas como Vacas, de Julio Medem, Petra, de Jaime Rosales, y esa joya que es La vida mancha —su segundo trabajo con Urbizu—, este autor que creció en Pamplona y vive en la capital guipuzcoana había transitado largamente por la poesía. «Creo que tenía 17 años cuando escribí algo parecido a lo que pensaba que era un poema. La poesía fue esencial porque tiene mucho que ver con el cine, y me ayudó a subsanar algunos problemas con los guiones», explica en una entrevista con Efe.
Dice que con la poesía cuenta «cosas que no se pueden expresar de otra manera», pero «no le parece «un acto trascendental». «Me siento intruso en eso. Además, no sé cuál es la tendencia actual de la poesía ni los poetas contemporáneos que hay que leer», comenta. Vuelve siempre a los mismos, a Williams, Simic, Anne Sexton, a Tonino Guerra, uno de los grandes guionistas del cine italiano. Lee «constantemente» poesía y sobre todo ficción. «No se puede escribir si no lees, cosa que últimamente está pasando bastante», advierte.
La escritora y guionista Itziar Mínguez Arnáiz remarca en el prólogo de Autopsia del zombi que autor y obra son «únicos». Con sus versos, Gaztambide intenta no ser «solemne», y juega a la «ruptura de tonos», que es algo que también le interesa en el cine, el ver una escena «en un tono determinado» e introducir «un elemento que lo quiebra». «Ese es el tono de la vida. Y si a algo quiero que se parezca mi poesía, o donde quiero que tenga su cauce o su fuente, es en la vida». La vida que a veces «muerde» como los escorpiones dentro un tarro de miel del poema «Infancia».
Asegura que puede pasar un año sin escribir un verso. «Aunque hay maneras de afrontar el relato cinematográfico que tienen que ver con la poesía, la encontramos en cosas que aparentemente no la tienen. Son pequeños haikus, como solemos llamar Enrique Urbizu y yo a momentitos que están en películas que pueden ser thrillers pero que tienen también un valor poético», añade. Con el realizador bilbaíno volverá a escribir a principios de año. «Nos entendemos sin hablar, ya son muchos años. Es una entente, digamos, casi muda. Las referencias culturales de los dos son las mismas; la misma clase social, clase media baja, los mismos libros, las mismas películas, un lenguaje común«, detalla sobre una alianza de la que nació también La caja 507 y las series Gigantes y Libertad.
Destaca que Urbizu es, como Erice, «muy exigente y muy riguroso», y que él le acostumbró a esa manera de trabajar que ha elogiado el autor de El espíritu de la colmena. ¿En qué consiste el método Gaztambide? «En escribir todos los días». Cuando se embarcó en el guion de Cerrar los ojos sintió que «la responsabilidad era mayúscula» y «la sensación de honor inesperado también». Sabe que hubo quien no confiaba en que la aventura culminase, «por el mito que acompaña a Erice de que sus proyectos no se terminan». «Yo eso nunca me lo planteé. Estoy superorgulloso de haber formado parte de ese viaje. Es una película muy especial, muy difícil y muy exigente para bien, que te lleva a sitios que normalmente las películas no te llevan», explica sobre el filme, del que Víctor Erice tenía ya la historia definida en un tratamiento de 50 páginas cuando contactó con él.
«Una vez establecida la confianza, el proceso fue muy creativo y muy placentero», destaca Gaztambide, que ha escrito junto a Alejandro Hernández el guion de Dolores, película sobre la Pasionaria cuyos productores están buscando una mujer para dirigirla y otra para protagonizarla. En marcha tiene además otros proyectos, entre ellos uno para HBO. Ve con cierta distancia que hablen de él como de un guionista consolidado que está en su mejor momento. «Vivo en provincias, mis amigos no tienen nada que ver con el cine, sigo yendo a comprar el pan al mercado de la Bretxa todas las mañanas… Pero sí, parece que no es un mal momento», admite.
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