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Mirada al frente

Mirada al frente

Ustedes se habrán fijado. O no, porque eso, prestar atención, es algo vintage en un mundo de cabezas emparedadas a una pantalla. Yo, que sí observo porque además de analfabeto tecnológico, o precisamente por eso, soy muy retro y me detengo cuando algo me sorprende. Prueben a hacerlo, mola. Por ejemplo, cuántas personas caminan mirando al frente. Sin gesticular, no como derviches epilépticos a los que tienes que esquivar antes de que uno de esos manotazos al aire acaben aterrizando en tu quijada.

Es que llevan auriculares. En mis tiempos, que los hubo y también fueron los suyos, ese andar zigzagueante, de oscilar espasmódico y vociferio era cosa de locos o de genteimportantequeloesporquetienemovil. Lo escribo así porque poseer un móvil, cuando el artefacto se usaba y servía para hablar (algo demodé, lo sé), era cosa de gente de parné y poder. Ibas por la calle llamando por teléfono por el solo deseo de que la trashumancia bípeda se girara como diciendo: “mira ahí va uno del Ibex”. Alguno sospecho que se marcaba un Gila y bajaba al parque simulando una conversación de suma importancia con unos inversores murcianos, o malayos, tanto da, para que el vecindario lo viera manotazo va y viene.

"Ahora, precisamente para que no le des tú la turra a la madre, padre, hermana, hijo y hasta primo de visita en la capi se zambullen en su móvil"

Ahora, insisto, si te fijas, hay presuntos colegas con quienes te cruzas y cuando extiendes los brazos como un corcovado de gesto afable van y te frenan en seco con el dedo, perfilan su mejor sonrisa y te muestran el auricular como diciendo: “perdona, ya lo siento, llámame el martes y comemos”. El móvil, como parapeto.

Pero esto iba de fijarse, lo que obliga a sorprenderse por ejemplo de que esa gente moderna a la que no perteneces porque además de zote digital eres esclerótico, tiene además la habilidad marveliana de caminar sin levantar los ojos de la pantalla, teclear a la vez a una velocidad que debería provocar un esguince anular o pulgar y sortear farolas, alcorques, carritos y hasta ryders en patinete, sin dejar de poner “lol”, “fyi” con su correspondiente aplauso de insufrible emoticono.

Esos, me aseguran que son tan humanos como yo, especímenes que se reconocen entre ellos, manejan un bluetooth propio que les hace evitarse una milésima antes de la fatal colisión. Que sí, vale, que ustedes no ven prodigio alguno en eso pero, joder, que yo vengo de un mundo donde la peña miraba hacia el frente. Éramos tan raros, ahora seríamos tan raros, que si tu padre te daba la chapa en una terraza a lo sumo movías los hielos de la cocacola con una pajita y ladeabas la caqbeza en plan «tíonomeinteresanada». Ahora, precisamente para que no le des tú la turra a la madre, padre, hermana, hijo y hasta primo de visita en la capi se zambullen en su móvil para escribirle al hermano, hijo o primo que no pudo venir a Madrid y contarle que están sentados en una terraza con la familia sin tiempo siquiera de mover los hielos con la pajita porque, tronco, ¿no ves que te estoy guasapeando?

"En la escala evolutiva digital, lo de los auriculares está superado, como antes lo de alejarse el móvil de las orejas para no pillar un cáncer"

De vuelta al pueblo, no te hará falta contar qué hiciste porque les habrás inundado con tropecientas imágenes de tu careto con algo detrás, muy al fondo. Acaso tendrás que decirles a la peña en el bareto que efectivamente viste a tus tíos aunque no aparezcan en una jodida foto porque ahora lo que mola es el selfie, que suena a selfish y sabemos de cuando estudiábamos inglés con un profesor nativo de Badajoz en vez de bajarnos una app de Oxford que eso es ser un puto egoísta, además de un pelín gilipollas.

En la escala evolutiva digital, lo de los auriculares está superado, como antes lo de alejarse el móvil de las orejas para no pillar un cáncer. Lo suyo es lo de grabarse un audio. Ahí van ellos y ellas, con la mano floja, el micro a un tiro de lapo, gesticulando y hasta escenificando lo que graban. Empieza entonces un peloteo de guasaps que no sé cómo acaba porque no sé cómo se cuelga un guasap y mucho menos cuando es un jodido audio.

Así va transcurriendo el paseo matutino, convencido de que estoy cada vez más fuera, casi tanto como que paso de hacer ningún esfuerzo por entrar dentro. Casi mejor les cuelgo. Hasta luego, el martes, si eso, comemos.

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