Otro 24 de enero, el de 1920, hace hoy 104 años, la exaltación, tras el óbito, de un autor proscrito en vida, alcanza el paroxismo. Vuelve así a producirse una de las grandes paradojas de la humanidad —uno de sus momentos estelares—, al menos de sus élites y minorías cultas, las que atienden a la creación artística y literaria.
Sí que puede afirmarse categóricamente que hubo amplios sectores que nunca acabaron de aceptar el alargamiento de sus figuras. No obstante, a partir de su ascenso a la eternidad, la percepción de la obra de Modigliani comienza a cambiar radicalmente. Se cumplía así con esa paradoja en la que caen una y otra vez quienes reparten los elogios que procuran esos premios y prebendas, indispensables para la supervivencia del creador.
En cualquier caso, su arte, que el historiador Raymond Cogniat —ahíto de ese antisemitismo común a aquellos tiempos y a los nuestros— habrá de estudiar en torno a un grupo que define como el del “expresionismo judío en Francia” —Modigliani, en efecto, pertenecía a una familia de origen sefardí afincada en Italia—, fue el de la tristeza del burdel, el de las muchachas con miradas apesadumbradas y soñadoras, o esas otras, que quieren ser perversas en poses inocentes que fingen impudor. De hecho, la única vez que Modi llegó a exponer en vida, aún en la guerra, en diciembre de 1917, en la galería Berthe Weill, la muestra fue clausurada por el escándalo público que causaron sus desnudos.
Ejercía un magnetismo fabuloso entre las mujeres, mayor que el de Picasso —su amigo y rival—, y ya es decir. Nunca retocaba sus obras, lo que no era óbice para que sus modelos se refiriesen a la introspección psicológica que Modi había hecho en ellos en sus retratos: La judía (1908), Cabeza de mujer (1910-1911), Desnudo sentado (1916).
Tres días después del óbito, cuando el féretro con sus restos sea trasladado al cementerio Père Lachaise, un millar de personas, compungidas y en silencio, integrarán el cortejo fúnebre. Algunos recordarán al finado en el Montmartre de 1906, recién llegado a París, en el Bateau Lavoir, un falansterio para artistas donde coincidió con Max Jacob, Van Dongen, Picasso, Apollinaire, Diego Rivera, Chaïm Soutine o Vicente Huidobro… Algunos acompañarán a Modi en el viaje a su última morada.
Tres días después del óbito, mientras se celebra el entierro, la también pintora Jeanne Hébuterne, su compañera, el motivo principal de la obra de Modi, se tira por la ventana. Está a punto de dar a luz al segundo hijo de la pareja. Desde que se conocieron en 1917 no ha vivido más que para él. Todavía es ahora cuando en los múltiples dibujos y pinturas que le inspiró percibimos claramente su tristeza.
Los padres de la joven, viendo venir el desastre que iba a suponer ese amor para ella, intentaron poner fin a la relación por todos los medios. Fue inútil. Jeanne decidió compartir su vida con Modi. Esto ha significado aguantar a un alcohólico en su delirio, a un enfermo terminal, a alguien que es el mayor enemigo de sí mismo, que a la larga lo son todos los que, por la causa que sea, hacen de la autodestrucción su razón de ser. Y la miseria, siempre la miseria del diletante.
Los Hébuterne saben de la absoluta entrega de Jeanne al artista. De modo que desde que Modi partió al encuentro de la gloria que la vida le negó, no dejan ni un instante sola a la joven. Jeanne aprovecha un momento, que su hermano se duerme y deja de vigilarla, para defenestrarse y matarse, junto al bebé que esperaba, al aplastarse contra el suelo.
Habrán de pasar diez años para que la familia de Jeanne acceda a que Jeanne y Modi descansen juntos, en la misma tumba del cementerio de Père Lachaise. No muy lejos duermen el sueño eterno Abelardo y Eloísa, también juntos, como corresponde a quienes se profesaron un amor más poderoso que la vida.
Hoy la obra de Amedeo Modigliani es tan preciada que apenas aparece en el mercado. Una de las últimas que se puso a la venta, Nu Couché, fue adquirida en 2015 por 152 millones de dólares por un coleccionista chino. Así se escribe la historia.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: