«No vais a olvidar esta noche jamás». Así arranca la última novela del escritor Miqui Otero, Orquesta, la historia de una verbena de pueblo, narrada por la música que allí suena, unas melodías que muestran la evolución de unas vidas y un país, desde la posguerra a Rosalía.
En una entrevista con EFE, el barcelonés ha explicado que más que escribir desde un yo, en esta ocasión ha buscado hacerlo desde un «nosotros, no complaciente ni fotogénico», sino que, incluso, puede ser «conflictivo y problemático, donde surgen de manera evidente los choques y también los abrazos, donde dialogan realidades muy distintas».
Considera que no hay lugar más transversal que una fiesta popular, donde el carrito de un bebé está junto a la silla de ruedas de un anciano; donde una mujer de ochenta años habla con una chica de treinta y se da cuenta de que tienen inquietudes parecidas; donde una pareja madura y con posibles baila cerca de otra, con los bolsillos vacíos, o un divorciado puede estar al lado de quien desea ser la reina del momento, tras salir del armario.
«No hay otro lugar como la fiesta de un pueblo, en una fecha señalada, normalmente en verano, donde se celebra la vida, pero se recuerda a la muerte y se convoca a quien no está», apunta el novelista.
Publicada por Alfaguara, en Orquesta Otero lleva al lector hasta un ficticio valle de Galicia, de donde procede su familia, y en Valdeplata pone a bailar a una serie de personajes, de entre 105 años de edad a niños —incluso tiene su peso un feto—, y da la voz a la música, convertida en el notario de lo que allí acontece.
Reflexiona que fueron varias las razones, algunas de una forma «intuitiva», que le llevaron a armar este artefacto, desde que se cumple medio siglo de la llegada de sus progenitores a la capital catalana desde su Galicia natal, a un cierto «hartazgo» de escribir sobre la ciudad, aunque, advierte, siente una «admiración brutal» por toda la novela de Barcelona, desde Juan Marsé o Francisco Casavella a Eduardo Mendoza.
Un presente segregado por burbujas de todo tipo
A la vez, remarca que hay hechos que le dan rabia, como este «presente hiperacelerado», que no acaba de entender, además, «muy segregado por burbujas generacionales, ideológicas, de todo tipo».
«En esta novela -prosigue- yo no planteo un encuentro entre todas estas burbujas y esto de que todos somos hermanos y nos vamos a entender y a abrazarnos. Pero sí planteo que una novela, que es lo que la hace un género tan valioso e irreplicable, puede romper esas burbujas, plantear la diversidad de la vida, de la comedia humana».
Si algo llama la atención de su propuesta es la voz narrativa, la música de la orquesta, que llega a todas partes y, cuando no lo hace y aparecen puntos ciegos, apuesta por una suerte de monólogos de diez protagonistas de la noche.
A su juicio, es la música el lenguaje común de todos ellos, aunque no les gusten las mismas canciones o incluso desconozcan algunas, pero eso le sirve también para «repasar la evolución de una noche, de una vida, de un país».
Una de las primeras imágenes que tuvo antes de sentarse frente al ordenador es que cuando uno llega a un concierto o a una fiesta de este tipo, antes de que empiece, siempre hay músicos probando sus instrumentos, ya sea el bombo, ya sea el bajo, lo que «retumba» en quien está allí y se acaba «sincronizando con su corazón».
«Ello me ha permitido —reconoce— que esa voz narradora pudiera contar qué siente exactamente cada uno de los personajes, porque es como un gas que está allí, que ya ha vivido esa fiesta en muchas otras ocasiones y que siente al milímetro a cada uno de los personajes».
Con alusiones a lo largo de las páginas a la tradición y la mitología gallega, a su literatura o a sus bosques, cree Miqui Otero que este mundo «extraño y como realista y mágico que plantea la novela es también el de la mirada del intruso, de alguien de ciudad que lo ve y lo escribe».
Novela muy visual y, a la vez, muy literaria, no rechaza que pueda convertirse en una posible película —los derechos audiovisuales de otros títulos suyos como Rayos y Simón ya han sido adquiridos—, pero sostiene que podría transmutarse, asimismo, en una obra de teatro.
Aunque sabe que ahora estará un tiempo danzando al son de su Orquesta, el escritor ya tiene «muy clara, clarísima» su próxima historia, con un motivo principal que es algo «muy mítico de la ciudad».
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