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Mis queridos narcisistas

Mis queridos narcisistas

El manual de instrucciones social de nuestro tiempo comienza con una introducción inapelable. El narciso será ajusticiado, se le clavará una estaca de madera de cerezo en el corazón, será degollado y sus restos se quemarán hasta desaparecer.

En efecto, enredarse con un narciso es una experiencia desafiante, con ese sentido desproporcionado de su propia importancia, con una previsible falta de sensibilidad hacia las necesidades del otro y una tendencia masticable a la manipulación.

Será mi sector, quizá mi círculo de amistades y nuestras neuróticas preocupaciones, pero a mi alrededor —comienza a divertirme el fenómeno— todo el mundo es o ha sido víctima de algún narciso.

El siglo XXI, que realmente empieza tras la pandemia, es la era dorada de la solemnidad del Bershka, con su simpático cortejo de coaches, psicólogos de newsletter y tiktoks de salud mental. ¿Estamos, no?

"Lo interesante es que coinciden en el mismo peldaño: los narcisistas son el cáncer de nuestra era y sus manifestaciones, metástasis"

Lo interesante es que coinciden en el mismo peldaño: los narcisistas son el cáncer de nuestra era y sus manifestaciones, metástasis. Nos advierten con insistencia paternalista y una cucharada de jarabe fluorescente; abran la boca: ¡Cuidado con ellos! Vampiros emocionales, succionadores de la energía vital de nuestras almas puras y bondadosas, nos ciegan y nos someten con su tinta de calamar. Los narcisos son el nuevo «infierno», la amenaza psicológica más trendy en el mercado del psicoanálisis Delyplus.

Y no importa si es en pareja, en el trabajo, o en el grupo de WhatsApp del colegio: hay un narcisista (o más) para cada ser civilizado y elevado (con sana autoestima y apego perfectamente construido) seduciéndolo con arte y subyugándolo hasta desangrarlo emocionalmente.

¿A cuántos salimos por barba? Cuidado, hay más narcisistas que personas, si los contamos, con arreglo a esas historias donde todos somos víctimas supervivientes y compartimos nuestro trabajo de superación….

Y consenso mundial, «narcisofobia». Y el bien; no nos gustan los canallas, los egoístas, las actuaciones psicopáticas, los que instrumentalizan al resto, ¡claro que no! Somos personas honradas, defensoras de lo bueno, enemigas de lo malo y nos unimos en nuestra cruzada moral de tropecientos likes.

"Y a mí, disculpen, los narcisistas me caen bien. Como las personas que salen a fumar. Es difícil aburrirse con alguien que ha salido del garito a fumar"

Y entonces… Lo que me trae aquí, la estupefacción que me producen dos fenómenos de la multitud en consenso (y que suelen ir unidos): el virtuosismo y la severidad. Con esa moralina de la ética vacía, incoherente, sin resonancia afectiva ni intelectual, que mastica a dos carrillos todos esos conceptos que alimentan la sensibilidad del imbécil… Con ese virtuosismo que le eleva su storytelling a los cielos de la superioridad moral, porque es el virtuosismo, repito: del tonto.

Y a mí, disculpen, los narcisistas me caen bien. Como las personas que salen a fumar. Es difícil aburrirse con alguien que ha salido del garito a fumar, como lo es encontrar a un narciso de escaso atractivo (son seductores profesionales). Divertidos, guapos, chispeantes, siempre tienen el timing perfecto y siempre soltarán algo fascinante (necesitan fascinar) o lo intentarán (lo cual es muy hasta tierno). Fuentes naturales de luz: como el Sol, las estrellas, o los organismos bioluminiscentes, las medusas y luciérnagas.

Si hago una fiesta en casa, procuraré que haya un porcentaje elevadísimo de narcisos para que tire, a través de sus contradicciones (tan brillantes en su autoengaño y, al mismo tiempo, tan fáciles de enternecer con un sabio toque de desatención). Para que prenda, gracias al fuego de su ego, frágil y descomunal, con su sentido desvergonzado del espectáculo. Porque todo aquel que nos eleve sobre la cruda y tediosa realidad me resulta digno de afecto y consideración.

¿Y cómo sabes que no eres uno de ellos? ¿Y si todos somos el narciso de alguien y a nuestra vez víctimas de otro narciso? Apuesto a que algo de eso hay.

—¿Yo?

—¿Sí tú? ¡Virtuoso!

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