Se cumple en el próximo mes de agosto el quinientos aniversario de la conquista e incorporación de los aztecas al Imperio español.
Es indudable que el “bárbaro” Imperio azteca no fue conquistado por un pequeño grupo de indomables españoles bajo las órdenes de su heroico líder, Hernán Cortés.
Con esta premisa, Stefan Rinke (Helmstedt, 1965), realiza su ensayo sobre Hernán Cortés y la conquista de México, expresando desde el inicio que “como historiador, no tiene verdades que ofrecer, tan solo una nueva interpretación del pasado”. Esta explicación se basa en el concienzudo estudio de centenares de fuentes, referencias y bibliografía, que se encuentran detalladas en el apéndice final del libro. En una obra estructurada con precisión, Stefan Rinke describe los orígenes y estudios sobre Cortés, que tendrán una importancia capital a lo largo de la vida del conquistador. Narra los motivos que impulsan a los conquistadores que participaron en la aventura y en la búsqueda de riquezas en una tierra desconocida. Reconstruye profusamente cómo era el mundo mesoamericano antes de la llegada de los españoles. Analiza tanto los pueblos aliados de los castellanos como los pueblos enemigos. Describe cómo estaban organizadas las sociedades, cuál era su forma de vida y su economía, las religiones y las culturas. Aclara cómo Cortés es impulsado por los mayas hacia los territorios de los aztecas en busca de oro y riquezas. La derrota que infligen los castellanos a los nativos del Yucatán en la batalla de Centla hace que se sientan temerosos de los dioses barbudos, deseando no tenerlos cerca. Para conseguir que se vayan les facilitan el paso, les entregan víveres, joyas, ropas, además de veinte esclavas que tuvieron que bautizarse para ser aceptadas. Entre este grupo de esclavas se encuentra una joven noble, llamada Malinche (quien tendrá un papel importante, como traductora y amante de Cortés).
Rinke reconstruye todos los pasos dados por Hernán Cortés a lo largo del tiempo que va desde el 10 de febrero de 1519, en que partió la flota, hasta finales de agosto de 1521, en que se rindió a los castellanos el tlatoani Cuauhtémoc, sucesor de Moctezuma.
Después de dos años y medio en que se sucedieron multitud de acontecimientos, es preciso destacar que tuvieron cabida desde negociaciones que terminaron en alianzas a tiempos de guerra y de paz, y hasta derrotas como la “Noche Triste” que se transformaron en días de victoria.
La derrota de los aztecas supuso un cambio en la forma de vida de todos los pueblos que habitaban el subcontinente centroamericano. Quedaron atrás los tiempos en que los aztecas se dedicaron, durante siglos, a pelear con sus vecinos con el fin de obligarlos a pagar tributos, conseguir esclavos y obtener miles de cautivos para realizar sacrificios humanos a sus dioses. Con objeto de recibir las bendiciones de sus divinidades, los aztecas, a través de ceremonias rituales, les entregaban la sangre de los sacrificados. Una vez ofrecida la sangre, los dioses se sentían honrados viendo cómo sus fieles practicaban el canibalismo con los cuerpos de las víctimas. El estatus de los hombres del Imperio azteca quedaba fijado por su comportamiento en la guerra y la cantidad de prisioneros que conseguían. Para cualquier tipo de celebración era preciso disponer de miles de cautivos que poder sacrificar.
Cortés se embarca en la aventura con menos de novecientos efectivos, entre infantes, arcabuceros, ballesteros, jinetes y esclavos negros. Y aunque en sus informes al emperador Carlos, las conocidas como “las cartas de relación”, se atribuye todo el mérito, en realidad la victoria no se habría producido de no ser por dos factores primordiales. El primero de ellos por la ayuda de todas las naciones subyugadas por los aztecas que vieron la posibilidad de liberarse del yugo opresor, y como consideraron a los hombres de Cortés dioses barbudos, enviados para preparar el regreso de su dios Quetzalcóatl, miles de hombres y mujeres de los pueblos aliados participaron guerreando, suministrando alimentos, construyendo canales, e incluso transportaron desde la costa los barcos, desarmados, para montarlos en la laguna de la capital azteca y usarlos en el asalto final. El segundo factor fue la aparición de una peste de viruela, una pandemia en los nativos de Mesoamérica que hizo que murieran por cientos de miles y provocó, al faltar la mano de obra, el abandono de las cosechas, que trajo una hambruna que agravó aún más la situación de los aztecas. Estos dos factores fueron decisivos en la victoria de los castellanos y sus naciones aliadas.
Hernán Cortés, como hombre ilustrado que era —había estudiado leyes en Salamanca—, decide realizar una crónica de la conquista que le sirviese para contrarrestar, tanto en el gobierno de las Indias como en el de España, las versiones de sus enemigos. Cortés, en un golpe de audacia, decide tomar, como conquistador, posesión de las tierras descubiertas en nombre del Emperador. De esta manera solo debe rendir cuentas ante él, asegurándose poder tener comunicación directa y enviar sus informes al propio Emperador. Con ello consigue contarle su versión y justificar sus decisiones. Así, ayudado por su parcial relato, más la aportación de grandes cantidades de oro, plata y joyas que alivian las depauperadas arcas del monarca, consigue que el rey le crea, y ordena a su regreso a España que se le rinda tributo en todo lugar por donde pase. Una vez en su presencia, le llenó de honores: le nombró Marqués del Valle de Oaxaca, le concedió la membresía de la Orden de Santiago y el título de capitán general de la Nueva España y los Mares del Sur. Aunque, para decepción de Cortés, le negó el título de virrey de Nueva España (que llevaba aparejado todos los poderes y fue ocupado por un noble de rancio abolengo).
Con Hernán Cortés y sus hombres dio comienzo, además del descubrimiento de nuevas tierras desde California a Honduras, la conquista del Nuevo Mundo y el mestizaje, al mezclarse la sangre, entre castellanos y mexicas, fenómeno que los habitantes de ninguna otra nación de las que participaron en la conquista de nuevos territorios realizaron a lo largo de la historia.
Stefan Rinke, al iniciar su ensayo, fija como objetivo del libro encontrar respuesta a nuevas preguntas, tales como en qué contexto se movieron los actores implicados, o qué mundos se originaron a raíz de los sangrientos encuentros con los extranjeros, consiguiendo a lo largo de la obra dar cumplida respuesta a estas y otras cuestiones que van apareciendo.
La epopeya del conquistador Hernán Cortés es mucho más que la famosa “Noche Triste”, y este ensayo lo cuenta detalladamente.
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Autor: Stefan Rinke. Título: Conquistadores y aztecas: Cortés y la conquista de México. Editorial: EDAF. Venta: Todostuslibros y Amazon.
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