En la fotografía que cierra su último libro —Empeñados en ser felices. Crónica sentimental de una vida entre libros (Aguilar, 2024)— puede verse a Miguel Munárriz, encaramado de espaldas en una escalera ante los anaqueles de su biblioteca familiar. La fotografía, tomada espontáneamente por Palmira Márquez, sorprende a Miguel en plena actividad rememoradora, buscando las migas de pan que todo lector deja para seguir las huellas que lo lleven otra vez a sus íntimos tesoros. Y es que hay libros —ya sé que vuelvo a parafrasear a Unamuno— cuyas páginas se convierten en carne y memoria, en sustancia activa de nuestros recuerdos.
Empeñados en ser felices es un libro lleno de libros y de inagotables lecturas, una biblioteca entera; debido a ello, puede que también resulte un libro difícilmente clasificable —por la variedad de sus registros y de sus contenidos—, a pesar de que su subtítulo pretenda identificarlo con el género de las biografías literarias, como una Crónica sentimental de una vida entre libros. Pero que el lector no se engañe, estamos ante el libro de un heterodoxo que trasciende cualquier género o categorización, que se mueve entre la realidad y la ficción, entre el diario personal y el reportaje periodístico, entre el estudio metódico y la experimentación estilística. El resultado es un libro fascinante, prodigioso, que te noquea desde el principio, desde su soberbio prólogo hasta la emotiva declaración final sobre la función de los buenos libros como «remedio contra el tedio y la vulgaridad».
El lingüista ruso Vladímir Propp, en su Morfología del cuento (1928), señala la relevancia que cumple el objeto mágico para la evolución del héroe y el desarrollo argumental de cualquier historia. Para Miguel Munárriz, ese objeto mágico es el libro, representante simbólico de la serie de libros que no han dejado de cruzarse en su camino para transformar su realidad y su vida para siempre; por eso, en su caso, el paso del tiempo no se mide por días, ni meses, ni años transcurridos, sino por la huella indeleble de los libros que ha leído.
Debido a ello, Empeñados en ser felices es también el canon literario —como diría Harold Bloom— de un homo aestheticus, de un lúcido y hedónico lector. En sus páginas se encuentra un solvente registro de los libros más representativos de nuestra contemporaneidad, y no solo del ámbito hispánico, que el autor comenta y defiende con contagiosa pasión. Y aunque el lector de esta vivencial selección se declare un lector caótico, evidencia un método sistemático de lectura lejos de cualquier arbitraria selección, por mucho que trate de camuflar su intención canonizadora:
Mis lecturas, en general, siempre han sido desordenadas, como creo que debe ser el encuentro con los libros a lo largo de la vida. Digo esto porque yo conocí a un lector ordenado hasta el delirio que compraba y leía los libros por orden alfabético de autores. Una locura, lo sé, pero lo hacía. «Voy por la E», me dijo una vez.
Naturalmente, el lector avezado enseguida se da cuenta que Miguel Munárriz no se está escudando en un personaje real, aunque muchos académicos puedan coincidir caracterológicamente con este tipo de erudito, sino en uno de ficción, que inmediatamente nos lleva a recordar al autodidacta sartreano de La náusea.
Con estos artificios, en los que la realidad y la ficción se entreveran, Miguel Munárriz consigue inmediatamente la atención y la complicidad del lector. Convirtiendo cada epígrafe en un fascinante relato, además de cumplir los estrictos requisitos de una evocación. Miguel no solo recrea en algunas ocasiones el estilo de sus más admirados autores, sino que se muestra imbuido de sus más señeros rasgos creativos, convirtiendo su libro en todo un taller literario, en todo un registro de enfoques escriturales.
La literatura tiene sus magias, ya lo señaló Gabriel Celaya en otro tiempo todavía más oscuro que por el que estamos transitando, ciñéndolo a la poseía: «La Poesía es un instrumento, entre nosotros, para transformar el mundo». Y la literatura, ya lo hemos dicho, y Miguel lo corrobora en su libro, es un instrumento transformador. Por eso bajo la gran historia de Empeñados en ser felices, donde se relata y documenta un singular periodo de nuestra vida cultural, pero también el mejor reflejo de nuestro porvenir, subyace siempre un mensaje cívico: porque los libros son un espacio de reflexión y de comunicación con todos los otros que llevamos en nuestro interior, con ese orbe íntimo donde se fragua nuestra relación con los demás.
Empeñados de ser felices toma el título de una de esas frases proverbiales que surgen habitualmente en nuestra cotidianeidad, pero que precisan de un oído muy atento para trasladar conceptualmente el profundo alcance de su significado. Miguel Munárriz lo cuenta así, refiriéndose a una lejana cena con Augusto Monterroso y Bárbara Jacobs: «Cuando nos sirvieron los quesos, que a Monterroso le gustaban sobremanera, soltó, en un arranque de efusividad poco frecuente en él: “Estamos empeñados en ser felices”».
Desde este aserto de Monterroso, y bajo la premisa del docere et delectare horaciano, Miguel ha trazado desde los anaqueles de su memoria un mapa del tesoro para ayudarnos a encontrar el que cada uno de nosotros tenemos enterrado en alguna isla perdida de nuestro dédalo interior. Bien mirado, esa es la función última y más noble de la literatura, y también de cualquier vocación creativa.
Miguel Munárriz ha hecho un libro sustantivo, un libro complejo que entrevera diversos enfoques de lectura e interpretación, desde la sensibilidad, el conocimiento y la lucidez. Pero digámoslo en román paladino, con un símil futbolístico: el autor, con este libro, ha metido un gol por la escuadra a los reticentes cancerberos del Olimpo literario. Y todo por su empeño de hacernos felices.
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Autor: Miguel Munárriz. Título: Empeñados en ser felices. Editorial: Aguilar. Venta: Todostuslibros
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