Cuevas del Río, Granada, 1987. Lucas, Gloria y María Celeste son tres chavales que tienen una curiosa costumbre: cada vez que coinciden en la cueva de los Fiambres, se acuestan juntos en la misma cama, sueñan con ser escritores y se cuentan historias de miedo. Pero no hay nada tan terrorífico y sorprendente como el amanecer.
En el siguiente texto Óscar Montoya nos cuenta cuál fue el origen de su nueva novela, Murciélagos blancos (AdN), una obra hilarante en la que nada es lo que parece.
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Salir de la cueva
Cueva fue, sin duda, una de las primeras palabras que aprendí de niño, y no porque me hubiera criado en una de ellas, sino porque mi familia es originaria de un pueblo que se formó a partir de viviendas excavadas en las lomas, por lo que su recuerdo siempre lo tuvimos presente. Cuevas del Campo se llama ese lugar, en el norte de la provincia de Granada.
Sin embargo, el recuerdo que yo conservo de las cuevas familiares donde me alojaba de niño, cuando visitaba el pueblo, es una imagen distorsionada por la mirada con la que veía el mundo a esa edad. Así, me parecían mucho más profundas de lo que eran, y desde luego más misteriosas; las imaginaba llenas de túneles comunicantes y de pasadizos que las unían, a su vez, con las ruinas de una casa que había en la loma, ruinas tan inquietantes como las propias cuevas. Ese recuerdo deformado, emparentado en cierta manera con la alegoría de la caverna, es el punto de partida de Murciélagos blancos, novela en la que tres adolescentes algo patéticos, obsesionados con la peregrina idea de convertirse algún día en escritores, amanecerán en una de esas viviendas cueva y se dispondrán a afrontar el día.
Pero ese es justo el problema: el día, lo que tienen por delante. Un helicóptero de la Guardia Civil sobrevuela las cárcavas. Las obras de construcción del pantano están a punto de iniciarse. Unos guardias buscan entre las chumberas a un hombre desaparecido. Lydia Bosch y Toni Cantó presentan a Miguel Bosé en Sábado Noche. Y muchos terrores más.
Cuando quieren darse cuenta, los chavales ya han iniciado un viaje sin retorno hacia el lado más cutre de la vida: los pájaros que tienen en la cabeza salen pitando ante la llegada del helicóptero; el río donde se bañaban pronto dejará de existir; el ambiente está tan tenso que el aire se puede cortar con un cuchillo. Al final, el mundo es narrativamente más pobre que las historias que se cuentan en la caverna, cada vez que coinciden en ella. Fuera de la cueva, todo el mundo parece ocultar algo. Incluso el profesor de literatura de uno de ellos, que dice tener dos novelas publicadas en una editorial importante, miente más que habla. ¿A dónde vamos a parar, si hasta los profesores de literatura andaluces falsean sus currículos?
De eso y de todo un poco me apetecía hablar, cuando hace unos años comencé a escribir Murciélagos blancos. De los bofetones que se lleva uno en la vida. De la realidad y el deseo.
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Autor: Óscar Montoya. Título: Murciélagos blancos. Editorial: AdN. Venta: Todostuslibros
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