Erskine Preston Caldwell (Georgia, 1903-1987) nació en la pequeña localidad de White Oak, en una casa apartada muy cerca de los bosques cercanos a Moreland. Como el Cervantes conocedor de los caminos de Andalucía y La Mancha, también el autor de La parcela de Dios (1933, llevada al cine por Anthony Mann en 1958) tuvo conocimiento directo de las rutas y senderos del sur de los Estados Unidos debido a asuntos profesionales, en el caso del norteamericano debido al trabajo ambulante de su padre, ministro de la Iglesia reformada presbiteriana asociada. La novela que nos ocupa apareció un año antes de la obra antes citada, y el joven escritor todavía no podía saber que la novela iba a acabar representándose en Broadway durante más de ocho años y que John Ford la llevaría al cine en 1941, como tampoco sabía que iba a vender diez millones de ejemplares, dos millones más de los que vendería Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell (1936). Debido a ese crudo relato iba a ser arrestado por las autoridades, y sus libros secuestrados, aunque más tarde saldría exculpado de la falta que viera en él la Sociedad Literaria de Nueva York. No hizo falta que sus contemporáneos salieran en su defensa. Su prestigio estaba más que contrastado desde que Saul Bellow reclamara el Nobel para él, desde que Faulkner le considerara entre los cinco grandes de la literatura norteamericana o desde que Ezra Pound se deshiciera en elogios por su obra.
Sin la lírica que encontramos en la obra de Faulkner, el paso del tiempo ha tratado mal la obra de Erskine Caldwell, pero quien desee aprender a contar una historia desde la perspectiva de un narrador falsamente omnisciente que no sabe más que los personajes, un escritor que genera radiografías verbales con la mirada que tiene sobre el mundo, un autor de oído finísimo para recrear diálogos, que despoja de todo accesorio glosarial lo que pretende retratar… No se trata de ilustrar. Caldwell fotografía sin añadir pie de foto ni comentario alguno. Observa y dispara. El resultado es demoledor. Durísimo. Nadie querría vivir en las novelas de Caldwell porque queda claro que lo que se descubre en ellas es un alto grado de verdad. Es la vida, no su imitación. Y a veces esa verdad resulta tan cruda que hace daño, pero hay en ella una incomodidad que brilla. Y cómo.
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Autor: Erskine Caldwell. Traductor: Horacio Vázquez-Rial. Título: La ruta del tabaco. Editorial: Navona. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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