Fouada Kalil Salim vive en El Cairo, es investigadora bioquímica y está inmersa en una profunda crisis existencial. Todas sus certezas se tambalean, y aunque su mente se empeña en recordarle lo que debe hacer, su cuerpo reacciona rechazando un destino que consiste en negarse a sí misma. Fouada empieza hacerse muchas preguntas, tal vez demasiadas. Pero el problema es que no sabe exactamente qué está buscando. Uno de sus sueños es poner en marcha su propio laboratorio de investigación y alejarse del Ministerio gubernamental donde está empleada, o como manifiesta la protagonista, aprisionada. La atmósfera que recrea la autora de la novela, Nawal El Saadawi, alrededor de la vida de Fouada, es realmente asfixiante y hay una denuncia soterrada por la dificultad añadida de ser mujer, y bioquímica, donde los hombres confunden una ambición pura por debilidad.
“Una entre millones, una entre todos los cuerpos humanos que atestaban las calles, los autobuses, los automóviles y las casas. ¿Quién era ella? Fouada Khalili Salim. ¿Qué pasaría en el mundo si ella cayera bajo las ruedas de un autobús? Nada. La vida seguiría igual, fría e indiferente.”
Además de la angustia física y psíquica por no poder aportar nada como investigadora en este sistema, a Fouada le acosa el temor de perder a su madre, con la que vive, y muy especialmente el temor de no volver a ver a su misterioso amante, el único que parece comprenderla, y que acaba de desaparecer por motivos desconocidos.
“¿Cómo podía ser que un hombre se hubiera convertido en toda su vida? No era el tipo de mujer que entrega su vida a alguien. Su vida era demasiado importante para entregarse a un solo hombre. Por encima de todo, su vida no era sólo suya, porque pertenecía al mundo, un mundo que ella quería cambiar”
La mujer que buscaba trata de encontrar un camino contra la inacción que la arrastra y aniquila. Una mujer que pelea por recuperar lo que fue y que se hace preguntas buscando respuestas en el pasado, pero también mirando hacia el futuro. Una búsqueda que por el mero hecho de planteársela ya la está haciendo avanzar hacia una solución.
“Algo en su interior le decía que no era una más. No podía ser que viviera y muriera sin que el mundo cambiara en los más mínimo”
La historia de La mujer que buscaba podría ser la historia de mi madre, o de mi abuela. O, por ende, de todas las mujeres.
Nawal El Saadawi (Kafr Tahla, Egipto, 1931), doctora en Medicina y Psiquiatría por la Universidad de El Cairo, sabe muy bien lo que es la supervivencia. Su obra es clave para entender la realidad de la mujer en el mundo árabe, y ha pagado un alto precio por mostrarla al mundo. Fue destituida de su cargo de directora de Salud Pública de El Cairo y encarcelada por su oposición con los Acuerdos de Paz de Camp David entre Egipto e Israel durante la presidencia de Anwar al Sadat. Posteriormente, tras recibir varias amenazas, se instaló en Estados Unidos, donde vivió 20 años.
Mientras estuvo en el exilio dio clases en la Universidad de Duke y en Seattle. A una de sus asignaturas la llamó Creatividad Disidente, precisamente porque ella está convencida de que en la disidencia e inconformismo se puede ser creativo. Nawal ha dicho que con ese don de la creatividad nacemos todos y que se destruye con la educación. En tal sentido, ha denunciado a la educación religiosa como la gran responsable de aniquilar esa originalidad innata. No defiende el Islam, ni ninguna otra religión. Sobre el velo islámico ha dicho que es un “símbolo de represión y que es imposible ser feminista y defenderlo”. Ha negado la existencia del feminismo islámico, precisando que es una contradicción, una impostura. Para ella el feminismo consiste en “la valentía y la capacidad de criticar a Dios, de criticar al padre, al abuelo, al presidente, a los poderes, tanto del cielo como de la Tierra”, aunque ella prefiere llamarlo “humanismo”, no feminismo, porque considera que está luchando por los derechos humanos. Para Nawal mujeres y hombres somos lo mismo, seres humanos de un solo mundo. Sobre la democracia ha señalado que no es en realidad libertad, sino una falacia orquestada por el único poder que existe en la Tierra y que ha ocasionado todas las desigualdades posteriores: el capitalismo. En alguna entrevista ha dicho que “vivimos en un mundo dominado por el mismo sistema: el sistema capitalista, patriarcal, religioso, colonial, racista e histórico”. Fruto del colonialismo implantado durante décadas con el pretexto de “proteger” se dejó fructificar una religión obtusa que ha servido para dividir civilizaciones y dejarlas en estado de guerra, en el que permanecen. En alguna ocasión ha dicho que a ella la intentaron colonizar tres maridos con esa misma excusa. Los dejó a los tres.
Nawal El Saadawy tiene 60 libros publicados que han sido traducidos a cuarenta idiomas, todos ellos basados en sus propias vivencias y en su propio dolor. Muchos de ellos están prohibidos en Egipto. Una de sus obras clave es La cara oculta de Eva, publicada por primera vez en árabe en 1975 (traducida al castellano como La cara desnuda de la mujer árabe), basada en su propia experiencia como médico rural para explicar la situación de la mujer en los países árabes y denunciar las consecuencias de la mutilación genital femenina, que ella misma sufrió a los seis años. De esta traumática experiencia habla también en La hija de Isis. Es imprescindible para conocer a esta autora la obra Mujer en punto cero, basada en la historia real de una prostituta condenada a muerte por haber matado a su proxeneta. Nawal la conoció durante su estancia en prisión y quiso contar su demoledora historia, en la que la prostitución se presenta como una forma de liberación ante la esclavitud a la que la somete su marido.
Gracias a Juanjo Boya (Editorial Oh! Books) pude contactar con Nawal El Saadawi. La hija de ésta, Mona Helmy, escritora y poetisa, ha sido mi interlocutora en la comunicación con su madre. Ha sido un encuentro cibernético brevísimo, pero he querido incluirlo aquí. Para mí ya es un honor y un privilegio que una candidata al premio Nobel de Literatura, que ha roto todos los tabúes y es un estandarte en la defensa de los derechos humanos, haya querido dedicarme unas pocas palabras desde Egipto, donde reside ahora.
—¿Quién le enseñó a luchar contra la injusticia en la sociedad? ¿Hubo algún suceso en su infancia que determinó su posterior compromiso?
—Mis padres, especialmente mi madre me influyó desde que era muy joven. No solo hubo un suceso, fueron muchos.
—¿De dónde procede su fuerza para afrontar las adversidades?¿Dónde deposita su esperanza?
—Mi fuerza interna procede de la confianza en mí misma.
—No entiendo muy bien por qué Fouada (protagonista de La mujer que buscaba) no logra avanzar. Se hace demasiadas preguntas que la llevan a deprimirse.
—Fouada era una mujer joven rebelándose contra un sistema opresivo. Ella buscaba la libertad y realizarse como persona, no estaba deprimida.
—¿Qué buscaba Fouada? ¿El amor, romper las reglas…?
—Buscaba su verdad a través del amor y a través de la rebeldía contra todos los obstáculos que se le ponían delante.
—¿El enfado ha sido un motor para su creatividad o en su vida? ¿Por qué decidió ser escritora?
—No solo la ira. La ira por sí sola no es suficiente. Me hice escritora porque me encantaba, me producía un gran placer escribir.
—¿En qué punto nos encontramos ahora en la situación de la mujer?
—Se está avanzando, a pesar de las recaídas y retrocesos.
Esta eterna inconformista, que de pequeña le escribió una carta a Dios porque su hermano, por haber nacido varón, no tenía la obligación de ayudar en casa ni ser buen estudiante, suele decir que es revolucionaria y feminista desde que se percató de eso. En esa carta le reprochaba a Dios por qué no la quería a ella igual que a su hermano, por qué tal injusticia. Todos los personajes de Nawal son ella misma. A sus 86 años, Nawal no teme a la muerte, ni a lo desconocido. Independiente, audaz, valiente, alegre. Sigue usando su mejor arma, la palabra (“cuando uno es creativo, mata con su lápiz”), en la tenaz búsqueda de la justicia. La mujer que quiso ser bailarina, música, pianista ha puesto su máximo empeño en buscar un todo, un solo mundo. Unos derechos humanos para la humanidad en su integridad. “Unir la fuerza de cuerpo, mente y espíritu”. Nawal dijo que “el esplendor se da cuando esos tres van juntos. Lo que los separa es la religión”. Como Fardous, la protagonista de Mujer en punto cero, es libre:
Nada espero.
Nada deseo.
Nada temo.
Soy libre.
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Autor: Nawal EL SAADAWI. Título: La mujer que buscaba. Editorial: Martínez Roca. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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