El concepto de Clinamen alude a una teoría del primer atomismo, el que forjó Demócrito. Para él, así como después para el resto de atomistas, toda la realidad está compuesta por unidades indivisibles que se denominan átomos, los cuales, a su vez, se juntan y chocan. ¡Jamas se destruyen, ojo!
Clinamen es la esencia y el título del nuevo poemario que el filósofo Oriol Alonso Cano acaba de publicar, y en el que nos encontraremos situados en un espejismo en donde desconocemos tanto el origen como el destino de dicho movimiento.
Al igual que sucedía en las Afinidades electivas de Goethe, sentimos como si una fuerza extraña y misteriosa nos arrastrase hacía el lugar al que finalmente vamos. Pero la cuestión crucial es que dicha fuerza es absolutamente incognoscible e imponderable y que, además, siempre lo será, por muchos análisis que hagamos de nuestras circunstancias y decisiones. Este proceso nos abre un carrusel de cuestiones bastantes inquietantes: ¿somos el origen de nuestras decisiones?, ¿quién decide por mí?, ¿nuestra vida es nuestra?, ¿hay realidad más allá de la información que nos transmiten nuestros sentidos?, ¿esas fuerzas que presuntamente nos guían tienen dueños?, ¿son fuerzas erráticas?…
Ya en 2018 nos quedamos sorprendidos con la originalidad de su anterior poemario, La caricia del fantasma, poesía gótica contemporánea, en donde claramente se percibía cómo las ánimas o los seres espirituales pueden asediar, acariciar, perturbar, proteger o destruir. Alonso Cano afirma que «los fantasmas nos acompañan, querámoslo o no, a lo largo de nuestra travesía vital». Sí, suena a raro, pero hay toda una fantología, como diría el filósofo francés Jacques Derrida, que todavía está en ciernes, aún por construir ya que la realidad, esa que parece tan tangible, sólida y segura, se sostiene por lo invisible, lo etéreo, lo espectral.
«La muerte —continua diciéndonos el poeta— es un proceso, y lo que resulte de ello está, por el momento, velado. Ahora bien, los fantasmas si nos dicen algo es lo siguiente: ausencia no implica desaparición».
Tanto La caricia del fantasma como Clinamen tratan un tema no muy pródigo en la poesía española contemporánea: la muerte —sea física, sentimental o existencialmente—. Ahora bien, lejos de regocijarse en la pérdida, lo que quieren es desentrañar esos hilos ocultos que construyen la imposibilidad del duelo. Es decir, de lo que se trata es de reafirmar aquello que autores como Lacan o Derrida apuntan con tanta vehemencia acerca del duelo imposible, del duelo infinito. Y es que en el momento en que integramos la ausencia del otro o de lo otro (sea este una persona, un recuerdo, una vivencia o lo que sea) se alcanza la fase final del proceso de duelo, que es la aceptación: lo engullimos y, en consecuencia, los eliminamos de verdad. El duelo tradicional es antropófago, porque en lo que consiste efectivamente es en comerse al otro, eliminar, de este modo, su singularidad y, por ello, su capacidad de perturbar y cuestionar nuestra plácida existencia.
Este complejo proceso quedaba velado en la película de François Truffaut La habitación verde, en la que el personaje interpretado por el propio director no cesa de rendir culto a su difunta esposa y eso le impide abrir los ojos al nuevo amor. La habitación verde se sirve del relato de Henry James El altar de los muertos, y sin duda esa narratividad está presente en el desarrollo del film. Ahora bien, más allá de esto, es decir, de la pedantería hueca, la película de Truffaut muestra muy bien la necesidad de mantener abierta la herida para que jamás el otro se pierda, no ya en el olvido, sino en la aceptación de su pérdida. Al otro jamás lo pierdo porque en realidad jamás lo poseo. Esa es la verdadera relación con las otras personas.
La poesía de Oriol Alonso Cano, más que recrearse en la lógica masoquista de permanecer en el filo de la herida abierta, lo que pretende es mostrar la absoluta individualidad y el carácter inconmensurable de cualquier sujeto. Tanto en La caricia del fantasma como en Clinamen se alude a lo imponderable, destacando una fuerte influencia del psicoanálisis en toda la obra, ya que la figura del fantasma alude a aquello que debemos atravesar para dar fin al análisis. Es decir, el fantasma se erige en el marco que estructura, desde el secreto de nuestra conciencia, la manera que tenemos de representar y sentir la realidad: el instrumento con el que logramos enfocamos la realidad. Y Clinamen, en cierto modo, alude a lo mismo pero desde otra perspectiva, desde otro mirador más exterior. Así pues, ambos poemarios se nutren del silencio y del secreto, de lo invisible y lo inconfesable, no por ser algo terrorífico sino porque uno no es propietario absoluto de lo que guarda en sí.
Oriol Alonso Cano nos muestra la escritura como una aventura, como una apuesta, que nos conduce por el abismo. Filosofía, psicología y psiquiatría se tocan la mano en esta poesía única que penetra en las regiones más desconocidas de nosotros mismos para devolvernos una experiencia traumática y taumatúrgica, donde, como diría Blanchot, «muerte y vida se penetran a la perfección».
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Autor: Oriol Alonso Cano. Título: Clinamen. Editorial: Cuadernos del Laberinto. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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