Descubrir ahora la solidez del director Alberto Rodríguez, responsable de La isla mínima, El hombre de las mil caras y Grupo 7, entre otras, resultaría una actividad casi ingenua. Modelo 77, su nueva película, vuelve a presentar un thriller dramático e histórico, en su variedad carcelaria, a la altura de precedentes como los citados. La obra mezcla géneros con una seguridad palpable, pero lo hace preservando una notable autenticidad que vuelve a situar a Rodríguez como un notable intérprete de la identidad española sin mermar un ápice el carácter de un cine dinámico y plenamente adaptado al siglo XXI.
Ambientada en la cárcel Modelo de Barcelona en los años 77 y 78, la película narra cómo los presos se organizan para dejar atrás el modelo penitenciario del franquismo mientras, fuera de sus muros, la sociedad española transita hacia la democracia. Parte thriller, parte drama y casi siempre cine político (pero no del de trazo grueso o frase hecha, pese a la profusión de eslóganes de sus manifestantes), Modelo 77 se apoya sobre todo en la relación que mantiene Manuel, un joven preso por desfalco, con Pino, un preso veterano que se resiste a implicarse en la lucha.
Rodríguez viste toda la película de un miserabilismo quinqui muy español que realza la realidad del tópico. Narrar la transición española desde una cárcel podría devenir en una película un tanto inerte, o incluso en una parodia de estereotipos patrios, pero el sevillano sabe cómo invertir en secuencias de acción elaboradas (ese motín que culmina en un travelling hacia la cúpula de la cárcel), elipsis altamente simbólicas (que agilizan el relato) y también ideas poéticas que elevan el conjunto (el anuncio de neón para vender televisiones que reza “sáltate al color”, que Manuel y Pino están condenados a observar por la ventana de su celda). Los actores y el retrato de personajes que existe ya en el guión están a la altura en una película que podríamos calificar de género, pero que jamás da la impresión de resultar genérica.
Los coletazos finales de violencia del franquismo (la noche es más oscura justo antes del amanecer, decían en El caballero oscuro), lo que cuesta cambiar las cosas, son conceptos que Rodríguez representa con crudeza pero sin ceder a la desesperanza. Podría decirse, de hecho, que Modelo 77 es una película de un trágico optimismo que versa sobre promesas que no acaban de llegar, pero que están por fin al alcance de la mano. Bañado todo en una fotografía lúgubre pero no uniforme, y en un ritmo sostenido pero de una continuidad asombrosa, Modelo 77 es otra muestra más de la profesionalidad y buen hacer de uno de los directores españoles más interesantes y dotados de la actualidad.
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