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Música en descomposición

Música en descomposición

Música en descomposición es una colección de aforismos inéditos escritos por Martin B. Campos, editor y divulgador. Algunos de ellos fueron publicados en la cuenta de Instagram Pueblo Lector. El género no es muy transitado, y tampoco es como una novela, que mantiene una línea de sentido. Los aforismos provienen de papelitos, notas al margen, libretas, notas del celular. Difieren tanto en tiempo, espacio y soporte que asombra verlos juntos. Los une, quizá, la ilusión de abrir y cerrar una idea sin dejar cicatriz.

A continuación reproducimos una selección de aforismo de Música en descomposición.

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Hablamos el lenguaje del hambre, lo que no sabemos que sabemos de nosotros mismos. El hambre tiene un mapa distinto y más preciso que el de cualquier cartógrafo.

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Hay una felicidad perfecta en algún lugar, generalmente en el pasado, la más fácil, la que mejor engaña. Pero prefiero la felicidad puesta delante, en la esperanza, una que los ojos y los pies puedan mirar.

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Imaginar no es ver el árbol en la semilla. Es ver la sombra.

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Alguna vez me pregunté el costo de esta vida. Conté los pasos, me quedé mirando las suelas desgastadas. Me pregunté cuánto tiempo me tomaría olvidar. Creí —y aún sigo creyendo—, que tapar cicatrices con tatuajes no alcanza. El pasto está obligado a esperar la sombra, no los hombres. Pero me equivoco. La muerte es compasiva con algunos, e injusta con otros. Nadie tiene derecho a criticar esas cosas. Alguna vez me faltó un sombrero, o un paraguas, otras me sobró una ampolla, o un calambre. ¿Pero cómo saber si me falta o me sobre una idea, o una fe? Entre capricho y convicción la diferencia es un poco de artificio. Y en un silencio prolongado es fácil confundir susurro y voz.

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La tragedia de ser discípulo en un mundo sin maestros.

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Es tan persuasivo como si de repente viera a miles de personas mirando en la misma dirección. ¿No mirarías también, al menos para ver qué pasa?

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Hay una paciencia hecha de agujas enhebradas, paciencias de pesca, de sentir la erosión de un diamante. La velocidad es una facilidad, lo que da vértigo es la lentitud.

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Queremos todo. Es difícil convivir con esa ambición. No basta el agua si no colma el vaso. Me dijeron que en oriente hacen vasos más chicos, pero es un viaje largo y no alcanza la vida. Queremos todo, salvo apagar la sed.

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¿En qué momento caí del paraíso? No lo sé. Hay tanto que no sé. Habrá sido alguna vez que creí merecer una manzana más grande, o un aplauso. No sé, pero en ese momento no lo supe. Todos salimos del paraíso sin saberlo, y lo descubrimos más tarde. ¿Qué es lo que pasa en el medio? Eso es lo que me pregunto ahora. Si uno recién comete una falta cuando la descubre, entonces se podría justificar cualquier cosa. No puedo creer en algo así. También somos responsables de nuestra ignorancia.

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Imaginar no significa ser incapaz de tolerar el mundo, como muchos creen. Significa que a uno le parece absurda la seguridad con que la gente se toma esta interpretación del mundo. Es una defensa de la variedad, un intento por no dejar que se extingan interpretaciones poco transitadas, pero tan válidas como las que se vuelven materia. Se parece a evitar que los dos últimos ejemplares de una especie vivan en jaulas separadas.

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Un amigo es uno mismo en otro cuero. No es necesario saber toda su vida para decir “yo te conozco”. Tantas cosas se presuponen en un chiste. La amistad no es algo que se realiza, es algo que marcha. Hay que tener cuidado con lo que busca realizarse. Hay que compartir todo un idioma para que el silencio no sea una vasija por llenar.

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Para el perro no hay dentro ni afuera. Es libre donde hay comida.

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La vida llega muchísimo más temprano que la palabra. Aunque eso no quiere decir que las palabras mientan, sino que hay que ganárselas. En la literatura se da la mayor forma de la apariencia, palabra viva y palabra muerta usan la misma ropa. Pero en las últimas el tiempo no corre. Solo al tomar conciencia de algo adquirimos el derecho a pronunciarlo.

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Conservar la creencia de que uno ignora mucho más de lo que sabe. Eso es para mí la juventud.

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Nadie duda de tu inteligencia, y eso es lo peligroso, ese es el veneno.

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Esta mañana me despedí de alguien. Fue una de las despedidas que merecen ese nombre. De las que prometen no existir ya para el otro. Hubiera preferido que fuera con insultos, tirándonos vasos o ceniceros. Pero no. Fue de esas despedidas que uno no quisiera vivir. Esas en las que hay dos personas, ridículas paradas una al lado de la otra, con los ojos rojos de llover sobre mojado, buscando que alguna palabra las salve de la despedida. Y uno no lo sabe pero ya está en la orilla, y el barco ya partió, y uno solo está gritando a un barco que se aleja. Y a veces sigue gritando aunque el barco ya no se ve y ya nadie puede escuchar. Pero parecen dos personas, paradas y calladas una al lado de la otra.

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Un artista que no arriesga no es artista. Es un publicista.

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Incluso los que dicen amarte podrían amar, en realidad, tu cautiverio. Quizá te dejan volar algún día, pero antes te atan una pata, como un barrilete. Y agradecerás el gesto como si fuera un regalo.

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El optimismo del hombre es haber nacido.

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Incluso las celdas son aparentes. Algunos sufren por quedar encerrados afuera.

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Una cosa es lo que decimos y otra, muy distinta, lo que experimentamos. La seguridad que uno tenga de que palabra y realidad se identifican es equivalente a la altura de la que toca caer cuando llega el desengaño. Si es que llega.

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Creo que soy ateo, pero me gusta creer que soy agnóstico, y actúo como si Dios existiera. En otras palabras, puedo entender la muerte. Pero no el nacimiento.

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